4° Domingo de Pascua, 22 Abril 2018, Ciclo B


San Juan 10, 11-18

Yo soy el Buen Pastor
    Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.
  1. El Pastor: da la vida por las ovejas; Jesús es el Buen Pastor porque nos conoce, nos ama, nos cuida, nos guía y siente lástima de los que andan como ovejas sin pastor. Él es el Buen Pastor que da la vida por sus ovejas, porque realmente ofrece su vida como sacrificio en el Altar de la Cruz, en rescate por todos. Gracias a su libre entrega ha reconciliado a la humanidad entera con su Padre, devolviendo la vida divina y eterna —perdida por el pecado— a quienes creen en Él (ver Jn 3,15).
  2. La Puerta:  es la imagen de la libertad y de la confianza también: no se entra por las azoteas, por las ventanas, a hurtadillas, a escondidas. Sin puerta no hay entradas ni salidas, ni caminos ni proyectos. Jesús es la puerta por donde podemos entrar y salir para encontrar a Dios y para encontrar la vida. Quien esté fuera de esa puerta, quien pretenda construir un mundo al margen de Jesús lo puede hacer, pero no hay otro camino para encontrarse con el Dios de vida y con la verdad de nuestra existencia.
  3. El Llamado: Dios sigue llamando a los jóvenes. La Iglesia está necesitada de vocaciones religiosas, y muy necesitada de vocaciones para el sacerdocio. Hemos de pedir al Señor que sean abundantes las vocaciones para la vida consagrada, y que oiga nuestra oración y nos conceda muchas vocaciones sacerdotales para los seminarios.
  4. Llamados a la Santidad: en la última exhortación, el Santo Padre explica que ella consiste en la unión con Cristo y de la apertura al misterio de la gracia. Somos personas que tenemos que “hacer sentir la presencia cotidiana de Dios, la alegría, la esperanza y su perdón que nos reconcilia con él y con nosotros mismos. 


REFLEXIÓN 

   La admiración que la Palabra de Dios de este cuarto domingo de Pascua suscita en nosotros, se expresa en la figura del Buen Pastor que nos ha presentado el Evangelio. Jesús se identifica con el Buen Pastor, haciendo resaltar lo que esto significa por contraste con el pastor asalariado. ¿Cuáles son las notas o cualidades del Buen Pastor? Al pastor asalariado no le importan las ovejas, en cuanto ve el peligro las abandona y huye; en cambio el Buen Pastor las defiende del ataque de los lobos, hasta dar su vida por ellas. 
   Jesús aplica la comparación a sí mismo: la defensa que él hace de sus ovejas llega hasta dar la vida por ellas: “Yo doy mi vida por las ovejas”. Pero además, el buen pastor conoce a las ovejas y las ovejas conocen al pastor. Se trata de un conocimiento que es expresión de amor. Jesús nos conoce en tal grado y de tal manera que llega a decir “igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre”. 
    Nos conoce porque nos ama hasta el extremo de dar la vida. Con toda seguridad, él nos conoce y ama, pero ¿le conocemos nosotros a él?, ¿sabemos distinguir su voz de las de los asalariados, cuyo interés no son las ovejas sino su propia promoción? Este lenguaje del pastor y las ovejas, a lo mejor nos parece ya caduco, pero se trata sólo de una bella imagen que expresa una verdad fundamental: por nosotros, para librarnos de la perdición, del pecado y de la muerte, Cristo ha dado su vida. 
   El Buen Pastor no se conforma con velar por las ovejas que le han sido confiadas, no sólo atiende a las ovejas del propio rebaño, sino que se preocupa también de las que están fuera, de las ovejas “que no son de este redil: también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz y habrá un solo rebaño, un solo Pastor”. Es que Cristo ha muerto por la salvación de todos; ha sido elevado sobre la cruz para atraer a todos hacia él. Su preocupación de Buen Pastor por todos los hombres se la encomendó a los apóstoles cuando les mandó ir por todo el mundo a hacer discípulos suyos a todas las gentes.

