San Lucas 23, 31-43
1. La Cruz: es el trono desde donde nos salva. Clavado en la cruz, Jesús es el Rey del amor divino que escucha y perdona, que devuelve bien por mal. En la cruz nos da la suprema lección de entrega, amor y humildad, contrario a este mundo que impulsa a la ambición, al poder, a los honores y a la vana gloria.
2. El Rey: Jesús afirmó: “mi reino no es de este mundo”. Su trono es la cruz, su corona es de espinas, su cetro una caña, su manto de coronación un traje destrozado, su misión servir y dar la vida por los demás, su reino es de justicia, amor y paz.
3. El Reino de Dios: el reino de su Hijo querido será un reino de ciudadanos redimidos, perdonados y reconciliados. Es un reino universal, sin fronteras, ni excluidos, ni marginados porque su amor es universal y su corazón incluye a todos. Su reino no se ha hecho con la fuerza de la espada, ni con la sangre de víctimas inocentes, sino con la sangre preciosa del Cordero de Dios, derramada por los pecados de la humanidad.
En este último domingo del tiempo ordinario celebramos a Cristo Rey del Universo. No obstante, su manera de reinar es diferente: Su “trono” es la cruz. Y su “vara de mando” es una toalla ceñida y una jofaina llena de agua. Cristo reina desde la cruz, porque en ella entregó su vida por los pecadores; y como no vino a ser servido, toda su vida la pasó haciendo el bien, sirviendo. En este último domingo queremos resumir su vida diciendo que Jesús fue “servidor”, y que si queremos ser seguidores suyos, hemos de imitar su ejemplo y ponernos al servicio de nuestros hermanos, aunque eso muchas veces nos cueste esfuerzos, sufrimientos, cruces, compromisos, y entrega. El próximo domingo daremos la bienvenida al ADVIENTO, tiempo de Conversión y Esperanza.
ORACIÓN
REINARÉ, CONTIGO, SEÑOR Anunciando tu misericordia y tu lealtad, Tu presencia y tu comunión con el Padre, Tu fidelidad y tu reino de vida, verdad, amor y paz. Amén.
PARA MEDITAR
En un antiguo reino, sin previo aviso, se le ocurrió a un rey salir de su palacio y visitar a sus súbditos. Y, para que el pueblo se mostrase tal y cual era, el rey apareció montado en un caballo y vestido con una túnica humilde.
Fue saludando uno por uno los hogares, ayudando a los necesitados, preguntando por los niños, los jóvenes, los ancianos…y, al final, tomó su propia cabalgadura y la regaló a una familia especialmente pobre.
En la despedida un aldeano reparó en que –aquel misterioso personaje- era el monarca. Salió a la calle y golpeando por las puertas gritaba ¡era el rey! ¡era el rey!¡Lo ha dado todo! ¡Qué maravilla con el rey! ¡nos lo ha dado todo! BENDITO DIOS.