13° DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - Junio 27 de 2010:

San Lucas 9, 51-62

La Vocación

Todos recibimos la Vocación a ser hijos de Dios y vivir en santidad, no solo los sacerdotes y religiosas. Cada uno con su propia Vocación cumple su misión en el mundo:

¡ S E R V I R !

Todas las Vocaciones se complementan y se enriquecen mutuamente dentro del mismo Cuerpo de Cristo. Hay dos realidades a tener en cuenta:

  1. El Espíritu: Jesús nos llama a vivir en el Espíritu lo cual requiere renunciar a la carne. Pero el cristiano vive en un mundo donde vivir en la carne (pecado) es la norma.
  2. La Carne: Para mantenerse en su vocación en medio de tanta tentación, el cristiano ha de saber que está en el mundo pero no es del mundo. Ha de vivir unido a Cristo a través de la oración y la práctica de la fe en la Iglesia.

Libertad: La vocación es un llamado a vivir en la libertad: no entendida como un libertinaje sino en el servicio desinteresado de unos a otros por amor.

Seguir a Jesús: Es responder a la llamada de Jesús, es permitirle darnos la vida feliz y plena en la tierra para ganar la salvación eterna en el cielo.

La Respuesta: Solos no podemos responderle. Hay que acudir a los medios que Él nos da en la Iglesia para vivir nuestra fe: la Eucaristía dominical, las obras de caridad, la vida de oración y el testimonio diario.

… A LOS PAPÁS…

Padre Bueno, Creador del género humano;

Tú enviaste a tu Hijo Jesús para redimir y salvar a los hombres.

Él quiso nacer en una familia, le diste

a la Virgen María como madre y a San José como padre;

te pedimos por los papás para que, a ejemplo de San José,

amen a sus esposas e hijos,

les enseñes a amarte a Tí que eres nuestro Padre del Cielo,

te sirvan en todo, y alcancen finalmente la vida eterna.

AMÉN

¿Qué es la Vocación?

  • Es una llamada de Dios a consagrarse en una tarea que lleva a la vida eterna.
  • Exige consagrarse a ella en el Amor.
  • En cada estilo de vida el Señor otorga las Gracias necesarias para llevar a cabo la misión.

12 DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - Junio 20 de 2010:

Evangelio de San Lucas: 9, 18-24

1). La respuesta de fe de Pedro (confesión de fe) es modelo para nuestra respuesta a Jesús: a pesar de ser pecador, pudo más su amor a Dios y pronunció esas palabras llenas de amor al Señor:

Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios.”

Hoy, qué le respondes a Jesús?, ¿Él es lo más importante para tí?, es tu mejor amigo?, ¿Qué significa Jesús en tu vida, en tu estudio, en tu familia?

2). La Pasión que anuncia Jesús es el preludio de su amor por nosotros y con su resurrección gloriosa nos muestra que nuestro destino es el cielo. Verdadero Dios y Verdadero Hombre muestra su infinito amor dándose por nosotros en la Cruz. Pero la Cruz lleva a la Gloria.

3). Condiciones para seguir a Cristo:

    • Ser bautizados en el nombre de la Santísima Trinidad
    • Guardar y practicar las enseñanzas que Jesús nos dejó
    • Pertenecer y amar a la familia que él amó: la Iglesia
    • Profesar la misma fe

REFLEXIÓN

Volvamos a lo fundamental: quién es Jesús para nosotros?: respondamos desde lo más hondo de nuestro corazón, allí donde hemos experimentado su amor gratuito e incondicional. En esta respuesta nos jugamos nuestra vida y nuestra salvación. La fe no consta de palabras; es una experiencia que brota del corazón, y Dios coloca las palabras. Nuestra respuesta se da en la vida diaria, amando, levantándonos si hemos caído, como le pasó a Pedro.

¡Señor, yo creo pero aumenta nuestra fe!

PARA APRENDER

-¿Cuáles son las condiciones para ser discípulo?

    1. Conocerlo y sentirse libre para seguirlo: Si no conocemos a Dios en Cristo y con Cristo, no hay camino, y al no haber camino, no hay vida, ni verdad, ni salvación.
    2. La alegría de ser discípulo no es un sentimiento de bienestar egoísta sino una certeza que brota de la fe, que serena el corazón y capacita para anunciar la buena noticia del amor de Dios.

11 DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - Junio 13 de 2010:

JESÚS Y LA PECADORA - San Lucas ( 7, 36-8 ,3 )

1. - Jesús, fue ungido por la mujer pecadora: Sus lágrimas son una mezcla de amor y de arrepentimiento. Ungiendo a Jesús ella se purifica y quiere estar junto a Él, porque fue el único que le brindó verdadero amor.

2.- El Fariseo Simón no aprecia lo más esencial que pide Jesús: el amor a los más necesitados. Dios ama, conoce, perdona y se da a quien está necesitado de Él y le abre su corazón, como aquella mujer que no conocía el Amor.

3.- La breve parábola del mayor deudor que cuenta Jesús, nos hace ver que con amor es imposible obrar mal o permanecer del lado del pecado, alejado de Dios. A quien más ama, más se le perdona. “…Vete en paz…”

4.- El perdón de los pecados llega a la mujer adultera porque ella ama con el corazón y Jesús la mira diferente a los demás hombres: ve su alma y el enorme amor que impregna su vida. Jesús no quiere la muerte del pecador sino su conversión. Ataca el pecado más no el pecador.

REFLEXIÓN

El evangelio de hoy nos llama a dos cosas:


1) reconocer nuestro pecado y

2) a cambiar de modo de vida.


Ante Jesús, todo es posible:


cambiar de actitudes, sanar el corazón, encontrar la paz, la verdadera alegría y felicidad,

superar lo que no nos deja dormir o vivir en paz.


