30° Domingo del tiempo Ordinario, 23 de Octubre de 2011

San Mateo 22, 34-40

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( El Amor
)

  1. El Amor: donde hay amor total a Dios hay amor concreto a los hermanos necesitados; es más, cuanto mayor sea nuestro amor a Dios más amaremos al prójimo. Podemos decir esto mismo de otra manera: el amar a Dios se torna en amor sin límites a los hermanos, y no podemos amar a este Padre sino amando lo que Él ama. Si Dios ama a los hombres como a hijos y criaturas suyas, quien ama de verdad a Dios no puede olvidar a los que Dios ama.
  2. El Prójimo: debe ser tratado como a mí me gustaría que me tratasen. Y tan importante es el que está a mi lado, como lo soy yo, por eso debo cuidar de él y sentirme responsable de su ser. Amar al prójimo como a uno mismo es la consecuencia del amor a Dios; el que ama a Dios ama al hermano, y se ama a sí mismo; no se puede decir que amamos a Dios y no amamos a los hermanos: sería mentira e hipocresía.
  3. La Misión: el Evangelio nos recuerda el mandato misionero que Cristo confía a toda la Iglesia hacer que todos los pueblos se conviertan en sus discípulos misioneros. Cada cristiano y cada comunidad cristiana tienen la obligación de anunciar a Jesucristo con su vida, con sus palabras y con sus obras. El Evangelio no es un bien exclusivo de quien lo ha recibido, sino que es un don que hay que compartir con los más alejados.

REFLEXIÓN

Amar a Dios y al prójimo

El mandamiento del amor a Dios, aunque es el primero y principal, es, sin embargo, semejante al segundo que nos manda amar al prójimo como a uno mismo.

Uno y otro constituyen el resumen y la tarea de toda la vida cristiana, o como nos ha dicho Jesús: la Ley y la revelación se fundamentan en el amor, y a la luz del amor alcanzan todo su sentido.

Si antes hemos dicho que no se puede confundir el amor a Dios con el amor al prójimo, ahora tenemos que añadir que no se pueden separar estos dos amores, pues, como nos advierte san Juan, ‘quien dice que ama a Dios, a quien no ve, y no ama a su hermano a quien ve, es un mentiroso y el amor de Dios no está en él’.

PARA LA VIDA


Érase una vez un rey que no tenía hijos para sucederle y puso un gran anuncio en los periódicos invitando a los jóvenes a solicitar la adopción en su familia. Sólo se requerían dos condiciones: amar a Dios y amar al prójimo.

Un muchacho campesino quería, pero no se atrevía a presentarse porque iba cubierto de harapos. Se puso a trabajar, hizo dinero, compró ropa nueva y se puso en camino para intentar ser adoptado por la familia del rey.

Cuando ya estaba llegando al palacio, se encontró con un mendigo que tiritaba de frío. El joven campesino se conmovió y le dio su ropa nueva. Vestido de harapos, le parecía inútil continuar pero decidió terminar el viaje y llegar al palacio.

Llegó y todos los empleados se burlaban de él. Finalmente fue admitido a la presencia del rey. Cuál no fue su sorpresa cuando vio que el rey era el mendigo del camino y que vestía las ropas que le había regalado. El rey bajó de su trono, abrazó al joven y le dijo: “Bienvenido, hijo mío”.

29° Domingo del tiempo Ordinario, 16 de Octubre de 2011

San Mateo 22, 15-21

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( a Imagen de Dios
)

