34° Domingo del Tiempo Ordinario 21 de Noviembre de 2010

San
Lucas 23, 31-43


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( Viva Cristo Rey )


1. La Cruz: es el trono desde donde nos salva. Clavado en la cruz, Jesús es el Rey del amor divino que escucha y perdona, que devuelve bien por mal. En la cruz nos da la suprema lección de entrega, amor y humildad, contrario a este mundo que impulsa a la ambición, al poder, a los honores y a la vana gloria.

2. El Rey: Jesús afirmó: “mi reino no es de este mundo”. Su trono es la cruz, su corona es de espinas, su cetro una caña, su manto de coronación un traje destrozado, su misión servir y dar la vida por los demás, su reino es de justicia, amor y paz.


3. El Reino de Dios: el reino de su Hijo querido será un reino de ciudadanos redimidos, perdonados y reconciliados. Es un reino universal, sin fronteras, ni excluidos, ni marginados porque su amor es universal y su corazón incluye a todos. Su reino no se ha hecho con la fuerza de la espada, ni con la sangre de víctimas inocentes, sino con la sangre preciosa del Cordero de Dios, derramada por los pecados de la humanidad.


REFLEXIÓN

En este último domingo del tiempo ordinario celebramos a Cristo Rey del Universo. No obstante, su manera de reinar es diferente: Su “trono” es la cruz. Y su “vara de mando” es una toalla ceñida y una jofaina llena de agua. Cristo reina desde la cruz, porque en ella entregó su vida por los pecadores; y como no vino a ser servido, toda su vida la pasó haciendo el bien, sirviendo. En este último domingo queremos resumir su vida diciendo que Jesús fue “servidor”, y que si queremos ser seguidores suyos, hemos de imitar su ejemplo y ponernos al servicio de nuestros hermanos, aunque eso muchas veces nos cueste esfuerzos, sufrimientos, cruces, compromisos, y entrega. El próximo domingo daremos la bienvenida al ADVIENTO, tiempo de Conversión y Esperanza.

ORACIÓN

REINARÉ, CONTIGO, SEÑOR Anunciando tu misericordia y tu lealtad, Tu presencia y tu comunión con el Padre, Tu fidelidad y tu reino de vida, verdad, amor y paz. Amén.

PARA MEDITAR

En un antiguo reino, sin previo aviso, se le ocurrió a un rey salir de su palacio y visitar a sus súbditos. Y, para que el pueblo se mostrase tal y cual era, el rey apareció montado en un caballo y vestido con una túnica humilde.

Fue saludando uno por uno los hogares, ayudando a los necesitados, preguntando por los niños, los jóvenes, los ancianos…y, al final, tomó su propia cabalgadura y la regaló a una familia especialmente pobre.

En la despedida un aldeano reparó en que –aquel misterioso personaje- era el monarca. Salió a la calle y golpeando por las puertas gritaba ¡era el rey! ¡era el rey!¡Lo ha dado todo! ¡Qué maravilla con el rey! ¡nos lo ha dado todo! BENDITO DIOS.

33° Domingo del Tiempo Ordinario 14 de Noviembre de 2010

San Lucas 21, 5-19


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( La Perseverancia )


1. El Día Final: cuando andamos agobiados, enfermos, preocupados, ansiosos, podemos sentir que estamos, en cierto modo, al final de nuestras vidas, pero si mantenemos nuestras fuerzas concentradas en la meta real, veremos que ningún problema de este mundo puede destrozarnos. Nuestro reino no está en este mundo y las cosas de este mundo no son nuestro fin. Nuestra meta es Dios, vivir en los brazos de Jesús en el cielo.

2. El Juicio: todos los días nos enfrentamos a un juicio, en donde el juez es nuestra propia conciencia, donde resuena la voz de Dios. Al comienzo de cada Eucaristía estamos de cara a un juicio: reconocer nuestros pecados, enfrentarnos con nosotros mismos, reconocernos débiles y por tanto necesitados de Dios, realmente es un juicio verdadero, como el del día final. Preguntémonos, ¿cómo está nuestro interior?, ¿Jesús admirará la belleza de nuestro corazón así como los judíos ponderaban y admiraban la fachada del templo?


