16° Domingo del Tiempo Ordinario, 22 de Julio 2018, Ciclo B


San Marcos 6, 30-34

Como Ovejas sin Pastor

Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.
  1. Las Ovejas Débiles: Gente sola a la que nadie tiene tiempo de escuchar. Esposas y esposos que sufren impotentes y sin ayuda alguna el derrumbamiento de su amor. Seres humanos que pecamos presionados por el miedo y la inseguridad, sin el apoyo y la comprensión de nadie, acosados por el mal. Personas que sufren secretamente su incapacidad para salir de una vida indigna; alejados que desean reavivar su fe y no saben a quién acudir. Por todos ellos Jesús siente compasión.
  2. El Descanso: «Venid a un sitio tranquilo a descansar un poco». La paz no es descanso en el sentido del ocio absoluto que tenemos la mayoría en estos tiempos. La paz es la serenidad que no fatiga, la limpieza interior que produce sosiego. La presencia de Dios en nosotros trae paz, quietud, serenidad, amor, solidaridad.
  3. La Compasión: movido por su compasión, Jesús "se pone a enseñarles con calma". Jesús quiere recordarnos es la urgencia de una caridad siempre despierta y atenta a lo que podemos hacer por los demás, extendiendo el amor de Jesús.
  4. La Tarea del Pastor: siguiendo al divino Modelo que es Cristo, cada discípulo está llamado a transmitir y enseñar a otros las verdades que Él ha hecho resonar en nuestras mentes y corazones por la predicación de todos aquellos cristianos que nos han antecedido. ¡La transmisión de la fe es una ‘cadena’ que no se debe interrumpir conmigo! ¡Yo soy responsable de que otros reciban el inmenso don que yo, a mi vez, he recibido de aquellos hombres y mujeres que supieron trasmitirme fielmente las enseñanzas del Señor, incluso a precio de su propia vida!
REFLEXIÓN 

   La liturgia de este día construye con sabiduría todo un conjunto doctrinal de paz y búsqueda de sosiego. Pablo nos habla de concordia. Nos comunica la existencia de un lugar de paz donde antes había un espacio pleno de odio. El salmo 22 habla de un camino cercano a Dios lleno de belleza y quietud.
   El texto de Jeremías nos ofrece la paz del rebaño bien atendido. El evangelio nos dice que hay ovejas sin pastor que tiene necesidades y hay que enseñarles con calma. Es hermoso ver a Jesús debatirse entre estos dos rostros del amor: el amor que quiere acoger y dar reposo, y el amor que quiere sanar y enseñar.

   La gente necesita a Jesús, está sedienta de un nuevo mensaje que sacie su sed de felicidad. El Señor, no lo olvidemos, sigue alimentando, animando y acompañando a todo su rebaño. A su Iglesia. A todo aquel que intenta poner alegría, esperanza, valor y coraje a sus palabras y obras. Cuántas veces creemos que nuestro día ya ha terminado…Que merecemos sobradamente un descanso. 

   Y ocurre un imprevisto que nos demanda todavía un esfuerzo más: Un trabajo extra; una urgencia médica…Un vecino que viene a casa a pedir una ayuda impostergable. Un hijo, que sin el auxilio de su padre no sabe cómo hacer la tarea del colegio. Esos son los casos que deben ser aprovechados especialmente para ofrecerlos al Señor. 

   En esas situaciones hay que continuar trabajando con buen ánimo, con alegría, como si fuera la primera tarea del día. De nada sirve rebelarnos y protestar. Desperdiciamos una ocasión para agradar a Dios y además, con mala predisposición, la tarea se nos hace más pesada. 

PARA LA VIDA

   Una vez visitó un cristiano a un maestro Zen y le dijo: - Permíteme que te lea algunas frases del Sermón de la Montaña. - Lo escucharé con sumo gusto, replicó el maestro. El cristiano leyó unas cuantas frases y se le quedó mirando. El maestro sonrió y dijo: - Quienquiera que fuese el que dijo esas palabras, ciertamente fue un hombre iluminado. 