  1. Dios único absoluto: conceder a Dios lo que es de Dios supone darle la primacía y colocar al César en otro lugar. Los Césares cambian cada 4 años, Dios es eterno. ¡Cuántos dioses nos creamos o inventamos! Dios permanece por siempre y está en todo. Dios no es temporal sino eterno; no es de ninguna nación, es universal; no pasa como las monedas, permanece siempre. Las monedas son del César, el corazón es de Dios. La imagen de Dios no está grabada en una moneda, está grabada en el corazón y allá dice cuánto nos ama.
  2. La Libertad: sólo a Dios le debemos la libertad y sólo a Él se la podemos y debe­mos entregar. Dios es el único que garantiza y salvaguarda la libertad del hombre; Dios es el garante último de la dignidad inviolable de la persona humana. 'A Dios lo que es de Dios', o sea, nosotros… ¿Y qué le debemos a Dios?: EL AMOR. ¿Qué hemos de entregarle? Cada uno de nosotros llevamos impresa en nuestro corazón la imagen de Dios, pues somos criaturas suyas; cuando Jesús nos manda dar a Dios lo que es de Dios, nos está indicando que lo único que podemos dar a Dios que sea digno de él es nuestro corazón, nosotros mismos, todo nuestro ser.

REFLEXIÓN

“Den a Dios lo que es de Dios”

Aquí es donde se sitúa el mensaje de Jesús: en su Padre Dios. Jesús no vino a dirimir pleitos ni a ser el juez de los negocios humanos; vino a hacernos partícipes del “negocio” de Dios, la vida divina.

Y Jesús nos pregunta hoy, ¿quién lleva la imagen de Dios? ¿Quién fue hecho a imagen de Dios?: nosotros, todo ser humano es imagen de Dios. Dios no necesita nuestras monedas. Los euros y los dólares llevan la imagen de algún jefe de este mundo; nosotros llevamos impresa su imagen perfecta, fuimos creados a su imagen y semejanza.

ANÉCDOTA


Érase una vez un rey muy querido por todos sus súbditos, pero estaba muy enfermo y necesitaba un trasplante de corazón. Se congregaban todos ante el palacio y gritaban: Oh rey, toma nuestros corazones. El rey se emocionaba y callaba.

Un buen día pidió silencio y les dijo a todos los allí congregados: Voy a tirar una pluma de ave y la persona sobre la que se pose me ofrecerá su corazón. Soltó una pluma y ésta revoloteaba de un lado para otro y todos gritaban: Oh rey, toma nuestros corazones, al mismo tiempo que soplaban para que no les cayera encima.

Confesar la fe es fácil, vivir la fe y arriesgar la vida por Dios es el heroísmo cristiano. Dice una historia judía, con mucho humor, que Dios no vistió a Adán y a Eva porque una vez vestidos habrían pedido bolsillos y una vez que tuvieran bolsillos pedirían dinero para llenarlos.

28° Domingo del tiempo Ordinario, 9 de Octubre de 2011

San Mateo 22, 1-14

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( El Gran Banquete
)

  1. Los Invitados: El Señor nos ha invitado a una fiesta y debemos acudir adecuadamente a ella. No vaya a ser que entremos en su Casa sin el traje apropiado. El traje de la dignidad y el amor. ¿Estamos suficientemente preparados con el traje de la caridad, para acudir a la comida que nos da Jesús?. Si no lo estamos, la gracia y la ternura del Padre perdonarán nuestros pecados y transformarán nuestro ropaje pecador en traje de gala y amor.
  2. El Banquete: La Eucaristía es el anticipo del banquete eterno que nos saciará en el Cielo. Jesús, al que ahora vemos en fe bajo las divinas especies del pan y del vino, será en el cielo, nuestro gozo consumado. La Eucaristía ha sido, en la tradición cristiana, el banquete más propicio para lucir con elegancia el vestido de los elegidos y el Pan de Dios con el cual comulgamos en el destino del Señor, después de habernos arrepentido y despojado del vestido del rencor, del odio, de la arrogancia, de la soberbia.

REFLEXIÓN

No es fácil responder que sí a Dios. ¡Cuántas excusas nos inventamos o ponemos en nuestra vida para no responder a su mensaje con alegría y así entrar en su banquete!

Decimos: “me da pereza; es que tengo que atender a los míos; el negocio es el negocio; debo atender primero a mi amigo; en otra ocasión; me ha surgido un compromiso, no tengo tiempo, estoy cansado, otro día voy...”

