25° Domingo del Tiempo Ordinario, 20 de Septiembre 2020, Ciclo A

 San Mateo 20, 1 -16

"Vas a Tener tú Envidia Porque Yo Soy bueno?"

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M. 

1.- La Generosidad: en esta incomprensión del actuar del Dios generoso es donde el hombre tiene que afirmar su fe. Solamente el que tiene corazón agradecido y admite la evidencia de lo maravilloso de la generosidad de Dios puede comprender esto. No se puede reprochar a Dios su manera de actuar cuando sabemos que en el fondo late el amor y respeto más profundo a la debilidad del hombre, tal como subraya el evangelio que hemos escuchado.

2.- La Gracia: nos cuesta entender que los caminos del Señor son distintos a los nuestros. Dios se presenta como un amo generoso que no funciona por rentabilidad, sino por amor gratuito e inmerecido. Esta es la buena noticia del evangelio. Pero nosotros insistimos en atribuirle el metro siempre injusto de nuestra humana justicia. En vez de parecernos a él intentamos que él se parezca a nosotros con salarios, tarifas, comisiones y porcentajes. Queremos comerciar con él y que nos pague puntualmente el tiempo que le dedicamos y que prácticamente se reduce al empleado en unos ritos sin compromiso y unas oraciones sin corazón.

3.- La Viña del Señor: ¡Vete a esa viña! Nos dice Jesús: a ese trozo de tierra en el que, la Iglesia, ofrece lo mejor de sí misma: el Evangelio. A esa persona que necesita un poco de cariño o a esas situaciones en las que, por no ser recompensadas, siempre hay huecos libres que nadie quiere. ¡Vete a esa viña, mi viña, nos dice Jesús! Querer a Jesús no resulta difícil, pero querer lo que Él quiere o cuidar lo que el cuidó…no siempre es gratificante. En cuántos momentos preferimos que, el tren del servicio o de la disponibilidad, pase de largo de nuestra casa. 

REFLEXIÓN 

   La liturgia del XXV Domingo del Tiempo ordinario nos invita a descubrir a un Dios cuyos caminos y cuyos pensamientos están por encima de los caminos y de los pensamientos de los hombres, como el cielo está por encima de la tierra. Nos sugiere, en consecuencia, que renunciemos a los esquemas del mundo y nos convirtamos a los de Dios.

   La primera lectura pide a los creyentes que se vuelvan a Dios. “Regresar al Señor”, es un movimiento que exige una transformación radical del hombre, para que sus pensamientos y acciones reflejen la forma de pensar, las perspectivas y los valores de Dios.

   La segunda lectura nos presenta el ejemplo de un cristiano (Pablo) que abrazó, de forma ejemplar, los criterios de Dios. Renunció a sus intereses personales y a los esquemas egoístas y cómodos y situó en el centro de su existencia a Cristo, sus valores, su proyecto.

   El Evangelio nos dice que Dios llama a la salvación a todos los hombres, sin considerar la antigüedad en la fe, los méritos, las cualidades o los comportamientos anteriormente asumidos. A Dios le interesa, únicamente, cómo acogemos su invitación. Nos pide una transformación de nuestra mentalidad, a fin de que nuestra relación con Dios no esté marcada por el interés, sino por el amor y por la gratuidad. 

PARA LA VIDA

Un feligrés, bueno, pero un poco débil, se confesaba a menudo con su párroco. Sus confesiones parecía un disco rayado: las mismas faltas siempre y siempre el mismo pecado moral.  ¡Basta!, le dijo un día el párroco en tono severo -. No debes tomar el pelo a Dios. Es la última vez que te absuelvo de este pecado. Pero quince días más tarde, el feligrés estaba de nuevo allí para confesar el pecado de costumbre. El confesor perdió la paciencia:  - Te lo había dicho: no te doy la absolución. Así aprenderás Humillado y avergonzado, el pobre hombre se levantó. Exactamente encima del confesionario, clavado en la pared, se alzaba majestuosa la imagen de un Cristo. El hombre se quedó mirándolo. Entonces, el Jesús de madera de la cruz cobró vida, alzó un brazo desde la posición en la que siempre se encontraba y trazó el signo del perdón.