   Esto agradó al cristiano, que siguió leyendo. El maestro le interrumpió y le dijo: - Al hombre que pronunció esas palabras podría realmente llamársele Salvador de la humanidad. El cristiano estaba entusiasmado y siguió leyendo hasta el final. Entonces dijo el maestro: - Ese sermón fue pronunciado por un hombre que irradiaba divinidad. La alegría del cristiano no tenía límites. Se marchó decidido a regresar otra vez y convencer al maestro, para que se hiciera cristiano. Pero mientras iba de camino de vuelta escuchó que Jesús le decía: - Te felicito. 

   Has conseguido que un maestro Zen confiese mi divinidad. En cambio a ti el orgullo de lo conseguido te ha hecho apartarte del camino de la humildad del Evangelio. ¿Por qué no imitas su humildad y dejas que simplemente sea un buen maestro Zen en vez de un mal cristiano como tú?. 

   Nos lo dice hoy Jesús en el Evangelio: no impidáis que se hable de mí o que se actúe en mi nombre. Nadie tiene la exclusividad del Evangelio. Lo esencial de la fe cristiana es precisamente el amor, y Jesús nos trae a toso esa propuesta de amor. El problema es si la aceptamos o no.

15° Domingo del Tiempo Ordinario, 15 de Julio 2018, Ciclo B


San Marcos 6, 7 - 13

“Los Envío de Dos en Dos”

Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.

  1. Los Discípulos: Jesús imagina a los discípulos como caminantes. Nunca instalados. Siempre de camino. Junto a los que sufren, Trabajando por la paz y en comunión fraterna. ”El discípulo de Cristo no debe sólo guardar la fe y vivir de ella, sino también profesarla, testimoniarla con firmeza y difundirla”
  2. La Misión: esta consiste, esencialmente, en anunciar el mensaje alegre. El éxito de la misión no vendrá por las cosas que lleven, sino por sentirse elegidos y enviados por Jesús, con su autoridad sobre el mal y el sufrimiento. “Curar” y “liberar” son tareas prioritarias en la actuación de Jesúspero más esencial que curar, la misión se define por el anuncio del reino, por la llegada de Dios a los corazones.
  3. El Arrepentimiento: Jesús envía a sus apóstoles para predicar el arrepentimiento.  Quiere que los pueblos se preparen para el Reino de Dios.  El arrepentimiento significa que los individuos cambien su corazón. Donde son duros, que sean tiernos.  Donde se llenan de porquería, que se purifiquen.  El corazón tierno y puro siempre buscará el bien de la otra persona, no a dominarla.
  4. El Desprendimiento: lo importante es la disposición desprendida y generosa del apóstol, que no debe olvidarse de estas palabras del Señor: “dar gratis lo que gratis ha recibido: la Fe”. Ir como en traje deportivo, sin nada que haga peso, que impida el camino. Nada que nos distraiga de la misión. El éxito de esta no vendrá por las cosas que lleven, sino por ir con Jesús y sentirse elegidos y enviados por él. La autoridad sobre el mal y el sufrimiento también es nuestra. 

REFLEXIÓN 

   El relato de Marcos deja claro que solo Jesús es la fuente, el inspirador y el modelo de la acción evangelizadora de sus seguidores. Estos actuarán con su autoridad. No harán nada en nombre propio. Son “enviados” de Jesús. No se predicarán a sí mismos: solo anunciarán su Evangelio. No tendrán otros intereses: solo se dedicarán a abrir caminos al reino de Dios. La única manera de impulsar una “nueva evangelización” es purificar e intensificar esta vinculación con Jesús.

   No habrá nueva evangelización si no hay nuevos evangelizadores, y no habrá nuevos evangelizadores si no hay un contacto más vivo, lúcido y apasionado con Jesús. Sin él haremos todo, menos lo esencial: llenar con su Espíritu este mundo“Id por todo el mundo…” 

   Dejémonos hoy cuestionar por la Palabra de Dios, que quiere despertar en nosotros la conciencia de nuestra identidad de apóstoles: el mundo de hoy necesita de nuestra fe y de nuestro testimonio, aunque no lo diga..., precisamente porque no lo pide...; “necesita de creyentes”, “para poder creer”.