3. La Perseverancia: requiere equilibrio; si no nos mantenemos centrados en Dios, nosotros oscilamos y caemos. Si Dios no nos muestra inmediatamente donde afirmar nuestro pie para avanzar, nosotros o caemos lejos o caemos en su mano. ¡La mano de Dios nunca es temporal! La mano de Dios proporciona la seguridad verdadera.


REFLEXIÓN

El Señor entrevé la caída del templo de Jerusalén, y también recuerda por unos momentos el fin del mundo. Esos momentos finales en los que surgirán falsos profetas y mesías, proclamando ser los portadores de la salvación eterna. Jesús nos pone en guardia a todos. No vayáis tras de ellos, no les creáis cuando afirmen que el fin está ya cerca (son charlatanes de los que no conocen). Habrá guerras y revoluciones, pero todavía no ha llegado el momento. Por eso hay que permanecer serenos, no dejarse llevar por el pánico, tener la confianza puesta en Dios que no nos abandonará en los terremotos de la vida.

LAS SIETE MARAVILLAS DEL MUNDO

Un grupo de estudiantes de Geografía estudiaba las siete maravillas del mundo y a pesar de algunos desacuerdos, la mayoría votó por las siete siguientes: Las Pirámides de Egipto, El Taj Mahal, El Gran cañón, El Canal de Panamá, El Empire State, La Basílica de San Pedro, La Muralla China.

Mientras se hacía la votación el maestro notó que una estudiante permanecía aún callada y no había entregado aún su lista. Así que le preguntó si tenía problema para hacer aún su elección. La muchacha tímidamente respondió: Sí, un poco no podía decidirme pues son tantas las maravillas.

El maestro dijo: Bueno, dinos lo que has escrito y tal vez podamos ayudarte. La muchacha titubeó y después leyó:

Creo que las Siete Maravillas son: poder tocar, poder saborear, poder ver, poder escuchar...Titubeando un poco continuó: Poder sentir, poder reír y... poder amar. Al terminar de leerlas el salón de clase quedó en un silencio absoluto.

Lección: La verdadera maravilla no está en las cosas sino en lo que el ser humano es capaz de hacer desde el esplendor de su corazón.

32° Domingo del Tiempo Ordinario 7 de Noviembre de 2010

San Lucas 20, 27-38


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( La Vida Eterna )


1. La Vida: en esta vida hombres y mujeres, viven, se casan y mueren. En este mundo van quedando la vejez, la descendencia, la muerte. La vida nueva que Dios da con la resurrección es radicalmente distinta. Se caracteriza porque es eterna, abierta e ilimitada y descansa en la comunión con Dios. Allá no hay muerte, ni matrimonio, ni sufrimiento, ni dolor.

2. La Muerte: nos asusta y nos angustia el pensar que un día moriremos y pensar en lo que viene después de la muerte, que preferimos evadir ese tema a como dé lugar, “vivir” el momento presente, “no pensar” en la muerte, creer que “es para otros” pero no para mí. Pero, aunque hagamos lo imposible por olvidarla o evadirla, mi muerte y la de mis seres queridos vendrá inevitablemente.


3. La Resurrección: la vida que nos da Cristo, no es continuación de la vida terrena aunque es aquí en donde la ganamos o la perdemos. Es la participación en la vida misma de Dios; es la vida eterna, en donde seremos como ángeles.



REFLEXIÓN

Lo que Jesús dice a los saduceos tiene una importancia decisiva para la comprensión de Dios y la comprensión de nuestro camino.

Dios no es alguien que nos da la vida terrena y después nos abandona en la muerte; Dios es el que nos ha destinado, por encima de la vida terrena, a la participación de su vida divina. No es un Dios de muertos, sino de vivos.

Nuestro camino no conduce a las tinieblas ni termina con la destrucción de nuestra existencia, sino que conduce a la luz de Dios y tiene como meta el cumplimiento, la participación en la vida de Dios.

Cuando morimos, no vamos hacia la nada, sino que pasamos de este mundo al Padre (cf. Jn 13,1). De este modo cambia también el modo de ver y de vivir nuestra vida terrena actual.


