16° Domingo del tiempo Ordinario, 18 Julio 2021, Ciclo B

 San Marcos 6, 30 – 34

"Eran Como Ovejas Sin Pastor"

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

1.- El Pastor: El Señor es mi pastor”. Sólo con que yo llegue a creer eso, cambiará mi vida. Si de veras creo en él, quedaré libre para gozar, amar y vivir. Jesús es Dios con nosotros y delante de nosotros, el único Pastor, el Buen Pastor que reúne a las ovejas descarriadas. El buen pastor da la vida por las ovejas. Por este medio procura granjearse la amistad de las ovejas. Y a Cristo lo ama el que escucha solícito su voz.

2.- Las Ovejas: todos los cristianos debemos sentirnos, interior y exteriormente, buenos discípulos, buenas ovejas, de nuestro único pastor, que es Cristo. Cristo debe ser para nosotros nuestro único camino, nuestra única verdad y nuestra única vida. Es evidente que, a lo largo de nuestra vida, tenemos otros guías y maestros, como son nuestros padres y educadores, pero cuando ya somos personas cristianas adultas y responsables debemos considerar a Cristo como nuestro único pastor, el que nos marca, en cada caso concreto, el camino que hemos de seguir, la verdad en la que debemos creer y la única vida que debe vivir plenamente dentro de nosotros.

3.- Los Falsos Pastores: los malos pastores. Sabemos bien quiénes son los malos pastores: los que no cuidan de las ovejas, sino que se buscan a sí mismos; los que en vez de unir y guiar, dispersan; los que no las defienden contra los peligros.  Apoyarnos en el Señor es caer en la cuenta de que, muchas de nuestras infelicidades, es porque seguimos a líderes que nos llevan por donde quieren, pero no por dónde nos conviene.

4.- El Retiro: la actividad misionera causa fatiga, necesita reposo para refrescar el cuerpo y el espíritu. De lo contrario, viene el agotamiento, el hastío, el abandono. Son muchos y diversos los cansancios del apostolado y del testimonio de la fe. La tranquilidad permite el análisis de los hechos con serenidad interior, a la vez que reconforta con nuevas esperanzas para el compromiso de la acción. Descansar con Dios es saber que su Palabra siempre tiene una respuesta para cada momento.

REFLEXIÓN

La liturgia del Domingo 16 del tiempo Ordinario nos da cuenta del amor y de la solicitud de Dios por las “ovejas sin pastor”. Ese amor y esa solicitud se traducen, naturalmente, en una oferta de vida nueva y plena que Dios hace a todos los hombres. 

   En la primera lectura, por la voz del profeta Jeremías, Yahvé condena a los pastores indignos que utilizan al “rebaño” para satisfacer sus propios proyectos personales; y, paralelamente, Dios anuncia que, él mismo, va a tomar por su cuenta a su “rebaño”, asegurándole la fecundidad y la vida en abundancia, la paz, la tranquilidad y la salvación.

   En la segunda lectura, Pablo habla a los cristianos de la ciudad de Éfeso de la solicitud de Dios por su Pueblo. Esa solicitud se manifestó en la entrega de Cristo, que dio a todos los hombres, sin excepción, la posibilidad de formar parte de la familia de Dios. Reunidos en la familia de Dios, los discípulos de Jesús son ahora hermanos, unidos por el amor. Todo lo que signifique barrera, división, enemistad, ha quedado definitivamente superado.

   El Evangelio nos recuerda que la propuesta salvadora y liberadora de Dios para los hombres, ofrecida en Jesús, es ahora continuada por los discípulos. Los discípulos de Jesús son, como Jesús lo fue, los testigos del amor, de la bondad y de la solicitud de Dios por esos seres humanos que caminan por el mundo perdidos y sin rumbo, “como ovejas sin pastor”. La misión que los discípulos tienen, además, es la de tener siempre a Jesús como referencia. Los discípulos, enviados al mundo en misión, deben buscar con frecuencia el encuentro con Jesús, dialogar con él, escuchar sus propuestas, elaborar con él los proyectos para la misión, confrontar el anuncio que presentan con la Palabra de Dios.

PARA LA VIDA

Éranse una vez unos pastores, unas ovejas despistadillas y un rey. Había ovejas blancas, negritas, gorditas, con manchas, esquiladas, flacas, preñadas, viejas, cojas, Él las conocía por su nombre. Sabía la que caminaba lentamente, la que se perdía todos los días o se «trastornaba». También había alguna cabra. Ajustó unos cuantos pastores con buena formación ovejera.

