San Mateo 20, 1 -16
1.- La Generosidad: en esta incomprensión del actuar del Dios generoso es donde el hombre tiene que afirmar su fe. Solamente el que tiene corazón agradecido y admite la evidencia de lo maravilloso de la generosidad de Dios puede comprender esto. No se puede reprochar a Dios su manera de actuar cuando sabemos que en el fondo late el amor y respeto más profundo a la debilidad del hombre, tal como subraya el evangelio que hemos escuchado.
2.- La Gracia: nos cuesta entender que los caminos del Señor son distintos a los nuestros. Dios se presenta como un amo generoso que no funciona por rentabilidad, sino por amor gratuito e inmerecido. Esta es la buena noticia del evangelio. Pero nosotros insistimos en atribuirle el metro siempre injusto de nuestra humana justicia. En vez de parecernos a él intentamos que él se parezca a nosotros con salarios, tarifas, comisiones y porcentajes. Queremos comerciar con él y que nos pague puntualmente el tiempo que le dedicamos y que prácticamente se reduce al empleado en unos ritos sin compromiso y unas oraciones sin corazón.
3.- La Viña del Señor: ¡Vete a esa viña! Nos dice Jesús: a ese trozo de tierra en el que, la Iglesia, ofrece lo mejor de sí misma: el Evangelio. A esa persona que necesita un poco de cariño o a esas situaciones en las que, por no ser recompensadas, siempre hay huecos libres que nadie quiere. ¡Vete a esa viña, mi viña, nos dice Jesús! Querer a Jesús no resulta difícil, pero querer lo que Él quiere o cuidar lo que el cuidó…no siempre es gratificante. En cuántos momentos preferimos que, el tren del servicio o de la disponibilidad, pase de largo de nuestra casa.
REFLEXIÓN
La liturgia del XXV Domingo del Tiempo ordinario nos invita a descubrir a un Dios cuyos caminos y cuyos pensamientos están por encima de los caminos y de los pensamientos de los hombres, como el cielo está por encima de la tierra. Nos sugiere, en consecuencia, que renunciemos a los esquemas del mundo y nos convirtamos a los de Dios.
La primera lectura pide a los creyentes que se vuelvan a Dios. “Regresar al Señor”, es un movimiento que exige una transformación radical del hombre, para que sus pensamientos y acciones reflejen la forma de pensar, las perspectivas y los valores de Dios.
La segunda lectura nos presenta el ejemplo de un cristiano (Pablo) que abrazó, de forma ejemplar, los criterios de Dios. Renunció a sus intereses personales y a los esquemas egoístas y cómodos y situó en el centro de su existencia a Cristo, sus valores, su proyecto.
El Evangelio nos dice que Dios llama a la salvación a todos los hombres, sin considerar la antigüedad en la fe, los méritos, las cualidades o los comportamientos anteriormente asumidos. A Dios le interesa, únicamente, cómo acogemos su invitación. Nos pide una transformación de nuestra mentalidad, a fin de que nuestra relación con Dios no esté marcada por el interés, sino por el amor y por la gratuidad.
PARA LA VIDA
Un feligrés, bueno, pero un poco débil, se confesaba a menudo con su párroco. Sus confesiones parecía un disco rayado: las mismas faltas siempre y siempre el mismo pecado moral. ¡Basta!, le dijo un día el párroco en tono severo -. No debes tomar el pelo a Dios. Es la última vez que te absuelvo de este pecado. Pero quince días más tarde, el feligrés estaba de nuevo allí para confesar el pecado de costumbre. El confesor perdió la paciencia: - Te lo había dicho: no te doy la absolución. Así aprenderás… Humillado y avergonzado, el pobre hombre se levantó. Exactamente encima del confesionario, clavado en la pared, se alzaba majestuosa la imagen de un Cristo. El hombre se quedó mirándolo. Entonces, el Jesús de madera de la cruz cobró vida, alzó un brazo desde la posición en la que siempre se encontraba y trazó el signo del perdón.
Nos vamos a salvar no porque somos buenos, o por las misas acumuladas, sino porque Dios es Bueno y nos ama y nos salva. Eso no quiere decir que vale cualquier comportamiento, pero no es nuestro comportamiento lo que determina la salvación de Dios. Dios ama a todos, lo dice el Evangelio, a los buenos y a los malos, a los de la primera hora y a los de la última. Hermosa lección para que vivamos la fe más desde la gratuidad que desde la obligación, más del gozo que desde la reclamación de derechos. No nos vendría mal en esta semana vivir desde la gratuidad, ofreciendo gratuidad a quienes nos rodean, disfrutando de lo que los demás nos regalan, eso que no tiene valor material, pero que es lo verdaderamente valioso: el amor, la amistad, la familia, el perdón, la solidaridad, la alegría, la fe.