   Jesús también insiste que los apóstoles viajen como pobres.  No han de llevar “ni pan, ni mochila, ni dinero en el cinto”.  A lo mejor tiene dos fines en cuenta cuando enfatiza la sencillez radical en el camino.  Primero, quiere que ellos conozcan la Providencia de Dios que siempre es más amplia que se piense. 

   Como a los muchachos en Tailandia atrapados en la cueva, Dios proveerá. También, desea que los misioneros se den cuenta de que los pueblos ya son evangelizados en parte.  El Espíritu Santo les ha precedido rindiendo a la gente que visitarán amistosa y generosa.  Por eso muchos misioneros regresan a su tierra nativa diciendo que ellos mismos han experimentado la conversión. 

PARA LA VIDA 

   Un padre muy enfermo reunió a sus tres hijos junto a su cama. Apenas podía hablar. Con gran dificultad, tomó una pequeña cajita que contenía semillas, y dio una a cada hijo diciéndoles: - “Todo lo que les pase a ellas, os pasará a vosotros”. Y diciendo esto, murió. Los tres hijos no entendieron estas últimas palabras de su padre. Pensaron que estaba delirando y no sabía lo que se decía. Cada uno guardó la semilla y se marchó a su casa. 

   El hermano mayor puso su semilla en un frasco de cristal. Y lo colocó en el lugar más visible de la casa. Cada vez que lo mirara, recordaría a su querido padre. Al hermano mediano se le perdió la semilla por el camino y no se preocupó mucho de buscarla... Y el hermano menor tuvo curiosidad por saber qué tipo de semilla le había dado su padre antes de morir. 

   Buscó un macetero, preparó la tierra y la plantó con todo cuidado. Después de muchos cuidados, al cabo del tiempo, creció una rosa roja. Fueron pasando los años y, sin saber cómo, a cada hermano le iba ocurriendo lo mismo que le pasó a su semilla. El hermano mayor cayó enfermo de un extraño mal que lo dejó en cama para siempre, sin poder salir de su casa. El hermano mediano se perdió en medio de la selva cuando estaba haciendo un viaje de vacaciones. 

   Nunca más se volvió a saber de él. En cambio, al hermano menor las cosas le fueron muy bien. Se dedicó a lo que más le gustaba: la pintura. Hizo muchos cuadros y fue conocido en todo el mundo por lo bien que pintaba. Sus obras de arte se podían ver en los mejores museos. Todas ellas estaban firmadas con una pequeña rosa roja dibujada en un extremo. El hermano menor fue el único que cultivó la semilla. Y por este motivo le ocurrió lo mismo que le pasó a ella: floreció.

14° Domingo del Tiempo Ordinario, 8 de Julio 2018, Ciclo B


San Marcos 6, 1-6

“La Fuerza de lo Débil…”




Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.

  1. El Profeta: Dios llama a los profetas a anunciar la esperanza, a afianzar la fe en el pueblo y a luchar por la justicia, el amor y la paz. También tienen que denunciar lo que va en contra de ese plan de Dios, remover corazones y fomentar el espíritu de conversión, transformación de vida y cambio interior. El compromiso por Dios será más fuerte que sus propios miedos, ayudados y motivados por el Espíritu del Señor.
  2. La Misión: en la misión del profeta se da el drama, el desconcierto, la incomprensión y, en muchas situaciones, la persecución. “El discípulo de Cristo no debe sólo guardar la fe y vivir de ella, sino también profesarla, testimoniarla con firmeza y difundirla”
  3. La Fe: por la fe, Cristo entra a formar parte de nosotros, y nuestras obras han de hablar de él y colocarlo como centro de nuestra vida.
  4. La Humildad: Dios elige aquellos instrumentos humanos para sus planes y con mucha frecuencia elige medios humildes y sencillos. Cuesta aceptar que esta elección divina de lo pobre y lo pequeño sea la clave para salvarnos. Pero eso es lo que prefiere él: lo débil.
  5. La Vocación: desde el bautismo, todos tenemos vocación de profetas y la misión de anunciar al Señor. Pero nos atemorizan los cambios, o nos da pereza hacer las cosas de manera diferente. Sin embargo, vale la pena tener el valor de asumir nuestra vocación profética, de cambiar nuestra vida y dejar que el Señor realice milagros en cada una de nuestras vidas. 