Unos las llevaban a buenos pastos y las contaban cada hora, hacían cursillos y redactaban un diario. Otros buscaban la sombra para dormir y otros hicieron un máster de absentismo.

Había uno muy raro: a veces se dormía, a veces las miraba, a veces las hacía correr hasta el arroyo y les daba de beber en sus propias manos. Resoplaba con las parturientas y abrazaba a los corderillos. Algunas veces se quedaba con ellas al raso y contaba las estrellas (camino de Santiago). También canturreaba.

Cuando el rey preguntó a las ovejas sobre aquel pastor, todas respondieron: «Él es nuestra paz». Nos da seguridad. Ése fue el último día que trabajaron los otros contratados.

Ojalá Jesús sea el pastor de cada uno de nosotros, que tengamos la capacidad suficiente como para saber discernir la voluntad de Dios, y eso requerirá por nuestra parte mucha formación, formación para conocer lo que pasa a nuestro alrededor sin que nadie tenga que contárnoslo, formación para saber el por qué pasan las cosas y necesitaremos también mucha humildad para saber escuchar la voz del Señor y no la nuestra.

15° Domingo del tiempo Ordinario, 11 Julio 2021, Ciclo B

San Marcos 6, 7 - 13

"Jesús Llamó a los Doce y los Envió de Dos en Dos"

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

1. El Anuncio: todos los cristianos hemos nacido con la misión de predicar el evangelio. Tenemos que empezar por nosotros mismos, porque si nosotros no estamos convertidos, mal podremos convencer a los demás. Los cristianos de ahora y de siempre debemos, pues, ser personas humildes, sobrias y extremadamente generosas con todos los que nos necesiten. La sociedad en la que nosotros vivimos no soporta a los hipócritas, corruptos y explotadores. Jesús fue, por encima de todo, una persona que pasó por la vida haciendo el bien; intentemos nosotros hacer lo mismo.

2. La Elección: primero, que Dios nos ha llamado a todos los cristianos, en la persona de Cristo, a ser santos e irreprochables ante él por el amor y segundo: que hemos sido destinados a ser sus hijos. Que la santidad de los cristianos debe estar fundamentada en el mandamiento del amor, parece algo evidente, ya que el mandamiento del amor es el mandamiento nuevo de Jesús. Como dice san Pablo en más de una ocasión: si no tenemos amor no somos cristianos. Y, en segundo lugar, que Dios nos ha destinado a vivir como hijos de Dios. 

3. Nuestro Compromiso: todos, desde el momento de nuestro Bautismo, insertados en el Cuerpo de Cristo que es su Iglesia estamos convocados y urgidos a desarrollar –con nuestros carismas, habilidades, dones, talentos e inteligencia– una misión personal que nada ni nadie en nombre de nosotros podrá realizar. ¿Por qué? Porque cada uno, allá donde está, debe dar su peculiar color a su vida cristiana y, con su vida cristiana, color a todo lo que le rodea. Hoy, además de sacerdotes, necesitamos cristianos convencidos. Hombres y mujeres que, siendo conscientes de que creen y esperan en Jesús, están llamados a participar de la encomienda de Jesús: “id por el mundo”. Nos quedamos con una frase del Papa Francisco pronunciada en Quito en su viaje reciente a Ecuador:” La sociedad necesita más nuestras obras que nuestras palabras.”

REFLEXIÓN

   La liturgia del 15º Domingo Ordinario nos recuerda que Dios actúa en el mundo a través de los hombres, a los que él llama y envía como testigos de su proyecto de salvación. Esos “enviados” deben tener como prioridad la fidelidad al proyecto de Dios y no la defensa de sus propios intereses o privilegios.

   La primera lectura nos presenta el ejemplo del profeta Amós. Escogido, llamado y enviado por Dios, el profeta vive para proponer a los hombres, con verdad y coherencia, los proyectos y los sueños que Dios tiene para el mundo. Actuando con total libertad, el profeta no se deja manipular por los poderosos ni amordazar por sus propios intereses personales.

   La segunda lectura nos asegura que Dios tiene un proyecto de vida plena, verdadera y total para cada ser humano, un proyecto que desde siempre estuvo en la mente de Dios. Ese proyecto, presentado a los hombres a través de Jesucristo, exige de cada uno de nosotros una respuesta decidida, total y sin subterfugios.

   En el Evangelio, Jesús envía a los discípulos en misión. Esa misión, que es prolongación de su misma misión, consiste en anunciar el Reino y en luchar objetivamente contra todo aquello que esclaviza al hombre y que le impide ser feliz. Antes de marcharse, Jesús da a los discípulos algunas instrucciones acerca de la forma de realizar la misión. Les invita especialmente a la pobreza, a la sencillez, al desprendimiento de los bienes materiales.