Poco a poco vamos dando largas al asunto y nos olvidamos de lo más importante: Cristo nos llama a su Reino y a trabajar en sus campos y nos invita a su fiesta. Ahora, en la cada Eucaristía, compartimos su mesa y su banquete, ¿somos dignos de Él o le damos la espalda al salir por la puerta?.

Son muchos los que le dicen o decimos que no pero El sigue llamando y nos llama a todos. Lo importante es dejar que Jesús pase por los caminos de nuestra vida, nos revistamos de Él y aceptemos ir a su banquete.

PARA LA VIDA


Érase una vez un hombre muy rico que solía dar una cena al mes a sus amigos. En una ocasión algunos invitados no pudieron asistir por enfermedad. Este hombre quería celebrar y brindar con los amigos ausentes en la siguiente reunión, así que mandó a su mayordomo colocar una botella de su mejor vino en una caja especial y le dijo al mayordomo: “Respeta esta caja. Tiene una finalidad muy especial para nuestros huéspedes”. El mayordomo respetó la orden de su señor y cada vez que pasaba delante de la caja hacía una inclinación.

Poco después el señor murió y las cenas siguieron celebrándose. El mayordomo recordó a los invitados que tenían que respetar la caja especial. Así las cenas comenzaron a ser más serias y en lugar de celebrar la amistad de todos, se dedicaron a comer en silencio y a mirar la caja con mucho respeto. La palabra de Dios, en este domingo, nos habla también de un Dios rico en amor, de un gran banquete y de una fiesta de bodas.

27° Domingo del tiempo Ordinario, 2 de Octubre de 2011

San Mateo 21, 33-43
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( Dar Frutos
)

  1. La Viña: «La Iglesia es labranza o campo de Dios”. En este campo crece el antiguo olivo cuya raíz santa fueron los patriarcas y en el que tuvo y tendrá lugar la reconciliación de los judíos y de los gentiles. El labrador del cielo la plantó como viña selecta. La verdadera vid es Cristo, que da vida y fecundidad a los sarmientos, es decir, a nosotros, que permanecemos en él por medio de la Iglesia y que sin él no podemos hacer nada».
  2. La Vid: «Desde el comienzo, Jesús asoció a sus discípulos a su vida; les reveló el Misterio del Reino; les dio parte en su misión, en su alegría y en sus sufrimientos. Jesús habla de una comunión todavía más íntima entre Él y los que le sigan: “Permaneced en mí, como yo en vosotros... Yo soy la vid y vosotros los sarmientos”. Anuncia una comunión misteriosa y real entre su propio cuerpo y el nuestro: “Quien come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él”.
  3. El Mundo: los frutos que ofrece este mundo: consumo, odio, rencor, poder, tener más. Las uvas se vuelven agrias y no agradan al Señor. Pero Dios, que nos ama y nos perdona siempre, no lo olvidemos, nos envía a su hijo, nos lo envía para escucharlo, amarlo, seguirlo y hagamos de nuestro mundo el reino de Dios. Así como pedimos perdón por una ofensa a una persona querida y procuramos compensarla con algún acto bueno, mucho mayor debe ser nuestro deseo de reparación cuando el ofendido es Jesús, el Amigo de verdad, el dueño de la Viña.
  4. La Responsabilidad: nuestra tarea es cooperar sembrando el amor divino; esa es nuestra vocación original. Desde el bautismo somos la viña amada de Jesús y el reto es dar frutos que se cosechen en la vida eterna. Allá se verán los frutos del bien que hemos hecho en este mundo!...

REFLEXIÓN

El evangelio de hoy es una llamada a ser y a trabajar en la viña. La vida es el regalo precioso, un corto tiempo para vivir y trabajar en la viña. Al final del día tendrá lugar la recompensa, que no será para nadie el fruto de sus propios méritos o esfuerzos, sino un regalo divino y por bondad de Dios. Dios nos invita a participar en su vida y en su obra. Aunque esto conlleve esfuerzos, trabajos y fatigas, tiene sentido el gastar la vida por él. En el lugar en que nos encontremos y en las actividades que se nos encomienden, somos operarios en la viña del Señor.