Nos vamos a salvar no porque somos buenos, o por las misas acumuladas, sino porque Dios es Bueno y nos ama y nos salva. Eso no quiere decir que vale cualquier comportamiento, pero no es nuestro comportamiento lo que determina la salvación de Dios. Dios ama a todos, lo dice el Evangelio, a los buenos y a los malos, a los de la primera hora y a los de la última. Hermosa lección para que vivamos la fe más desde la gratuidad que desde la obligación, más del gozo que desde la reclamación de derechos. No nos vendría mal en esta semana vivir desde la gratuidad, ofreciendo gratuidad a quienes nos rodean, disfrutando de lo que los demás nos regalan, eso que no tiene valor material, pero que es lo verdaderamente valioso: el amor, la amistad, la familia, el perdón, la solidaridad, la alegría, la fe.


24° Domingo del Tiempo Ordinario, 13 de Septiembre 2020, Ciclo A

 San Mateo 18, 21 – 35

"No perdones sólo siete veces, sino setenta veces siete"

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M. 

1.- El Perdón: es, cualitativa y cuantitativamente, más que el perdón humano en general. Perdonar, humanamente hablando, es no devolver la ofensa al que me ha ofendido, superar la ley del talión, no devolver mal por mal. Perdonar, cristianamente hablando, es también amar cristianamente al que me ha ofendido, como Cristo nos amó, es decir, gratuitamente, generosamente, aunque no lo merezca. Lo cristiano no anula lo humano, pero lo perfecciona, como hizo Cristo con la ley judía. El que perdona cristianamente no intenta sólo ser justo con su perdón, sino que quiere ser, además, misericordioso. 

2.- El Discípulo: renuncia incluso a la compensación justa. Tiene una buena razón para hacerlo: se sabe perdonado por Dios y vive desde esa experiencia de perdón. El cristiano es un hombre al que se le ha hecho un trasplante. Tenía un corazón pequeño con el que sólo podía amar a unos cuantos; tenía un corazón débil que no aguantaba el mínimo contratiempo. Se le trasplantó un corazón nuevo, el corazón de Jesús, y ya puede amar a los enemigos. Él murió por quienes lo estaban matando.

3.- Nosotros: somos, “deudores insolventes” ante Dios, pues no podemos pagarle. Pero Él, clemente y compasivo, nos ha perdonado. Es el Rey, al que debemos millones, pero ha sentido lástima – setenta veces siete veces – de nosotros.
Sólo el perdón puede acabar con la espiral de la violencia. Hoy día, el centro de la Iglesia tiene que ser el perdón y el amor.

 REFLEXIÓN 

La Palabra de Dios que este domingo se nos propone habla del perdón. Nos presenta a un Dios que ama sin cálculos, sin límites, sin medida, e invita a tomar la misma actitud para con los hermanos que caminan a nuestro lado.

·        La primera lectura deja claro que la ira y el rencor son sentimientos malos, que no convienen para la felicidad y la realización del hombre. Muestra lo ilógico de esperar el perdón de Dios negando el perdón al hermano; y avisa que nuestra vida en esta tierra no puede ser arruinada con sentimientos que sólo generan infelicidad y sufrimiento.

·        En La segunda lectura Pablo sugiere a los cristianos de Roma que la comunidad cristiana tiene que ser el lugar del amor, del respeto mutuo, de la aceptación de las diferencias, del perdón. Nadie debe despreciar, juzgar o condenar a los hermanos que tienen puntos de vista diferentes. Los seguidores de Jesús deben tener presente que hay algo fundamental que les une a todos: Jesucristo, el Señor. Todo lo demás carece de importancia.

·        El Evangelio nos habla de un Dios lleno de bondad y de misericordia que derrama sobre sus hijos, de forma total, ilimitada y absoluta, su perdón. Los creyentes son invitados a descubrir la forma de ser de Dios y a permitir que la misma actitud de perdón y de misericordia sin límites y sin medida dirija su relación con los hermanos.

PARA LA VIDA

 

   Algunas veces convivimos muchas horas con la familia o con otras personas que conforman nuestro entorno más íntimo y es necesario para una sana relación que exista un trato desde el amor. Seguramente los amamos, y mucho, y nos llenamos la boca hablando del amor que les tenemos, pero... ¿se lo estamos demostrando con hechos concretos? Tropecé con un extraño que pasaba y le dije: perdón.