PARA LA VIDA 
   Cuentan que un pastor fue arrestado por haber robado una oveja. Él juraba que era inocente, que la oveja era suya y que hacía días que la echaba de menos. El caso fue llevado ante juez; éste perplejo, no sabía cómo resolver el caso. Finalmente decidió que trajeran la oveja a la sala y mandó al acusador que saliera de la sala y llamara a su oveja. La oveja no respondió a su voz, sólo levantaba la cabeza asustada. El juez mandó luego salir al acusado, y cuando éste comenzó a hacer su llamada habitual la oveja, esta saltó y corrió hacia la puerta. Estaba claro que la oveja conocía la voz de su dueño. Su oveja, dijo el juez, lo conoce. Con sabiduría salomónica declaró el caso cerrado. 
   ¿Conocemos la voz de nuestro Pastor? ¿La distinguimos de las múltiples voces que solicitan nuestra atención? Jesús es el Buen Pastor y la puerta del redil, puerta para entrar y salir porque Jesús no nos ata, nos deja y nos quiere libres. Pensemos cada uno de nosotros si somos imagen del Buen Pastor, que conoce a cada una por su nombre, que las personaliza y las ama como únicas y dignas de ser amadas y cuidadas. Será el primer paso para hacerse interrogar a los jóvenes. Junto con la oración por las vocaciones y todas las iniciativas pastorales al respecto. Pero si no somos cercanos, si no nos dejamos conocer, si no les abrimos las puertas, de nada servirán todas las iniciativas que programemos, incluso aunque sean exitosas.

3° Domingo de Pascua, 15 Abril 2018, Ciclo B


San Lucas 24, 35-48

“La Paz Esté con Ustedes
    Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.
  1. Dios es Fiel: ha cumplido todo su plan de salvación y lo ha cumplido de un modo misterioso que supera todos nuestros cálculos humanos. Así pues, que la fidelidad de Dios a sus promesas y a su amor por el hombre sea aquello que nos dé seguridad en el camino. El Señor no nos ha abandonado. Podrá una madre olvidarse de su hijo, que Dios no lo hará con nosotros, porque en su Hijo muerto y resucitado nos ha dado todo. Nos ha dado su amor.
  2. La Alegría: esta alegría de peregrinos —que va unida siempre a la fatiga y al sufrimiento del camino— requiere de nosotros, conversión del corazón y empeño en su custodia, porque puede verse, fácilmente, turbada y abrumada por el espanto, por el cansancio, por la angustia... En una palabra, por todos los peligros que nos acechan mientras vamos de viaje. De ahí que tengamos necesidad de una fuerza interior, divina: eso que nosotros no seríamos capaces de guardar por nosotros mismos es confiado al Espíritu, al Espíritu consolador.
  3. La Paz: el don pascual de Jesús no es la paz de una vida imperturbable, sino la paz vivida en la tranquilidad, la seguridad y la protección que provienen del poder y del amor de Dios. El fundamento y la garantía de tal saludo y de tal don es el Resucitado mismo en su vida nueva, vencedora de la muerte.
  4. El Testimonio: sí, el Señor quiso hacer «testigos de estas cosas» (Lc 24, 34) a aquel puñado de hombres y mujeres que lo siguieron y lo vieron triunfar sobre la muerte. Como ellos ayer, tú y yo somos hoy herederos del testimonio que dieron aquellos testigos de la Resurrección del Señor. No podemos guardarnos esta tremenda Noticia para nosotros mismos, sino que estamos llamados a dejar que el acontecimiento histórico de la Resurrección de Cristo nos impacte y nos transforme de tal modo que nos impulse a transmitir esta buena Nueva a cuantos podamos, con nuestras palabras pero más aún con el testimonio de una vida transfigurada por el encuentro cotidiano con el Señor Resucitado.

REFLEXIÓN

   En las lecturas del domingo anterior, veíamos como la comunidad cristiana nace desde la fe en la presencia de Cristo resucitado. Hoy nos vamos a detener en el modo de esta presencia de Jesús Resucitado en su comunidad. Porque esa presencia constituye una verdadera novedad y es la nota característica de la fe cristiana.
   En este Evangelio, se cuenta que cuando Jesús se hace presente, los apóstoles sienten un cierto temor. Ese temor es el signo del pasado, de otros modos de entender la presencia de Dios en su pueblo. El temor del Sinaí y de tantos cultos que sienten a Dios como un tremendo poder pronto a descargarse sobre los hombres.
   Lo sorprendente y nuevo de la comunidad cristiana es que Dios se hace presente en forma sencilla, en simples reuniones de la gente de pueblo, junto al mar o en una comida. Sin embargo, inconscientemente, los que sienten la presencia de Jesús: se atemorizan y reviven el miedo reverencial de la vieja religión.
   ¿Será posible que Dios pueda hacerse presente en medio de nuestras cosas cotidianas? Este es precisamente el deseo del Señor: hacerse presente, no con grandes ceremonias, sino con tal sencillez que parecía uno más. Lo primero que hace Jesús, es devolverle a su gente la confianza y la paz. Nada de temores. Está entre ellos para comer pescado como uno más, para conversar, para ver sus problemas, para trabajar juntos, para explicarles su mensaje.
   De esta experiencia surge esa nota tan característica de una comunidad verdaderamente cristiana: la alegría. Una alegría sólo posible si se apoya en la confianza y en la paz interna, en la serena relación del pueblo con Dios.
  