REFLEXIÓN 

   El siervo de Yahvé, al que hace referencia la primera lectura, se presenta como oyente fiel de la Palabra de Dios y anunciador de la misma. Él sabe que llevar a cabo su misión va a ser muy doloroso, que va a tener que pasar por la injuria y la violencia de los hombres, incluso por insultos y salivazos. 

   Pero, poniendo su confianza en Dios, no se echa para atrás, sino que es fiel del todo. Este siervo fue Cristo, al que en el evangelio Pedro lo confiesa como el Señor, como el Mesías, y que con palabras del mismo Jesús tendrá que padecer mucho, ser condenado, ser ejecutado, pero perdiendo su vida la salvará, y a los tres días resucitará. 

   El cristiano que quiere ser fiel intenta vivir como Cristo, procura identificarse con Él. Está llamado a ser santo, a ser otro Cristo. San Josemaría invitaba a los que le escuchaban diciéndoles: “sentid, en cambio, la urgencia divina de ser cada uno otro Cristo, ipse Christus, el mismo Cristo; en pocas palabras, la urgencia de que nuestra conducta discurra coherente con las normas de la fe, pues no es nuestra pretender una santidad de segunda categoría, que no existe. Porque somos otros Cristos, porque los bautizados debemos ser fiel reflejo de Jesucristo, hemos de imitarle en ser siervos como Él, el siervo de Yahvé por excelencia”. 

   Una condición imprescindible para ser buenos siervos de Dios y coherentes con las exigencias de nuestra fe, - como lo fue San Maximiano Kolbe, - es amar la cruz de cada día, llevarla con fortaleza y serenidad, y aceptar del todo la voluntad de nuestro Padre Dios, viviendo abandonados totalmente en sus manos. Hemos de creernos de verdad que todo lo que Dios quiere o permite es para nuestro bien.

PARA LA VIDA

   Un poderoso sultán viajaba por el desierto seguido de una larga comitiva que transportaba su tesoro favorito de oro y piedras preciosas. A mitad del camino, un camello de la caravana, agotado por el ardiente reverbero de la arena, se desplomó agonizante y no volvió a levantarse. El cofre que transportaba rodó por la falda de la duna, reventó y derramó todo su contenido de perlas y piedras preciosas entre la arena.

   El sultán no quería aflojar la marcha; tampoco tenía otros cofres de repuesto y los camellos iban con más carga de la que podían soportar. Con un gesto, entre molesto y generoso, invitó a sus pajes y escuderos a recoger las piedras preciosas que pudieran y a quedarse con ellas. Mientras los jóvenes se lanzaban con avaricia sobre el rico botín y escarbaban afanosamente en la arena, el sultán continuó su viaje por el desierto.

   Se dio cuenta de que alguien seguía caminando detrás de él. Se volvió y vio que era uno de sus pajes que lo seguía, sudoroso y jadeante. - ¿Y tú – le preguntó el sultán- no te has parado a recoger nada?. El joven respondió con dignidad y orgullo - ¡Yo sigo a mi rey!. 

   Cristo necesita discípulos convencidos, dispuestos a dar la vida por la causa del Evangelio, que no es otra que la causa del amor, la justicia, la paz, el perdón, la solidaridad y la igualdad entre los hombres. Porque quien da la vida en el surco diario de la cotidianidad la recupera llena y plena de alegría y de felicidad.

13° Domingo del Tiempo Ordinario, 1 de Julio 2018, Ciclo B


San Marcos 5, 21 – 43

“Tu Fe te ha Curado”


Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.