   El predicador ha de tener tanta confianza en Dios que, aunque no se provea de lo necesario para la presente vida, esté sin embargo segurísimo de que nada le ha de faltar, no ocurra que por tener la atención centrada en las cosas temporales, descuide de proveer a los demás las realidades eternas.

PARA LA VIDA

   Un padre muy enfermo reunió a sus tres hijos junto a su cama. Apenas podía hablar. Con gran dificultad, tomó una pequeña cajita que contenía semillas, y dio una a cada hijo diciéndoles: -“Todo lo que les pase a ellas, os pasará a vosotros”. Y diciendo esto, murió. Los tres hijos no entendieron estas últimas palabras de su padre. Pensaron que estaba delirando y no sabía lo que se decía. Cada uno guardó la semilla y se marchó a su casa. El hermano mayor puso su semilla en un frasco de cristal. Y lo colocó en el lugar más visible de la casa.

   Cada vez que lo mirara, recordaría a su querido padre. Al hermano mediano se le perdió la semilla por el camino y no se preocupó mucho de buscarla.. Y el hermano menor tuvo curiosidad por saber qué tipo de semilla le había dado su padre antes de morir. Buscó un macetero, preparó la tierra y la plantó con todo cuidado. Después de muchos cuidado, al cabo del tiempo, creció una rosa roja. Fueron pasando los años y, sin saber cómo, a cada hermano le iba ocurriendo lo mismo que le pasó a su semilla. 

   El hermano mayor cayó enfermo de un extraño mal que lo dejó en cama para siempre, sin poder salir de su casa. El hermano mediano se perdió en medio de la selva cuando estaba haciendo un viaje de vacaciones. Nunca más se volvió a saber de él. En cambio, al hermano menor las cosas le fueron muy bien. Se dedicó a lo que más le gustaba: la pintura. Hizo muchos cuadros y fue conocido en todo el mundo por lo bien que pintaba. Sus obras de arte se podían ver en los mejores museos. Todas ellas estaban firmadas con una pequeña rosa roja dibujada en un extremo. El hermano menor fuel el único que cultivó la semilla. Y por este motivo le ocurrió lo mismo que le pasó a ella: floreció.  

14° Domingo del tiempo Ordinario, 4 Julio 2021, Ciclo B

 San Marcos 6, 1 – 6a

"Un Profeta es Despreciado Solamente en su Pueblo"

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

1.- El Profeta: cada cristiano debe ser un eco de la voz de Dios. Pero no es fácil ser profeta, en ningún tiempo lo ha sido. Es mejor que sea así, para que la vivencia de nuestra fe sea más pura.

2.- La Palabra: necesitamos alimentarnos de la Palabra de Dios. Si nos alimentáramos nosotros de la palabra de Dios no nos harían tragar los "maestros" tan fácilmente sus "rollos", no seríamos víctimas de la indoctrinación y de la propaganda, de las ideologías... y tendríamos algo nuevo que decir, aunque no quisieran escucharnos. En cualquier caso, el mundo sabría que hay hombres que no se doblegan y que aún hay profetas.

3.- La Cruz en la Debilidad: para muchos es signo de persecuciones u obstáculos graves de sus adversarios, otros lo refirieren a alguna enfermedad. Como cristiano, el apóstol entiende toda su vida como participación en el Misterio Pascual de Cristo y es así que en la debilidad de la existencia humana se manifiesta la fuerza de la cruz y de la resurrección de Cristo. En nuestra debilidad debemos dejar que actúe la fuerza de Dios.

4.- Nuestra Fe: en el inicio de nuestra vida cristiana también se nos dio un carné por el Bautismo. Y como cristianos también corremos el riesgo de pensar que, por el hecho de estar bautizados, y de que Dios sea bueno y grande, tengamos derecho a todo, muy pocas obligaciones y que, incluso, nos podamos dar la satisfacción de infringir –una y otra vez– las normas mínimas de cara a una cierta calidad de vida cristiana. Pero lo cierto es que sería bueno pensar que, en la gran carretera que son los años que vivimos, hay momentos en los que vamos restando puntos a nuestra vida ética, a nuestra conducta moral, a nuestro ser hijos de Dios, a nuestro compromiso con el mundo. Lo realizamos, unas veces, conscientemente y otras sin darle demasiada importancia. El mundo, entre otras cosas, nos ha habituado a alejar de nosotros el concepto de “culpa” o de “pecado”. Como si el “todo cuela” y el “todo vale” se constituyese en un factor-cloroformo para no desarrollar los valores evangélicos o justificar nuestras infracciones a Dios y a los demás.

