San Lucas 10, 38 - 42
- Lo más Importante: hay que estar atentos para ver cuál es en cada momento la voluntad de Dios para cumplirla con diligente alegría. Se dice que en la vida espiritual uno de los mayores peligros es sustituir un valor verdadero por otro valor verdadero. Y es que si nos acostumbramos a sustituir tareas, al final habrá algunas que se quedarán sin hacer y terminaremos realizando sólo aquellas que más nos agradan y, en definitiva, hacemos nuestra voluntad y no la del Padre.
- La Escucha: en la oración escuchamos continuamente a Jesús y dejamos que él nos indique el camino. La escucha de la palabra de Jesús es una exigencia fundamental del amor a Dios. Esta exigencia de escuchar a Jesús, es mucho más imperiosa para evitar caer en protagonismos de organizar el mundo a partir de nosotros mismos y no de Dios. Escucharlo, nos hace sabios y nuestras decisiones serán más lúcidas.
- La Acogida: nos invita a abrir la mirada y el corazón frente a toda persona: «Acogeos los unos a los otros, como Cristo os acogió a vosotros» (Rom 15,7). La hospitalidad se basa en la contemplación del rostro de Dios, escuchando y practicando su Palabra y en el encuentro con el hermano, dialogando, acercándonos a su realidad. Sólo en la escucha y en diálogo descubrimos su presencia en nuestras vidas.
REFLEXIÓN
Es difícil para nosotros la actitud de silencio y quietud interior para esta acogida porque vivimos muy pendientes de las cosas: los intereses materiales, la diversión, los caprichos, las ilusiones, el estar pendientes de los demás, etc...
Sucede que tenemos tiempo para todo y no lo encontramos para nosotros; vivimos afanados y no buscamos estar con nosotros mismos; buscamos las satisfacciones exteriores y somos incapaces de disfrutar de la paz interior. Todo ello es lo que Jesús nos propone cambiar y nos ofrece su ayuda para conseguirlo.
Muchos de nosotros sabemos imitar perfectamente a Marta, ocupándonos continuamente de muchas cosas; pero no sabemos hacer como María: estar con Jesús a sus pies, escuchar los latidos de su corazón, abrirnos a los valores interiores en los que encontraríamos la paz y la felicidad.
PARA LA VIDA
Érase una vez un padre de familia que intentaba leer el periódico después de un largo día de trabajo. A cada instante era importunado por sus hijos. Uno le pedía dinero para ir a comprarse un helado. Otro se le acercaba llorando, se había hecho daño en el pie y quería que un beso lo curara. El mayor le pedía que le ayudara a resolver un problema de matemáticas.
Finalmente el más pequeño entró corriendo en la sala en busca del buen padre. Éste le preguntó cansado: "¿y tú que quieres?" El pequeño le contestó: "Papá, yo no quiero nada. Sólo quiero que me cojas en tus brazos".