   Él contesto: discúlpeme, por favor; no lo vi. Fuimos muy educados, seguimos nuestro camino, nos despedimos. Más tarde, al estar cocinando, estaba mi hijo muy cerca de mí. Al voltear casi le pego, ¡Quítate! le grité; Él se retiró sentido, sin que yo notara lo duro que le hablé. Estando despierta al acostarme, Dios me dijo suavemente: Trataste al extraño cortésmente. Pero abusaste del niño que amas. Ve a la Cocina y encontrarás unas flores en el piso, cerca de la puerta.

   Son las flores que cortó y te trajo, rosa, amarilla y azul. Estaba calladito para darte la sorpresa y no viste las lágrimas que llenaron sus ojos. Me sentí miserable y empecé a llorar. Suavemente me acerqué y me arrodillé junto a su cama y le dije: Despierta, pequeño, despierta. ¿Son estas las flores que cortaste para mí?, él sonrió y dijo: Las encontré junto al árbol. Las tomé porque son bonitas como tú, en especial la azul.

   Hijo, siento mucho lo que hice, no te debí gritar. Él contestó, Está bien, mami. Yo te quiero de todos modos. Yo también te quiero y me gustan las flores especialmente la azul. Toma en cuenta que si morimos mañana, en cosa de días, la empresa cubre el puesto. Pero la familia que dejamos sentirá la pérdida por el resto de su vida. Piensa en ello. Entonces, ¿Qué hay detrás de esta historia?

23° Domingo del Tiempo Ordinario, 6 de Septiembre 2020, Ciclo A

 San Mateo 18, 15-20

"Si tu Hermano Peca Contra Ti, ve y Corrígelo en Privado. Si te Escucha, Habrás Ganado a tu Hermano"

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M. 
SIN GRABAR AÚN

1.- La Corrección Fraterna: primero debes hablarlo personalmente con el hermano antes de que sea demasiado tarde y se extravíe definitivamente. Pero, ¿cómo hacerlo?, con amor y humildad. Si vas con aire superior, creyendo que tú eres perfecto en todo y solo el otro es el que se equivoca, tu misión no tendrá éxito. Tu hermano lo tomará como una crítica negativa y no verá tu buena intención. Hay que emplear también buena dosis de prudencia, es decir saber encontrar el momento oportuno para hacer la corrección. Si conoces de verdad a tu hermano sabrás también como va a reaccionar y qué tono tienes que emplear: enérgico, suave o firme, según los casos. 

2.-EL PERDÓN: No hay nadie que esté sin pecado, todos tenemos fallos y por eso lo mejor es aceptar lo que nos dice un hermano que quiere nuestro bien. A la corrección fraterna yo la llamaría “corrección mutua”, porque todos somos perdonadores y perdonados. Atar y desatar tenía relación con lo prohibido y lo permitido. Jesús lo aplica al perdón. Lo dice a todos sus discípulos, pues todos en un momento determinado podemos regalar el perdón, aunque haya algunos ministros que son servidores del perdón de Dios en el sacramento de la Reconciliación.

3.-AMAR: El que ama al prójimo como a uno mismo cumple todos los mandamientos. San Agustín nos dejó una sentencia definitiva: “Dilige, et quod vis, fac”, es decir “ama y haz lo que quieras”. No es ésta una invitación al desmadre, o a que cada uno haga lo que le dé la gana. Fijémonos en la primera palabra “Ama”, pero ama de verdad, como Jesucristo nos amó, de forma gratuita y desinteresada. El que tiene como norma de su vida el amor auténtico, no podrá hacer nunca daño a su hermano y todo lo que realice tendrá la impronta de la buena intención. 

 

REFLEXIÓN 

   Las lecturas bíblicas de la misa de este domingo coinciden en el tema de la caridad fraterna en la comunidad de los creyentes, que tiene su fuente en la comunión de la Trinidad. 

   En la primera lectura el profeta Ezequiel nos recuerda que. Testigo del amor de Dios, el creyente debe ayudar también a su hermano en su reconciliación con el Padre. «Amar es cumplir la Ley entera». Por si quedaba alguna duda, esta frase final subraya que el amor no es un puro sentimiento. El amor a Dios consiste en cumplir sus mandamientos. El amor es delicado, cuidadoso, exigente, hasta en los más mínimos detalles. 