PARA LA VIDA

   Érase una vez un niño indio que había sido picado por una serpiente y murió. Sus padres lo llevaron al hombre santo de la tribu y colocaron su cuerpo ante él. Los tres, sentados, lloraron durante largo rato. El padre se levantó, se acercó al cuerpo de su hijo, puso sus manos sobre los pies del niño y dijo: A lo largo de mi vida no he trabajado por mi familia como era mi obligación. En ese momento el veneno salió de los pies del niño. La madre se levantó también y colocando sus manos sobre el corazón del niño dijo: A lo largo de mi vida no he amado a mi familia como era mi obligación. En ese momento el veneno salió del corazón del niño.
   Finalmente, el hombre santo se levantó y extendiendo sus manos las puso sobre la cabeza del niño y dijo: A lo largo de mi vida no he creído en las palabras que decía como era mi obligación. En ese momento el veneno salió de la cabeza del niño. El niño se levantó y también sus padres y el hombre santo y toda la tribu celebró una gran fiesta ese día.
   El veneno mortal es la falta de responsabilidad del padre, la falta de amor de la madre, la falta de fe del hombre santo. El contraveneno, la medicina de la vida, es el amor. En este tiempo de Pascua, de vida nueva y resucitada, tiempo en que "Dios ha glorificado a su siervo Jesús", Pedro y los testigos de la resurrección nos exhortan: "Arrepiéntanse y conviértanse para que todos sus pecados sean borrados". Expulsar el veneno y estrenar vida nueva.

2° Domingo de Pascua, 8 Abril 2018, Ciclo B


San Juan 20, 19 -31

“Su Misericordia es Eterna

    Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.

  1. La Resurrección: es el acontecimiento novedoso en la comunidad que se da y cuida mutuamente; que buscan el bienestar de todos (particularmente de aquellos que viven en situaciones más precarias). La resurrección se hace tangible cuando encarnamos la infinita misericordia de Dios, cuando aprendemos a perdonarnos a nosotros mismos y a perdonar a quienes nos han ofendido.
  2. La Paz: trae consigo todos los bienes. Por tanto, la paz es sinónimo de plena felicidad. Esta paz sólo puede venir de Dios, como un don de su amor y benevolencia. ¿Por qué esa paz sólo puede ser alcanzada por un don divino, y no ser el fruto de una esforzada construcción humana? ¿De qué paz se trata? Esta paz no es mera ausencia de conflictos exteriores, sino la paz que procede de la reconciliación de las rupturas introducidas en el hombre y en sus relaciones con Dios, consigo mismo, con los demás y con la creación toda por el pecado.
  3. La Fe: así como la primera comunidad vivía intensamente su fe en Cristo resucitado y daba testimonio de ella ante una sociedad pagana y gnóstica, así hoy nos corresponde dar testimonio de esa misma fe. Nos corresponde transmitir a las futuras generaciones la pureza de la doctrina y la rectitud de las costumbres.
  4. La Misericordia: muchas veces hemos visto el rostro misericordioso de Dios, su paciencia; también en muchas personas la determinación de entrar en las llagas de Jesús, diciéndole: Señor estoy aquí, acepta mi pobreza, esconde en tus llagas mi pecado, lávalo con tu sangre. Y hemos visto siempre que Dios lo ha hecho, ha acogido, consolado, lavado, amado. Tengamos el valor de volver a su casa, de habitar en las heridas de su amor dejando que Él nos ame, de encontrar su misericordia en los sacramentos. Sentiremos su ternura, tan hermosa, sentiremos su abrazo y seremos también nosotros más capaces de misericordia, de paciencia, de perdón y de amor. 

REFLEXIÓN

    A solo siete días de haber celebrado la Resurrección del Señor, en la fiesta que alcanza la cumbre de nuestra fe de cristianos, las tres lecturas de la misa de hoy nos presentan hechos y acontecimientos vividos por la primera comunidad de la Iglesia, inmediatamente después de la Resurrección de Jesús de entre los muertos. La celebración pascual no se limita a las ceremonias del domingo pasado, sino que se extiende a estos 50 días del tiempo pascual, que comienzan el Domingo de Pascua, y van hasta la solemnidad de Pentecostés en que celebramos la venida del Espíritu Santo.