REFLEXIÓN

   La liturgia de este Domingo revela que Dios llama, continuamente, a personas para ser testigos en el mundo de su proyecto de salvación. No importa si esas personas son frágiles y limitadas; la fuerza de Dios se revela a través de la flaqueza y de la debilidad de esos instrumentos humanos que Dios escoge y envía.

   La primera lectura nos presenta un extracto del relato de la vocación de Ezequiel. La vocación profética es ahí presentada como una iniciativa de Yahvé, que llama a un “hijo del hombre” (esto es, a un hombre “normal”, con sus limitaciones y flaquezas) para ser, en medio de su pueblo, la voz de Dios.

   En la segunda lectura Pablo asegura a los cristianos de Corinto (recogiendo su ejemplo personal), que Dios actúa y manifiesta su poder en el mundo a través de instrumentos débiles, finitos y limitados. Con la acción del apóstol, ser humano, viviendo en la condición de finitud, de vulnerabilidad, de debilidad, se manifiesta al mundo y a los hombres la fuerza y la vida de Dios. 

   El Evangelio, al mostrar cómo Jesús fue recibido por sus conciudadanos, en Nazaret, reafirma una idea que aparece también en las otras dos lecturas de este Domingo: Dios se manifiesta a los hombres en la flaqueza y en la debilidad. Cuando los hombres se niegan a entender esta realidad, fácilmente pierden la oportunidad de descubrir al Dios, que viene a su encuentro, y de acoger los desafíos que Dios les presenta.

   Hoy como entonces, frecuentemente lo que acompaña al encuentro con Cristo es una cierta curiosidad superficial, no la fascinación que la persona de Cristo ejerce en la existencia de quien lo encuentra. Como para los habitantes de Nazareth, también el hombre contemporáneo, capturado por la novedad de Cristo, puede quedarse dramáticamente indiferente y hasta desconfiado.

PARA LA VIDA

   Hace unos años estalló una persecución contra los cristianos en Sudán, África. Un joven huyó y se refugió en Uganda. Allí entró en el seminario y terminados sus estudios, fue ordenado sacerdote. Se llama Parida Taban. Sus feligreses no podían creer que fuera de verdad un sacerdote. ¿Nos quieres hacer creer que tú, hombre negro, eres un sacerdote? Nunca habían visto un sacerdote negro. Todos los anteriores habían sido misioneros blancos y les daban ropas, comida, medicinas… El joven P. Taban era pobre como ellos y no podía darles nada. Y empezó a decirles la misa en su propia lengua. 

   La gente seguía diciendo: este hombre no puede ser sacerdote porque nunca hemos celebrado la misa en nuestra propia lengua. Era negro y pobre como ellos y hablaba su misma lengua. Tuvo que pasar mucho tiempo y muchas pruebas hasta que fue aceptado por sus feligreses, por la gente de su raza y de su lengua. ¿Te has fijado cómo reciben a los triunfadores en su lugar de residencia? ¿Has visto la fiesta que organizan cuando alguien gana algún importante trofeo deportivo y vuelve a su lugar de origen…?

   Ser rechazado no es nunca agradable, pero cuando el rechazo viene de los que son más cercanos y más queridos la herida es mucho más profunda. Jesús fue el primer rechazado. "Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron". Visitó su pueblo, Nazaret, y sus paisanos quedaron deslumbrados, no salían de su asombro, pero no creyeron en Él.


 San Marcos 5, 21 - 43

"Contigo Hablo, Niña, Levántate"

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

1.-La Fe:  nosotros, en los tiempos en los ahora vivimos, sabemos que la fe en Jesús no siempre salva la vida material de una persona, aunque se lo pidamos insistentemente. Pero también sabemos que Dios siempre va a dar al que se lo pide con fe lo que más convenga para el alma por el que pedimos. Dios siempre nos da a todos lo que más nos conviene, cuando se lo pedimos con fe. Si hemos dicho tantas veces que Dios es nuestro Padre, tenemos que creer que nos da siempre lo que más nos conviene. 

2.-La Esperanza: un cristiano debe ser siempre una persona llena de esperanza, con una esperanza que le permita superar las dificultades que la vida presente le pueda presentar. Todos los grandes santos fueron en su vida testigos firmes de la esperanza en la resurrección cristiana; seámoslo también nosotros, porque sabemos que nuestro Dios es un Dios amante de la vida.

