San Mateo 21, 28-32
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( La Conversión
)
- Trabajar: El Padre nos envía porque quiere. No es nuestra voluntad la que marca los ritmos del trabajo en la Iglesia y en el mundo. Pero además, no olvidemos que nos envía “hoy”. La tarea no pertenece al pasado. Ni a un futuro inimaginable. Ahora somos llamados y ahora somos enviados. Ahora se espera nuestra respuesta.
- La Respuesta: decir sí a todo el mundo, cae bien y quien se comporta de esta manera resulta simpático. No se puede ignorar que muchos sinceramente dicen sí, sin darse cuenta de que están incapacitados, que no disponen del tiempo necesario, que deben aceptar con humildad que no pueden ofrecerse a lo que se les propone.
- La Tarea: ¡Padre, que no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú! Que se haga tu voluntad en la vocación y lugar que me has designado en el mundo y en la Iglesia. Que se haga tu voluntad en el cumplimiento de mi deber de cada día. Que se haga tu voluntad en el desempeño de mi trabajo, hecho siempre con la mayor perfección. Que se haga tu voluntad cuando me apriete el dolor de una enfermedad, o en cualquier dificultad.
- La Conversión: todos somos un proyecto sin terminar. Todos estamos enproceso de perfección. Dios nos invita a una CONVERSIÓN de corazón continua. Esta es la vida, la lucha y la tarea del DISCÍPULO de Jesús.
REFLEXIÓN
Se nota cuando, nuestras palabras son eso: buenos deseos. Y, por el contrario, a veces los silencios hacen y dicen mucho. Hoy con el evangelio en la mano nos damos cuenta de que nuestro “si” no siempre es sincero ni creíble o firme. Muchas veces está condicionado por el quedar bien con alguien o por algo, por salir airosos de algunas situaciones o, simplemente, porque con un “si vacío” solucionamos una situación puntual que, luego, se nos puede volver en contra.
Es bueno pues aquella máxima de:
“promete lo que vayas a realizar y
calla aquello que te deje en evidencia”.
PARA LA VIDA PRÁCTICA
En cierta ocasión, Martin Luther King quería convencer a los que acudieron a escuchar su discurso, de la necesidad de colaborar y pasar a los hechos. Muchas veces había escuchado el lamento escéptico: "Pero yo... ¿qué puedo hacer?". Aquel día mandó apagar las luces del estadio en el que estaban. Cuando ya estaban todos en tinieblas preguntó: "¿Alguno podría ayudar a iluminarnos?". Todos permanecieron en silencio.... Sacó su mechero y lo encendió: "¿Veis esta luz?". Respondieron afirmativamente...... y volvió a preguntarles: "¿Nos sirve para algo?". Nuevamente el silencio..."Sacad cada uno vuestro encendedor y, cuando os dé la señal, encendedlo". El estadio se iluminó…. La moraleja es muy clara. En el mundo hay muchas cosas que no están bien, que deberíamos cambiar, pero, con la excusa del "yo no puedo cambiar el mundo", no hacemos nada.