   En la segunda lectura San Pablo nos recuerda que La plenitud de la Ley es el amor. La trascendencia de la caridad evangélica es tal que hace al cristiano responsable de la gloria de Dios y de la salvación de los hermanos por encima de cualquier otra urgencia religiosa o legalista. «Solo la caridad distingue a los hijos de Dios de los del diablo. Sígnense todos con la señal de la Cruz de Cristo; respondan todos: Amén; canten todos: Aleluya; bautícense todos, frecuenten la iglesia, apíñense en las basílicas. No se distinguirán los hijos de Dios de los del diablo, si no es por la caridad. Los que tienen caridad nacieron de Dios; los que no la tienen no nacieron de Él. Gran distintivo y señal. Ten todo lo que quieras, si te falta solo la caridad, de nada te aprovecha todo lo que tengas. 

   El Evangelio nos recuerda que la búsqueda evangélica de la persona humana, para salvarla y redimirla, fue la clave de la misión personal del Corazón de Jesucristo y su entrega amorosa. «Debemos reprender con amor; no con deseo de dañar, sino con afán de corregir. Si fuéramos así, cumpliríamos con exactitud lo que hoy se nos ha aconsejado... ¿Por qué le corriges? ¿Porque te duele el que haya pecado contra ti? En ningún modo. Si lo haces por amor propio nada haces. Si lo haces por amor hacia él, obras excelentemente. Considera en las mismas palabras por amor de quien debes hacerlo, si por el tuyo o por el de él… Hazlo por él, para ganarlo a él. 

PARA LA VIDA 

   Un templo atravesaba serias dificultades provocando el total abandono por parte de sus feligreses y quedando tan sólo cinco miembros: el párroco y cuatro personas ancianas, todos mayores de 60 años. En las montañas, cerca del templo, vivía un obispo en retiro. Una vez, el párroco se animó a pedirle al obispo algún consejo que podría ayudar a salvar la iglesia y hacer que los feligreses retornaran a ella. El párroco y el obispo hablaron largamente, pero cuando el párroco le pidió el consejo, el obispo le respondió: "No tengo ningún consejo para ti. Lo único que te puedo decir es que el Mesías es uno de vosotros". 

   De regreso al templo, el pastor les comentó a los cuatro miembros restantes lo que el obispo le había dicho. Durante los siguientes meses que siguieron, los viejos feligreses reflexionaron constantemente sobre las palabras del obispo. "El Mesías es uno de nosotros", se preguntaron unos a otros. Decidieron entonces asumir dicha posibilidad, y empezaron a tratarse con un extraordinario respeto y exquisito cuidado puesto que uno de ellos podría ser el Mesías. 

   Los meses fueron pasando, y las personas empezaron a visitar la pequeña Iglesia atraídos por la aura de respeto y gentileza que envolvía a los cinco feligreses. Duros de creer, más personas empezaron a retornar a la Iglesia, y ellos comenzaron a traer amigos, y sus amigos trajeron más amigos. En pocos años, el templo volvió a ser instancia de fe y de regocijo, gracias a la multitud de fieles que asistían diaria y semanalmente al templo. Y por supuesto, gracias al regalo del señor obispo.

22° Domingo del Tiempo Ordinario, 30 de Agosto 2020, Ciclo A

 San Mateo 16, 21 - 27

"El que Quiera Seguirme, que Renuncie a sí Mismo, que Cargue con su Cruz y me Siga"

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M. 

1.- ¿Quién es Jesús?: Para responder con sinceridad y hondura a esta pregunta nos tenemos que poner en seguimiento, sabedores de que es una pregunta abierta y que no se contesta de una vez y para siempre porque: A lo largo de la vida vamos madurando: no sólo varían las circunstancias que nos rodean, sino nuestras aspiraciones, proyectos, deseos, necesidades…Somos los mismos y a la vez distintos; necesitamos ir renovando nuestra respuesta para adecuarla a nuestro “aquí y ahora cambiante”. Jesús es insondable, siempre con aspectos nuevos que descubrir.

2.- ¿Quién es Dios?: “Dios es el origen, guía y meta del universo. A él la gloria por los siglos”. Nuestra verdadera alabanza y acción de gracias a Dios, “origen, guía y meta del universo”, es la Eucaristía, porque en ella Jesucristo actualiza, hace presente, su gran alabanza al Padre que es la obra de nuestra salvación.