PARA LA VIDA PRÁCTICA


En la bahía de Nápoles viven la medusa y unos caracoles. Cuando los caracoles son pequeñitos la medusa se los traga con avidez pero no los puede digerir porque están protegidos por la concha, los caracoles se adhieren con fuerza al interior de la medusa y poco a poco comienzan a comérsela. Cuando ya son grandes se han comido por completo a la medusa. Nosotros somos también como la medusa, con avidez nos comemos una cantidad de basura, la cual poco a poco nos va carcomiendo por dentro. Llámelo alcohol, ira, soberbia, avaricia, rencor, arrogancia, infidelidad… Poco a poco va creciendo y nos va mordiendo. Vivimos agitados internamente y con el tiempo somos devorados desde dentro por todo aquello que no es digerible, que albergamos en nuestro interior.

26° Domingo del tiempo Ordinario, 25 de Septiembre de 2011

San Mateo 21, 28-32

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( La Conversión
)

  1. Trabajar: El Padre nos envía porque quiere. No es nuestra voluntad la que marca los ritmos del trabajo en la Iglesia y en el mundo. Pero además, no olvidemos que nos envía “hoy”. La tarea no pertenece al pasado. Ni a un futuro inimaginable. Ahora somos llamados y ahora somos enviados. Ahora se espera nuestra respuesta.
  2. La Respuesta: decir sí a todo el mundo, cae bien y quien se comporta de esta manera resulta simpático. No se puede ignorar que muchos sinceramente dicen sí, sin darse cuenta de que están incapacitados, que no disponen del tiempo necesario, que deben aceptar con humildad que no pueden ofrecerse a lo que se les propone.
  3. La Tarea: ¡Padre, que no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú! Que se haga tu voluntad en la vocación y lugar que me has designado en el mundo y en la Iglesia. Que se haga tu voluntad en el cumplimiento de mi deber de cada día. Que se haga tu voluntad en el desempeño de mi trabajo, hecho siempre con la mayor perfección. Que se haga tu voluntad cuando me apriete el dolor de una enfermedad, o en cualquier dificultad.
  4. La Conversión: todos somos un proyecto sin terminar. Todos estamos enproceso de perfección. Dios nos invita a una CONVERSIÓN de corazón continua. Esta es la vida, la lucha y la tarea del DISCÍPULO de Jesús.

REFLEXIÓN

Se nota cuando, nuestras palabras son eso: buenos deseos. Y, por el contrario, a veces los silencios hacen y dicen mucho. Hoy con el evangelio en la mano nos damos cuenta de que nuestro “si” no siempre es sincero ni creíble o firme. Muchas veces está condicionado por el quedar bien con alguien o por algo, por salir airosos de algunas situaciones o, simplemente, porque con un “si vacío” solucionamos una situación puntual que, luego, se nos puede volver en contra.

Es bueno pues aquella máxima de:

“promete lo que vayas a realizar y

calla aquello que te deje en evidencia”.


PARA LA VIDA PRÁCTICA


En cierta ocasión, Martin Luther King quería convencer a los que acudieron a escuchar su discurso, de la necesidad de colaborar y pasar a los hechos. Muchas veces había escuchado el lamento escéptico: "Pero yo... ¿qué puedo hacer?". Aquel día mandó apagar las luces del estadio en el que estaban. Cuando ya estaban todos en tinieblas preguntó: "¿Alguno podría ayudar a iluminarnos?". Todos permanecieron en silencio.... Sacó su mechero y lo encendió: "¿Veis esta luz?". Respondieron afirmativamente...... y volvió a preguntarles: "¿Nos sirve para algo?". Nuevamente el silencio..."Sacad cada uno vuestro encendedor y, cuando os dé la señal, encendedlo". El estadio se iluminó…. La moraleja es muy clara. En el mundo hay muchas cosas que no están bien, que deberíamos cambiar, pero, con la excusa del "yo no puedo cambiar el mundo", no hacemos nada.