   En la primera lectura, en el Libro de los Hechos de los Apóstoles se nos muestra la forma en que vivieron los primeros cristianos, y ella debe ser una enseñanza para nosotros, cristianos de principios del siglo 21 que nos hemos olvidado de la solidaridad y el amor que debe existir entre nosotros. Dice San Lucas en este pasaje, que era la forma de alabar a Dios y de tratar a sus hermanos, lo que les permitía a los primeros discípulos ganarse la simpatía de todo el pueblo.

   Y en la segunda lectura, San Pedro nos dice que la alegría de la Resurrección supera las contrariedades y vence todas las pruebas, porque el Señor nos dio una vida nueva y  una esperanza viva. Y el Evangelio de San Juan nos presenta la fe de Tomás que tantas enseñanzas nos deja, porque nuestra fe a veces se parece a la de Tomás.

   Las primeras dudas de Tomás desaparecen cuando el Señor lo invita a «Poner su dedo y meter su mano en el costado del Señor. La respuesta de Tomás es un acto de fe, de adoración y de entrega sin límites, cuando exclama: ¡Señor mío y Dios mío!.

   Si nuestra fe es firme, también esta fe servirá para que la fe de muchos otros se apoyen en ella. Es preciso que nuestra fe en Jesucristo vaya creciendo día tras día.
  
PARA LA VIDA

    De vez en cuando se lee o se oye la siguiente anécdota de Napoleón preso y desterrado, cuando se encontraba en la isla de Santa Elena. En conversación con uno de sus generales, Napoleón le preguntó: ¿Qué piensa usted de Jesucristo? A lo cual respondió su interlocutor: ¡Oh! Yo no me preocupo de semejantes cuestiones. Y Napoleón volvió a preguntarle: ¿Cómo? fue usted bautizado en la  Iglesia Católica, ¿y no le interesa Jesucristo? La respuesta del general ante la nueva pregunta fue el silencio. Entonces Napoleón hizo el siguiente comentario: Estamos presos en esta roca que nos devora, ¿y no es capaz usted de decirme quién era Jesucristo? Pues, ya se lo diré yo. 

   Mire a todos los grandes hombres de la Historia. Todos han pasado, y no queda de ellos nada. Mire usted mi vida: he conquistado casi toda Europa, he sido admirado, he sido querido y también he sido odiado. Y vea lo que queda de mí ahora, condenado a morir en el destierro de esta isla perdida en el océano. ¡Créame, mi general! Conozco a los hombres, y yo le puedo asegurar a usted que Jesucristo era algo más que un hombre.

   La resurrección del Señor es el fundamento y la certeza absoluta de nuestra fe. Porque Cristo resucitó nuestra fe es totalmente verdadera, sin que haya posibilidad alguna de error o mentira.


Domingo de Resurrección, 1 Abril 2018, Ciclo B


San Juan 20, 1 - 9

Jesús ha Resucitado, ¡Aleluya, Aleluya!

    Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.

  1. La Resurrección: es la gran noticia de nuestra fe, pues nos hace tomar conciencia que nuestra fe en Aquel que murió en la cruz y que fue sepultado dando su vida por nosotros en la cruz, halla su máxima expresión en la resurrección. Es ahí donde nos  reconcilia con el Padre. Jesús que nos amó hasta el extremo, no se quedó en la oscuridad de la muerte, sino que RESUCITÓ!!!!. Está vivo y ha vencido a la muerte, y está junto a nosotros. En la resurrección del Señor, Dios ha pronunciado su última palabra de Victoria sobre la muerte y el pecado. 
  2. El Cristiano:  está llamado a resucitar con Cristo y a “buscar las cosas de arriba”. Él es una creatura nueva, lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado y su vida está escondida con Cristo en Dios.
  3. El Amor: Dios suscita en el corazón de los hombres anhelos de conversión, de bien, de transformación, y, con su Providencia Divina los conduce por caminos de salvación.
  4. Las Mujeres: las primeras mensajeras de la resurrección del Señor, incluso antes que los apóstoles. Por su feminidad la mujer tiene una particular sensibilidad religiosa y humana. Comprende más rápida e intuitivamente las verdades religiosas y las verdades humanas. Se inclina espontáneamente al valor religioso, a la protección de la vida humana, al cuidado de los más débiles. A ella se le encomendó anunciar el triunfo definitivo de Cristo sobre la muerte.
  5. María: reconoció a Jesús resucitado cuando escuchó pronunciar su nombre. Quizá muchos de nuestros fieles puedan descubrir a Cristo resucitado cuando experimenten su amor, cuando comprendan su pasado, su presente y su futuro a la luz de este amor. Cuando hagan la experiencia de Cristo resucitado en sus propias vidas. 
REFLEXIÓN