3.- Confesión de Fe: Esta es la confesión de fe central de la religión cristiana; somos cristianos porque confesamos que Jesucristo es el Mesías, el Hijo de Dios vivo. “Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y al Padre no le conoce más que el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”. 

4.- La Misión: el perdón de los pecados, esto es, “desatar” al hombre de las cadenas del pecado, pero también la de “atar”, o sea, excomulgar, apartar de la comunión eclesial cuando uno se obstina en obrar contra la verdad del Evangelio. También es para agradecer a Jesús el don de Pedro, pues a través de él estamos seguros de que Dios nos perdona “en el cielo”.

 REFLEXIÓN 

   El Evangelio de hoy tiene que hacernos experimentar la maravilla de la fe. Con frecuencia, estamos demasiado «acostumbrados» a creer; hemos nacido en una familia cristiana y nos parece lo más natural del mundo. Sin embargo, hemos de admirarnos del regalo de la fe, de que también nosotros podamos decir a Jesús: «Tú eres el Hijo de Dios», pues eso no nos viene de la carne ni de la sangre, sino que nos ha sido revelado por el Padre que está en los cielos. La fe es el regalo más grande que hemos recibido; más grande incluso que la vida, pues la vida sin fe sería absurda y vacía., porque conoce las expectativas más íntimas de nuestro corazón. 

La primera lectura del libro de Isaías nos Colgaré de su hombro la llave del palacio de David. En el ambiente del Antiguo Testamento el signo de los poderes y de la responsabilidad sobre la suerte del pueblo era la imposición de las llaves sobre los hombros de los elegidos. La función de las llaves es el poder de abrir y cerrar la casa del rey, soberano absoluto, y corresponde al primer ministro o visir. Es como el plenipotenciario del rey, el que hace sus veces. 

La segunda lectura de la carta de San Pablo a los romanos nos recuerda que Cristo es origen, guía y meta del universo. Sin Cristo no existiría la Iglesia, pero ésta tiene que ser como la quiso Cristo, no como la quieran los hombres. En el querer de Cristo está la figura de su Vicario visible: el Papa. Donde está Pedro allí está la Iglesia. Donde están Pedro y la Iglesia, allí está también la plenitud operante del Misterio de Cristo entre los hombres.

En el Evangelio «La confesión de Pedro obtiene plenamente la recompensa merecida, por haber visto en el hombre al Hijo de Dios (Mt 16,13-19). Es dichoso, es alabado por haber penetrado más allá de la mirada humana viendo lo que venía no de la carne, ni de la sangre, sino contemplando al Hijo de Dios revelado por el Padre celestial. Y es juzgado digno de reconocer el primero aquello que en Cristo es de Dios.

PARA LA VIDA

Cierto día, Buda, sentado sobre la flor del loto, enseñaba la necesidad de suprimir el sufrimiento para alcanzar la felicidad. El dolor, al oírlo, se quedó muy triste, porque ya nadie lo querría. Poco después pasó por allí un joven lleno de caridad, y, viendo llorar al dolor, se le enterneció el corazón, lo tomó de la mano y lo convirtió en su amigo inseparable. Ese joven se llamaba Jesús. Cuando Jesús comenzó a predicar, los oyentes se contagiaron de su felicidad. Por primera vez en la historia, el dolor se alegraba viendo que él también podía dar algún fruto, pues Jesús decía que no habría felicidad sin cruz. Incluso murió en ella abrazado a su amigo el dolor, pero con el corazón inmerso en la alegría. Buda se asombró al constatar que Jesús y él buscaban lo mismo: la felicidad. Sin embargo, mientras Buda eliminaba el sufrimiento por la vía de la renuncia y de la meditación, Jesús lo asumía para sanar el pecado y traer la salvación. Al final, ni uno ni otro erradicaron el dolor del mundo. Buda no pudo; Jesús no quiso. Hoy, la felicidad toma la mano al sufrimiento para que no se encuentre solo. Y el sufrimiento se llena de esperanza y de alegría cuando ve que la felicidad pasa por el camino de la cruz.

El cuento de esta semana nos recuerda que Cristo nos invita a una felicidad que pasa por la cruz, que no huye del sufrimiento, que se abaja para amar y servir más y mejor. Una felicidad que no nace del poder ni de la fama ni del dinero, sino de la humilde entrega diaria en ser Buena Noticia para los empobrecidos y marginados de nuestra sociedad.