3.- La Caridad: la falta de caridad en este mundo tan desigual es, casi siempre, también una falta de justicia. Ya decía san Agustín que el dinero que sobra a los ricos es dinero de los pobres. Caridad y justicia no sólo no son virtudes contrarias, sino que deben ir siempre unidas. Así fue el pensamiento y el ejemplo de las primeras comunidades cristianas. Los cristianos de hoy tenemos también que compartir, pero no solo lo que nos sobra.

4.- La Vida: Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, participante de la inmortalidad divina; pero el poder del pecado lo sedujo, y con el pecado del hombre vino la muerte. El nuevo Adán salvador es Jesucristo. Por El hemos sido salvados de la muerte cuantos creemos en él si practicamos la justicia. Si es verdad que Dios no nos ahorra la muerte –como no se la ahorró al propio Cristo–, nuestro destino es la vida eterna, incluida la resurrección de nuestro cuerpo, en una dicha que nos saciará por toda la eternidad.

REFLEXIÓN

Jesús es el Señor de la Vida y así nos lo demuestran las lecturas de este domingo decimotercero del Tiempo Ordinario. Los textos son un canto a la vida y nos presentan al Dios apasionado por la vida. ¡Dios ama la vida! ¡Quiere únicamente la vida! “Dios creó al hombre para la inmortalidad” (primera lectura). Por su Hijo, nos salvó de la muerte: por eso le damos gracias en cada Eucaristía.

   Primera lectura de Sabiduría 1,13-15–2,23-25: La muerte no procede de Dios. Pero es el signo de la limitación humana y la marca que dejó en el hombre la aberración original de pretender ser como Dios (Gén 3,4). «Porque Dios no sólo nos hizo de la nada, sino que con el don de su Palabra nos dio el poder vivir como Dios.

   En la segunda lectura de la 2 Corintios 8,7-9.13-15Vuestra abundancia remedia la falta que los pobres tienen. Ante la indigencia humana el Corazón de Jesucristo es misterio de caridad y de comunión redentora. Quienes son de Cristo lo evidencian en su comunión de fe y caridad ante la indigencia de sus hermanos. 

   Marcos 5,21-43Contigo hablo, niña, levántate«Yo soy la resurrección y la vida» (Jn 11,25), pudo decir Jesús un día. Lo evidenció con el lenguaje de los hechos y lo selló con el misterio de su propia muerte redentora y su resurrección pascual. 

El «talità kum», pronunciado por Jesús en la cabecera de la hija de Jairo, ya muerta, es palabra de vida que irrumpe en el griterío y el llanto pero que, sobre todo, «vence» en el corazón del hombre, despertando el deseo imborrable de la vida y, con Él, de la Verdad. Reconocer esta posibilidad, derivada del encuentro con el Señor, abre el corazón, en toda circunstancia, al asombro, a una mirada y a una vida nuevas. La Santísima Virgen María, que escuchó la voz del Señor, nos ayude a decir siempre nuestro «¡Aquí estoy!», para que en nuestra vida resplandezca la Verdad que es Cristo.

PARA LA VIDA

   Dos plantas nacieron de dos semillas iguales, a pocos metros de distancia una de la otra. Una brotó a la orilla del camino. A veces estaba llena de polvo; otras veces estaba cubierta de barro. En verano la quemaba el sol. En las noches de invierno estaba helada de frío, azotada por la lluvia, batida por el viento. Sin embargo, creció verde, lustrosa y llena de vida. La otra planta creció al amparo de un techito que había al pie de una pared. Así que no tuvo que luchar contra el viento. La lluvia no la mojaba, ni la quemaba el sol. Apenas sentía un poco de frío en las largas noches del invierno. Esta planta creció delgada, endeble y descolorida 

   En el cuento de hoy se nos recuerda que incluso en el sufrimiento y el dolor puede haber un camino de maduración y crecimiento, y que sin esfuerzo no se corona nada con auténtico éxito. Ahí está Vicente Ferrer, recientemente fallecido en la India y que ha suscitado una oleada de admiración por su entrega solidaria a los más pobres. Su vida ha sido una vida generosa, sacrificada, de renuncia a sus propias comodidades, para luchar por un mundo mejor. Y ahí están los resultados de ese “milagro” que decía él que era posible: cientos de hospitales y escuelas, pozos de agua, trabajo para millones de personas condenadas por su condición social a la marginación y la miseria. Era un hombre de profunda fe que no se limitó a observar desde lejos el sufrimiento humano, sino que se implicó y creyó que era posible cambiar la realidad.