  1. La Fe: el poder de la fe es total. Hoy sigue habiendo milagros, y milagros frecuentes, en gente que con una fe inmensa pide a Dios, por intercesión de la Virgen Santísima o de algún santo, la curación del cuerpo o la del alma. El poder de la fe no está limitado ni en el espacio ni en el tiempo; tampoco está limitado por el cuerpo o por el alma. El poder de la fe depende de Aquel que lo puede todo.
  2. La Muerte: no como paso de un estado de vida a otro, sino como pérdida de la relación con la fuente de la vida que es Dios, como ladrón que nos arranca violentamente el tesoro de la vida, no tiene en Dios su origen, sino que ha entrado en el mundo por envidia del diablo.
  3. El Hombre: ha sido creado a imagen de Dios, Señor de la vida; por ello, el hombre ha sido creado para la vida, no para la muerte. Esta es solo un paso.
  4. El Sufrimiento: es natural que le pidamos a Dios que aparte de nosotros el cáliz del sufrimiento, que nos libre de la cruz, del dolor que puede llevar a extremos a veces insoportables. ¡El mismo Hijo de Dios también rezó así al Padre: «aparta de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya»!
  5. Nosotros: tenemos a Cristo muy cerca siempre que queremos. Él nos ofrece una ocasión; “y no para tocar un poquito de su vestido, o un momento el extremo de su manto, la orla. Lo tenemos a Él. Se nos entrega totalmente, con su Cuerpo, con su Sangre, con su Alma y con su Divinidad. Lo comemos cada día” o cada domingo. Lo tenemos en el Sagrario siempre que queremos. Que la Virgen María nos dé esa fe operativa, humilde y audaz que nos acerque cada vez más a su Hijo para que nos sane.
REFLEXIÓN 

   El pasaje del Evangelio de este domingo está hecho de escenas que se suceden rápidamente en lugares distintos. Está ante todo la escena a orillas del lago. Jesús está rodeado de un gran gentío cuando un hombre se arroja a sus pies y le dirige una súplica: «Mi hija está a punto de morir; ven, impón tus manos sobre ella, para que se salve y viva». 

   La segunda escena acontece en el camino. Una mujer que sufría hemorragias se acerca a escondidas a Jesús para tocar su manto, y se siente curada. Mientras Jesús hablaba con ella, de la casa de Jairo llegan a decirle: «Tu hija ha muerto. ¿A qué molestar ya al Maestro?». Jesús, que ha oído todo, dice al jefe de la sinagoga: «No temas; solamente ten fe». 

   Y he aquí la escena crucial, en la casa de Jairo. Gran confusión, gente que llora y grita, como es comprensible ante el fallecimiento recién ocurrido de una adolescente. «Entra y les dice: “¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no ha muerto; está dormida”. 

   No existe sólo la muerte del cuerpo, también está la muerte del corazón. La muerte del corazón existe cuando se vive en la angustia, en el desaliento o en una tristeza crónica. Las palabras de Jesús: Talita kum, ¡muchacha, levántate!, no se dirigen por tanto sólo a chicos y chicas muertos, sino también a chicos y chicas que viven. 

   Qué triste es ver a los jóvenes... tristes. Y hay muchísimos a nuestro alrededor. La tristeza, el pesimismo, el no deseo de vivir, son siempre cosas malas, pero cuando se ven o se las oye expresar a jóvenes oprimen el corazón todavía más. 
   En Cristo encontramos la imagen de Dios, de acuerdo con la cual fuimos creados y que debe orientar cada vez más perfectamente nuestra vida terrena.

PARA LA VIDA 

   Un sacerdote fue al hospital a visitar a uno de sus feligreses que estaba enfermo de sida. La enfermera le aconsejó se pusiera los guantes de látex antes de entrar. Así lo hizo. El enfermo se alegró muchísimo al ver a su párroco y extendió los brazos para darle la bienvenida. Pero cuando el párroco extendió sus manos lo único que vio fueron los guantes. 

   El sentimiento de alegría y consuelo inicial se transformó en la cara de ambos en un momento de indecisión y molestia. El párroco se disculpó y en las siguientes visitas no se puso los guantes. "Experimenté que no podía ser el representante de Cristo en esa situación a no ser que hubiera contacto directo", confesó más tarde el sacerdote. 

   Las palabras, muchas veces, resultan ociosas e impertinentes. Para expresar el amor y la aceptación de la otra persona, mejor que cualquier discurso, es el tocar y el abrazar. El ritual judío prohibía tocar o ser tocado por personas que estaban en estado de impureza. Los sacerdotes y levitas no podían tocar los muertos. Se hacían impuros, no agradables a Dios. 

   El Evangelio de hoy es mucho más que la historia del poder de curación y de resucitar que tenía Jesús. Es la historia de Jesús dando vida y haciendo precisamente lo que no estaba supuesto a hacer, tocar y dejarse tocar por los intocables según la ley.