28° Domingo del tiempo Ordinario, 9 de Octubre de 2011

San Mateo 22, 1-14

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( El Gran Banquete
)

  1. Los Invitados: El Señor nos ha invitado a una fiesta y debemos acudir adecuadamente a ella. No vaya a ser que entremos en su Casa sin el traje apropiado. El traje de la dignidad y el amor. ¿Estamos suficientemente preparados con el traje de la caridad, para acudir a la comida que nos da Jesús?. Si no lo estamos, la gracia y la ternura del Padre perdonarán nuestros pecados y transformarán nuestro ropaje pecador en traje de gala y amor.
  2. El Banquete: La Eucaristía es el anticipo del banquete eterno que nos saciará en el Cielo. Jesús, al que ahora vemos en fe bajo las divinas especies del pan y del vino, será en el cielo, nuestro gozo consumado. La Eucaristía ha sido, en la tradición cristiana, el banquete más propicio para lucir con elegancia el vestido de los elegidos y el Pan de Dios con el cual comulgamos en el destino del Señor, después de habernos arrepentido y despojado del vestido del rencor, del odio, de la arrogancia, de la soberbia.

REFLEXIÓN

No es fácil responder que sí a Dios. ¡Cuántas excusas nos inventamos o ponemos en nuestra vida para no responder a su mensaje con alegría y así entrar en su banquete!

Decimos: “me da pereza; es que tengo que atender a los míos; el negocio es el negocio; debo atender primero a mi amigo; en otra ocasión; me ha surgido un compromiso, no tengo tiempo, estoy cansado, otro día voy...”

Poco a poco vamos dando largas al asunto y nos olvidamos de lo más importante: Cristo nos llama a su Reino y a trabajar en sus campos y nos invita a su fiesta. Ahora, en la cada Eucaristía, compartimos su mesa y su banquete, ¿somos dignos de Él o le damos la espalda al salir por la puerta?.

Son muchos los que le dicen o decimos que no pero El sigue llamando y nos llama a todos. Lo importante es dejar que Jesús pase por los caminos de nuestra vida, nos revistamos de Él y aceptemos ir a su banquete.

PARA LA VIDA


Érase una vez un hombre muy rico que solía dar una cena al mes a sus amigos. En una ocasión algunos invitados no pudieron asistir por enfermedad. Este hombre quería celebrar y brindar con los amigos ausentes en la siguiente reunión, así que mandó a su mayordomo colocar una botella de su mejor vino en una caja especial y le dijo al mayordomo: “Respeta esta caja. Tiene una finalidad muy especial para nuestros huéspedes”. El mayordomo respetó la orden de su señor y cada vez que pasaba delante de la caja hacía una inclinación.

Poco después el señor murió y las cenas siguieron celebrándose. El mayordomo recordó a los invitados que tenían que respetar la caja especial. Así las cenas comenzaron a ser más serias y en lugar de celebrar la amistad de todos, se dedicaron a comer en silencio y a mirar la caja con mucho respeto. La palabra de Dios, en este domingo, nos habla también de un Dios rico en amor, de un gran banquete y de una fiesta de bodas.