PARA REFLEXIONAR EN LA VIDA

Conversaban dos gemelos en el vientre materno y uno dijo: “Yo creo que hay vida después de nacer”. Su hermanito le contestó: “No, no es posible. Esto es todo lo que hay. En este oscuro y agradable lugar lo único que tenemos que hacer es comer a través de el cordón umbilical”. Su hermano insistía: “Tiene que haber algo más que este oscuro lugar. Tiene que haber algo donde haya luz y nos podamos mover con libertad”. Pero no conseguía convencer a su gemelo.

Después de un largo silencio, entre titubeos, le dijo: “Te diré algo más, creo que hay una madre”. Su hermano enojado le replicó: “¿Quién te ha metido semejante idea en la cabeza? Yo nunca he visto una madre y tú tampoco. Este lugar es todo lo que tenemos y te diré que aquí se está muy bien y yo no quiero ir a ninguna otra parte”. “¿No sientes, a veces, una cierta presión? Yo creo que esta incómoda presión es síntoma de que tenemos que estar listos para salir de aquí a otro lugar más hermoso y entonces veremos a nuestra madre cara a cara.

31° Domingo Tiempo Ordinario 31 Octubre de 2010

San Lucas 19, 1-10


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( La Conversión )

1. El Pecador: Zaqueo es prototipo del que está habituado a obrar el mal, a buscar su interés y riqueza personal así, sea mal habida.

2. La Acogida: significa, para nosotros, anular las distancias que nos separan todavía de Jesús. Es demasiado fácil ser espectadores, sentados y sin ser molestados, ante el paso de Jesús. Es mejor bajar y permitir que Jesús nos conozca mejor, entre las paredes de nuestra casa, en las estancias del corazón. Es allí donde nace una relación de amistad y de Amor con él, es allí donde nos encontraremos en condiciones de hablarle de nuestra vida.

3. La Conversión: Dios, en la persona de Jesús, busca a los pecadores. Él es paciente y compasivo, lento a la ira y rico en misericordia, corrige lentamente, respeta los ritmos y siempre busca la vida y la reconciliación. El pecador es rescatado por Jesús y liberado de tantas desgracias. Esto implica del pecador el cambio de vida: la Conversión.


REFLEXIÓN

Así fue como Zaqueo, que era bajo de estatura, se había encaramado a un árbol para ver mejor a Jesús, y aquella curiosidad cambió su vida: Cristo se dará cuenta, se detendrá, le hará bajar y hará que lo invite a su casa.

Y para Zaqueo será como volver a nacer: «Mira, Señor, doy hasta la mitad de mis bienes a los pobres; y si he defraudado a alguno, le restituyo el cuádruple» (mucho más del doble de lo que se debía pagar en reparación de un fraude según la ley hebrea, pero la pena que correspondía según el derecho romano para el ladrón cogido in fraganti).

Y todo se ratifica con aquellas palabras finales de Cristo:

«¡Hoy la salvación ha entrado a esta casa, porque también él es hijo de Abrahán!».


JESÚS EN LA CASA

Un joven invitó a Jesús y le pidió que se quedara unos días con él. Cuando llegó le ofreció su mejor habitación y le dijo que podía disponer de todo lo que había en ella. Llegada la noche el joven se acostó. A eso de la medianoche oyó unos fuertes golpes en la puerta de entrada. Bajó y se encontró con tres diablillos que querían entrar. Luchó contra ellos y logró cerrar la puerta.

No puede ser pensó: Jesús durmiendo en mi habitación y yo luchando solito con los diablillos. La noche siguiente más de lo mismo, pero esta vez tuvo que enfrentarse a una docena. A la mañana siguiente el joven dijo a Jesús: “Te he dado mi mejor habitación y no me has ayudado en mi lucha contra los demonios. ¿Cómo has podido dejarme solo? ¿Acaso no los has oído? Jesús le dijo: “Tú sabes que te quiero y que me preocupo de ti. Pero cuando me invitaste, sólo me ofreciste una habitación. Soy el señor de una habitación, pero no soy el señor de la casa”. El joven le dijo: “Perdóname, Señor. De hoy en adelante toda la casa es tuya”.

Aquella noche los demonios volvieron a la carga. El joven vio a Jesús que bajaba a la puerta y cuando la abrió allí estaba Satanás. Al ver a Jesús le dijo: “lo siento, creo que me he equivocado de dirección” y se fué.