Jesús que es Amor y Perdón, está listo a comprender nuestro mal. Nos mira al corazón, es el mejor perfume, el supremo aroma de nuestro corazón. El trato amoroso con Él (como lo hizo la mujer) conquista derrite su corazón y Él a cambio nos da la paz y nos impulsa a cambiar, a vivir para Él.


PARA UNA BUENA CONFESIÓN:

1. Examen de conciencia.

2. Contrición de corazón.

3. Propósito de no pecar.

4. Confesar los pecados.

5. Cumplir la penitencia.

-¿Por qué es importante que no quede mancha de pecado en el alma?

Porque al Cielo "no puede entrar nada manchado"

CORPUS CHRISTI - Junio 6 de 2010

San Lucas (9,11-17)

¿Qué es la Sagrada Eucaristía?

Es el Sacramento más admirable en el que recibimos a Jesucristo el Hijo de Dios presente, real y verdaderamente en la Hostia consagrada.

¿Quién está en la Hostia Consagrada?

En la Hostia Consagrada está Nuestro Señor Jesucristo, con su cuerpo, con su sangre, con su alma y con su divinidad, como está en el cielo.

¿Quién fue el primero que consagró la Hostia?

Fue Nuestro Señor Jesucristo el jueves Santo, en el Cenáculo durante la última cena.

¿Quiénes son los que ahora consagran las hostias?

Son los sacerdotes, instituidos por Cristo, quienes la consagran en la Santa Eucaristía.

El sacerdote extiende sus manos sobre el pan y el vino pero es el Espíritu Santo quien los consagra y los convierte en el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo.

Luego de la consagración, se conservan la apariencia de pan y vino pero son realmente el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor.

En cada Hostia consagrada o cada fracción de la misma, está totalmente Nuestro Señor Jesucristo. De ahí el cuidado de no perder ninguna Fracción, por pequeña que sea (para esto se usa la patena).

¿Qué se necesita para recibir la Comunión?

  • Estar en Estado de Gracia. No estar en pecado grave que ofenda a Dios. Si sólo tengo pecados veniales, en el acto de contrición al iniciar la Santa Misa, me arrepiento, pido perdón, y así si puedo comulgar.
  • Guardar un ayuno prudente.
  • Acercarme a comulgar con devoción, bien aseado (limpio de cuerpo y alma), sabiendo que vamos a recibir es a Cristo, el Hijo de Dios.
  • Después de recibir la Sagrada Comunión hay que deleitarse y dialogar con Jesucristo que está en nosotros, darle gracias, pedirle que nunca nos deje y que vivamos siempre.

Santo Tomás de Aquino definió la Sagrada Comunión como el Pan de los Ángeles en la boca de los humanos: el misterio más admirable.

La Eucaristía es el alimento espiritual que sostiene a la gran familia de Dios: la Iglesia. Es el Pan que Dios nos da para alimentar el alma. A quien recibe la comunión, Cristo glorificado lo recibe en el Cielo. Cuando comulgamos, nos convertimos en “cuerpos de Cristo” vivientes y lo llevamos a los que sufren en su cuerpo o en su alma. Jesús nos alimenta para que alimentemos con el pan del amor, de la esperanza y de la fe, a los que están alejados de Dios.

“Jesús mío,

Creo firmemente

Que estás

En el Santísimo

Sacramento del Altar”.

Amén.

SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD - Mayo 30 de 2010:

San Juan (16,12-15)

“En el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo”

  1. Dios es Padre Creador: Somos la obra más perfecta de la creación y confesar que Dios es nuestro Padre implica al mismo tiempo reconocer que el sentido más profundo de nuestra vida es reproducir la huella del Dios Amor. Ser Hijos de Dios, nos hace hermanos unos de otros.

  2. Dios es Hijo Redentor: “el Hijo de Dios me amó y se entregó a sí mismo por mí”. Sufriendo por nosotros, no solamente dio ejemplo para que sigamos sus huellas, sino que abrió un camino cuyo seguimiento santifica y da nuevo sentido a nuestra vida y nuestra muerte.

  3. Dios es Espíritu Santificador: que procede del Padre y del Hijo y que actúa en la Creación, que habló por los profetas y con sus divinos dones, frutos, carismas actúa de manera eficaz y hace de la Iglesia una comunidad amada y querida por Dios.

A través de los Sacramentos realiza en nosotros la obra maravillosa de ser de hijos de Dios: de pecadores nos lleva a ser justos; de hombres débiles y temerosos a testigos de la nueva creación; de criaturas simplemente humanas a criaturas celestiales, divinizados por el amor de Dios y abiertos a la vida eterna.

REFLEXIÓN

Desde el bautismo pertenecemos a Dios y toda nuestra vida está rodeada e impregnada por la acción de la Santísima Trinidad (Dios trino). Estamos inmersos en el obrar de Dios, ese Dios que es más intimo a nosotros que nosotros mismos, en el cual vivimos, nos movemos y existimos. Que todos lleguemos a ser un mundo de hermanos, hijos de un mismo Padre, a imagen y semejanza del Hijo Único (Cristo), con la fuerza del Espíritu Santo.

PARA APRENDER EN FAMILIA

Tres pliegues en una sola tela,
pero no hay más que una tela.
Tres falanges en un dedo,
pero no hay más que un dedo.
Tres hojas en un trébol,
pero no hay más que un trébol.
Escarcha, nieve, hielo...,
los tres son agua.
Tres personas en Dios
son asimismo un solo Dios.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo

Nuestro Bautismo, nuestra celebración, nuestra oración, todo lo iniciamos y terminamos así. De día o de noche, desde el primer día hasta el último, toda nuestra existencia se desarrolla y está bajo el signo de la Santísima Trinidad.