San Marcos 1, 14 -20
1.-Seguir a Cristo: Cristo vivió desde el primer momento de su vida el reino de Dios, porque cumplió desde el primer momento la voluntad de Dios. No podemos seguir viviendo como si Él no hubiera venido. Su presencia debe determinar toda nuestra vida. Su venida da a nuestra existencia un todo de seriedad y urgencia. No podemos seguir malgastando nuestra vida viviéndola al margen de Él. Con Él tiene un valor inmensamente mayor de lo que imaginamos.
2.-Nuestra Vocación: parte de una verdadera conversión personal, que nunca se realiza de manera definitiva y que debe renovarse continuamente, en las distintas etapas de la existencia. En segundo lugar, la respuesta humana debe ser siempre llena de confianza, también cuando lo que Dios pide puede parecer no comprensible inmediatamente, ilógico e incluso humanamente inútil.
3.-La Buena Noticia: «anuncio alegre y gozoso». La presencia de Cristo, su cercanía, su poder, son una buena noticia. La llegada del Reino de Dios es una buena noticia. Cada una de las palabras y frases del evangelio son una noticia gozosa. ¿Recibo así el evangelio, como Buena nueva y anuncio gozoso, o lo veo como una carga y una exigencia? Cada vez que lo escucho, lo leo o medito, ¿lo veo como promesa de salvación? ¿Creo de verdad en el evangelio? ¿Me fío de lo que Cristo en él me manda, me advierte o me aconseja?
4.-Ser Cristiano Es: ante todo irse con Jesús, caminar tras Él, seguirle. No podemos alcanzar la salvación sin un cambio radical de nuestra vida. El Hijo de Dios se ha hecho hombre para hacer de los hombres hijos de Dios. El encuentro con el Salvador ha de producir en nosotros una «conversión», un cambio de vida, de mentalidad y de costumbres.
REFLEXIÓN
También este domingo, como el anterior, se caracteriza por dos relatos vocacionales, de los cuales surgen con particular fuerza la invitación a la conversión personal y la participación en la llamada a la conversión dirigida a todos los hombres.
En la primera lectura. El libro profético de Jonás constituye todo él una parábola reveladora. En él se manifiesta claramente la voluntad de Dios, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. «De esta forma, el hombre, recibiendo de Dios una salvación inesperada, resucita de entre los muertos y glorifica a Dios y pronuncia las palabras proféticas de Jonás: «Grité al Señor mi Dios en mi tribulación y me oyó desde el seno del infierno» (Jon 2,2). Así el hombre permanece para siempre glorificando a Dios y le da gracias sin interrupción por la salvación que obtuvo de Él»
En la segunda lectura a los Corintios nos dice: La apariencia de este mundo se termina. Para el verdadero creyente, la brevedad de la vida temporal no significa sino la oportunidad de aceptar la gracia y llegar a esa salvación próxima y definitiva que Cristo Jesús nos ofrece. Esa esperanza viva de los bienes eternos inminentes es lo que permite a los fieles actuar con total libertad de espíritu, y no como esclavos de las cosas temporales. Es verdad, sin embargo, que en el camino de la vida presente hay muchos enemigos y tentaciones. «Y si su poder y su ataques engendran en nosotros el temor, no perdamos de vista que contamos con la protección y la ayuda del Señor.
La lectura del Evangelio nos propone que La llegada del Reino de Dios es una buena noticia: "creed la buena noticia". Jesús pide la creación de una comunidad de discípulos que le sigan; el seguimiento es la característica que define al discípulo. Jesús pide que la vida de Dios sea vivida por los hombres en fraternidad con los demás.
La conversión tiene que materializarse en la formación de comunidades cristianas. A la creación de estas comunidades dedicó Jesús todos sus esfuerzos y su actividad. La llamada de Pedro, Andrés, Santiago y Juan no es al sacerdocio, sino a ser comunidad cristiana que testimonie una forma de existencia tal que saque a los hombres del mar del egoísmo individual: "veníos conmigo y os haré pescadores de hombres". Jesús pide al cristiano radicalidad de entrega. Seguir a Jesús no es una decisión ética autónoma, ni una adhesión intelectual a una doctrina.
PARA LA VIDA
En una ciudad había dos monasterios. Uno era muy rico, mientras el otro era muy pobre. Un día, uno de los monjes pobres bajó al monasterio de los monjes ricos para saludar a un amigo que tenía allí. - Durante cierto tiempo no volveremos a vernos, amigo mío, dijo el monje pobre. Voy a emprender como peregrino un largo viaje y a visitar cien grandes santuarios.
Acompáñame con tus oraciones porque deberé escalar grandes montañas y atravesar ríos peligrosos. - ¿Y qué llevarás contigo para un viaje tan largo y arriesgado?, - preguntó el monje rico. - Sólo una taza para el agua y una escudilla para el arroz, - sonrió el monje pobre. El otro quedó muy sorprendido y lo miró severamente. - ¡Tú simplificas demasiado las cosas, amigo mío! No hay que ser tan atolondrado y tan poco previsor.
También yo voy a iniciar la peregrinación a los cien santuarios, pero no partiré ciertamente hasta que no esté seguro de tener conmigo todo lo que me pueda ser útil para el viaje. Un año más tarde, el monje pobre volvió a casa y se apresuró a visitar al amigo rico para contarle la grande y rica experiencia espiritual que había adquirido durante la peregrinación. El monje rico manifestó sólo una pizca de contrariedad, cuando debió confesar: - Desgraciadamente, yo no he logrado aún acabar mis preparativos para la peregrinación.