   ¡Cristo vive! Esta es la gran verdad que llena de contenido nuestra fe. Jesús, que murió en la cruz, ha resucitado. Ha triunfado de la muerte, del poder de las tinieblas, del dolor y de la angustia. El tiempo pascual es tiempo de alegría. De una alegría que no se limita a esa época del año litúrgico, sino que se instala en todo momento en el corazón de los cristianos, porque Jesús está vivo.

   La Resurrección de Cristo es la realidad central de la fe católica. La importancia de este milagro es tan grande, que los Apóstoles son, ante todo, testigos de la Resurrección. Anuncian que Cristo vive, y este es el núcleo de toda su predicación. Esto es lo que, después de veinte siglos, nosotros anunciamos al mundo: ¡Cristo vive! La Resurrección es el argumento supremo de la Divinidad de Nuestro Señor.

   Después de resucitar por su propia virtud, Jesús glorioso fue visto por los discípulos, que pudieron cerciorarse de que era Él mismo: pudieron hablar con Él, le vieron comer, comprobaron las heridas de los clavos y de la lanza. Los Apóstoles declaran que se manifestó con numerosas pruebas, y muchos de estos hombres murieron testificando esta verdad. Jesucristo vive. Y esto nos colma de alegría el corazón. Esta es la gran verdad que llena de contenido nuestra fe.

   Jesús, que murió en la cruz, ha resucitado, ha triunfado sobre el dolor y la muerte. En Él, encontramos todo. Fuera de Él, nuestra vida queda vacía.

   María de Magdalena fue a visitar el sepulcro de Jesús, al amanecer del primer día de la semana. Todas las apariciones de Jesús Resucitado ocurren en el día domingo. El día del Señor, fue el amanecer de la Nueva Creación en Jesucristo. En el Señor fue renovada la primera creación, que había caído bajo la corrupción del pecado. Por eso los cristianos santificaron desde el comienzo este día.
   El Señor ha resucitado de entre los muertos, como lo había dicho. Alegrémonos y regocijémonos todos, porque reina para siempre, aleluya! 

PARA LA VIDA
   Los niños de un colegio representaban la Pasión del Señor. Los padres del pequeño Mateo recogieron a su hijo al final de la obra y le dijeron que le habían dado el papel menos importante. Oh no, dijo el niño, yo he sido la piedra que deja salir a Jesús Resucitado. La piedra movida por el amor de Dios hace que Cristo resucite y siga viviendo en medio de nosotros. La piedra movida es la religión que nos invita a ponernos en múltiples movimientos solidarios. La Resurrección como acontecimiento no fue captada por ningún ojo humano. Fue experimentada no por los corazones de piedra sino por los corazones de carne. 

   Creer en el Resucitado es esperar que las horas alegres, las experiencias amargas, las "huellas" que hemos dejado en las personas y en las cosas, lo que hemos construido o hemos disfrutado generosamente, todo quedará transfigurado. Ya no conoceremos la amistad que termina, la fiesta que se acaba ni la despedida que entristece. Dios será todo en todos. Creer en el Resucitado es creer que un día escucharemos las palabras que proclama el libro del Apocalipsis: "Yo soy el origen y el final de todo. Al que tenga sed, yo le daré gratis del manantial del agua de la vida". Ya no habrá muerte ni habrá llanto, no habrá gritos ni fatigas porque todo eso habrá pasado. 

“Felices Pascuas de Resurrección”


