23° Domingo del Tiempo Ordinario, 4 de Septiembre 2022, Ciclo C

 San Lucas 14, 25 - 33

 

El Que No Renuncia a Todos sus Bienes no Puede ser Discípulo Mío

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

1.-Cómo Seguirlo? empezando por uno mismo, por mis bienes corporales y por todos mis bienes, incluida, por supuesto, mi familia, mi dinero, mis cargos públicos y privados. Si soy una persona sana y fuerte debo poner al servicio de Cristo mi salud y mi fortaleza; si soy débil o estoy enfermo, igualmente debo poner al servicio de Cristo mi debilidad y ni enfermedad. Todos tenemos, o podemos tener nuestras propias cruces, pongamos estas cruces al servicio de Cristo. Y si nos consideramos muy felices y afortunados por lo que somos y tenemos, pongámonos enteramente al servicio de Cristo. Es decir, que lo primero en mi vida es Cristo, después viene todo lo demás.

2.- La Eucaristía: en este encuentro maravilloso con Cristo, que se entrega por nosotros, escuchamos una vez más lo que Dios quiere de nosotros: que le sigamos, que seamos sus discípulos y que le imitemos. Para ello hemos de renunciar a muchas cosas, entre otras a nosotros mismos. Es lo mismo que hizo el Señor, que se rebajó hasta la muerte, y una muerte de cruz. Así lo vamos a celebrar en la Eucaristía. Que dios nos de su sabiduría y su Espíritu Santo para que podamos comprender un poco más los designios de Dios para con nosotros, y que nos ilumine y de fuerzas para seguir lo que Él quiere de cada uno de nosotros.

3.-Seguir a Jesús: Jesús nos pide un compromiso radical con su misión, no le valen las medias tintas. Pero a los que le tienen confianza, Él le devuelve cien veces más. Jesús nos deja libertad de elección y nos advierte claramente de los riesgos y dificultades que entraña la aventura de seguirle. No es una decisión que pueda ser tomada a la ligera, en un momento de euforia. Hace falta seriedad, inteligencia, un programa serio y comprometido de vida, aceptación de la cruz. Para poder decidirse hace falta hacer una opción clara por Jesús de Nazaret y con las exigencias del Reino. 

REFLEXIÓN 

   La liturgia de este domingo nos invita a tomar conciencia de cuán exigente es el camino del “Reino”. Optar por el “Reino” no es escoger un camino de facilidad, sino aceptar recorrer un camino de renuncia y de entrega de la vida. Es, sobre todo.

   La primera lectura recuerda a todos aquellos que no consiguen decidirse por el “Reino”. Sólo en Dios es posible encontrar la verdadera felicidad y el sentido de la vida. Aunque exigente, el camino “reino” conduce a la felicidad plena.

   La segunda lectura recuerda que el amor es el valor fundamental, para todos los que aceptan la dinámica del “Reino”; sólo él permite descubrir la igualdad de todos los hombres, hijos del mismo Padre y hermanos en Cristo. Aceptar vivir en la lógica del “Reino” es reconocer en cada hombre a un hermano y actuar en consecuencia.

   En el Evangelio donde se trazan las coordenadas del “camino del discípulo”: es un camino en el que el “Reino” debe tener la primacía sobre las personas que amamos, sobre nuestros bienes, sobre nuestros propios intereses y esquemas personales.Quien toma contacto con esta propuesta tiene que pensar seriamente si quiere acoger, si tiene fuerzas para seguir. Jesús no admite medias tintas: o se acepta el “Reino” y se embarca en esa aventura a tiempo completo y “a fondo perdido”, o no vale la pena comenzar algo que no se va a llevar a efecto.

Jesús propone siempre máximos, aunque comprende nuestros mínimos, lo cual no es una excusa, porque no es imposible cumplir esas metas de horizontes infinitos. Estamos recordando estos días el centenario de su nacimiento y un nuevo aniversario de la muerte de la beata Madre Teresa de Calcuta, una mujer y una santa, que vivió en plenitud el seguimiento de Jesús, pero tenía claro que las formas de seguirlo son diferentes y variadas, según las diferentes vocaciones. Ella nos recuerda sin embargo cuál debe ser la meta a la que tenemos que tender; tener sólo a Dios por el centro de nuestra vida.

 PARA LA VIDA

   Un poderoso sultán viajaba por el desierto seguido de una larga comitiva que transportaba su tesoro favorito de oro y piedras preciosas. A mitad del camino, un camello de la caravana, agotado por el ardiente reverbero de la arena se desplomó agonizante y no se volvió a levantar. El cofre que transportaba rodó por la falda de la duna, reventó y derramó todo su contenido de perlas y piedras preciosas entre la arena. El sultán no quería aflojar la marcha; tampoco tenía otros cofres de repuesto y los camellos iban con más carga de la que podían soportar. 

   Con un gesto, entre molesto y generoso, invitó a sus pajes y escuderos a recoger las piedras preciosas que pudieran y a quedarse con ellas. Mientras lo jóvenes se lanzaban con avaricia sobre el rico botín y escarbaban afanosamente en la arena, el sultán continuó su viaje por el desierto. Se dio cuenta de que alguien seguía caminando detrás de él. Se volvió y vio que era uno de sus pajes que lo seguía, sudoroso y jadeante. - ¿Y tú – le preguntó el sultán – no te has detenido como los demás a recoger el tesoro? El joven respondió con dignidad y orgullo: - No, ¡yo sigo a mi Rey!.

   “Eres lo que tienes” es su lema.  Aunque la realidad sea mucha gente insatisfecha, vacía, aislada, deprimida por no conseguirlo todo ni poder comprarlo todo.  Pero en esta sociedad donde debemos vivir y ser en ella testigos del proyecto liberador y solidario de Jesús. No es fácil, porque es una continua lucha diaria por mantenernos fieles al Evangelio, pero es fuente de alegría, de paz, de salud humana y espiritual.