32° Domingo del Tiempo Ordinario 7 de Noviembre de 2010

San Lucas 20, 27-38


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( La Vida Eterna )


1. La Vida: en esta vida hombres y mujeres, viven, se casan y mueren. En este mundo van quedando la vejez, la descendencia, la muerte. La vida nueva que Dios da con la resurrección es radicalmente distinta. Se caracteriza porque es eterna, abierta e ilimitada y descansa en la comunión con Dios. Allá no hay muerte, ni matrimonio, ni sufrimiento, ni dolor.

2. La Muerte: nos asusta y nos angustia el pensar que un día moriremos y pensar en lo que viene después de la muerte, que preferimos evadir ese tema a como dé lugar, “vivir” el momento presente, “no pensar” en la muerte, creer que “es para otros” pero no para mí. Pero, aunque hagamos lo imposible por olvidarla o evadirla, mi muerte y la de mis seres queridos vendrá inevitablemente.


3. La Resurrección: la vida que nos da Cristo, no es continuación de la vida terrena aunque es aquí en donde la ganamos o la perdemos. Es la participación en la vida misma de Dios; es la vida eterna, en donde seremos como ángeles.



REFLEXIÓN

Lo que Jesús dice a los saduceos tiene una importancia decisiva para la comprensión de Dios y la comprensión de nuestro camino.

Dios no es alguien que nos da la vida terrena y después nos abandona en la muerte; Dios es el que nos ha destinado, por encima de la vida terrena, a la participación de su vida divina. No es un Dios de muertos, sino de vivos.

Nuestro camino no conduce a las tinieblas ni termina con la destrucción de nuestra existencia, sino que conduce a la luz de Dios y tiene como meta el cumplimiento, la participación en la vida de Dios.

Cuando morimos, no vamos hacia la nada, sino que pasamos de este mundo al Padre (cf. Jn 13,1). De este modo cambia también el modo de ver y de vivir nuestra vida terrena actual.


PARA REFLEXIONAR EN LA VIDA

Conversaban dos gemelos en el vientre materno y uno dijo: “Yo creo que hay vida después de nacer”. Su hermanito le contestó: “No, no es posible. Esto es todo lo que hay. En este oscuro y agradable lugar lo único que tenemos que hacer es comer a través de el cordón umbilical”. Su hermano insistía: “Tiene que haber algo más que este oscuro lugar. Tiene que haber algo donde haya luz y nos podamos mover con libertad”. Pero no conseguía convencer a su gemelo.

Después de un largo silencio, entre titubeos, le dijo: “Te diré algo más, creo que hay una madre”. Su hermano enojado le replicó: “¿Quién te ha metido semejante idea en la cabeza? Yo nunca he visto una madre y tú tampoco. Este lugar es todo lo que tenemos y te diré que aquí se está muy bien y yo no quiero ir a ninguna otra parte”. “¿No sientes, a veces, una cierta presión? Yo creo que esta incómoda presión es síntoma de que tenemos que estar listos para salir de aquí a otro lugar más hermoso y entonces veremos a nuestra madre cara a cara.