Domingo de Ramos, 25 Marzo 2018, Ciclo B


San Marcos 14, 1 - 15, 47

Bendito el que Viene en Nombre del Señor

    Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.
  1. Semana Santa: vivir la semana Santa es acompañar a Jesús desde la entrada a Jerusalén hasta la resurrección. Vivir la semana Santa es descubrir qué pecados hay en mi vida y buscar el perdón generoso de Dios en el Sacramento de la Reconciliación. Vivir la Semana Santa es afirmar que Cristo está presente en la eucaristía y recibirlo en la comunión.
  2. Pasión: bajo el signo de la glorificación, considera indirectamente la agonía de Jesús en el huerto con un eco particular: Ahora mi alma está turbada. Y ¿qué voy a decir? ¡Padre, líbrame de esta hora! Pero ¡si he llegado a esta hora para esto! (Jn 12,27). “La angustia mortal de Jesús se expresa y reviste con la palabra de un salmo: mi alma está triste Sal 46,6.12; Sal 43,5. Pero Jesús añade algo más hasta la muerte. No porque quisiese morir, sino por lo intenso del dolor.
  3. Muerte: su muerte fue un acto de amor. En la última Cena, Él anticipó la muerte y la transformó en el don de sí mismo. Su comunión existencial con Dios era concretamente una comunión existencial con el amor de Dios, y este amor es la verdadera potencia contra la muerte, es más fuerte que la muerte.
  4. Resurrección: fue como un estallido de luz, una explosión del amor que desató el vínculo hasta entonces indisoluble del «morir y devenir». Inauguró una nueva dimensión del ser, de la vida, en la que también ha sido integrada la materia, de manera transformada, y a través de la cual surge un mundo nuevo. La resurrección no ha pasado, la resurrección nos ha alcanzado e impregnado. A ella, es decir al Señor resucitado, nos sujetamos, y sabemos que también Él nos sostiene firmemente cuando nuestras manos se debilitan.

REFLEXIÓN

   Hoy la Iglesia entera conmemora el Domingo de Ramos, que constituye la puerta de la semana santa. La entrada triunfal de Jesús en Jerusalén marca, en cierto sentido, el fin de lo que Jerusalén representaba para el antiguo testamento, y señala el principio de la plena realización de la nueva Jerusalén. Desde este momento Jesucristo insistirá sobre la destrucción de la Jerusalén terrenal, hablará de su juicio, de la que ha de ser la Jerusalén futura. De ella nacerá la Iglesia, ciudad espiritual que se extenderá por todo el mundo cual signo universal de la redención futura.

   Por eso, la celebración de este domingo comienza con el rito de la bendición de los ramos. Sigue la lectura del Evangelio que relata la entrada de Cristo en la Ciudad Santa, y termina con la procesión o la entrada solemne. Se ha simplificado la bendición de los ramos, y se ha dado mucho más realce a la procesión, poniendo de manifiesto que no se trata tanto del simbolismo de las palmas, cuanto de rendir homenaje a Cristo, Mesías - Rey, imitando a quienes lo aclamaron como Redentor de la humanidad. La procesión tiene como meta la celebración de la Eucaristía, ya que en ella se reactualiza el sacrificio de Cristo. La entrada de Cristo en Jerusalén tenía la finalidad de consumar su misterio Pascual. La liturgia de la misa insiste en los aspectos de la Pasión y de la Pascua.

   Durante la procesión de este Domingo, llevamos en las manos olivos como signo de paz y esperanza, porque en el seguimiento de Cristo, pasando nuestra propia pasión y muerte, viviremos la resurrección definitiva de Dios. Después llevamos a nuestras casas los ramos bendecidos, como signo de la bendición de Dios, de su protección y ayuda. Según nuestra costumbre, se colocan sobre un crucifijo o junto a un cuadro religioso, y este olivo es un sacramental., es decir, nos recuerda algo sagrado. El ramo que hoy llevamos a nuestras casas es el signo exterior de que hemos optado por seguir a Jesús en el camino hacia el Padre. 

PARA LA VIDA
¡Hosanna! Bendito...
  • El que viene en el Nombre del Señor...
  • El que dio su vida para darnos vida...
  • El que fue obediente hasta la muerte y muerte de cruz...
  • El que nos mostró el límite del amor y la entrega...
  • El que amó y amó hasta el extremo...
  • El que derramó su sangre por nosotros...
  • El que hizo de su vida una ofrenda a Dios...
  • El que vivió para servir y amar...
  • El que vino para llevarnos al Padre y reconciliarnos con Él...
  • El que tiene Palabras de vida eterna...
  • El que es camino, verdad y vida...
  • El que está siempre a nuestro lado...
  • El que nos quiere dar vida con su vida...
  • El que siendo Dios se hizo hombre para llevarnos al Padre...
  • El que en la cruz nos reconcilió con el Padre...
  • El que nos mostró que no hay mayor amor que dar la vida por los amigos...
  • El que su enseñanza fue su propia vida...
  • El que es consuelo y fortaleza para nosotros...
  • El que es Dios verdadero hecho hombre que murió por nosotros...
  • El que es Dios hecho hombre, nuestro Señor y redentor...