Solemnidad Santa María, Madre de Dios, 1° de Enero de 2021, Ciclo B

 San Lucas 2, 16 – 21

"Encontraron a María y a José y al Niño. Y a los ocho días, le pusieron por nombre Jesús"

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M. 

1.- María es una mujer contemplativa, como se deduce de las palabras del Evangelio: "María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón" Lucas 2,16. María cumple la misión del hombre recordada por el Concilio: "Dios ha llamado y llama al hombre a adherirse a El con la total plenitud de su ser en la perpetua comunión de la incorruptible vida divina" (GS 18).

2.- La Maternidad de María: el nacimiento hace referencia siempre a la que ha engendrado, a la que da la vida, a la que da al mundo al Hombre. El primer día del año nuevo es el día de la Madre. La vemos, pues, como en tantos cuadros y esculturas, con el Niño en brazos, con el Niño en su seno. Madre. La que ha engendrado y alimentado al Hijo de Dios. Madre de Cristo. No hay imagen más conocida y que hable de modo más sencillo sobre el misterio del nacimiento del Señor, como la de la Madre con Jesús en brazos.

3.- La Palabra: se hizo carne. En san Pablo encontramos escrito: Cristo se hizo por nosotros un maldito. Pues al cuerpo humano, por la unión y comunión con la Palabra, se le ha concedido un inmenso beneficio: de mortal se ha hecho inmortal, de animal se ha hecho espiritual, y de terreno ha penetrado las puertas del cielo.

4.- La Paz: esta dimensión de paz, es la dimensión más profunda, que sólo Cristo puede dar al hombre. Es la plenitud de la paz, radicada en la reconciliación con Dios mismo. La paz interior que comparten los hermanos mediante la comunión espiritual. Esta paz es la que nosotros imploramos antes que ninguna otra cosa. Pero conscientes de que «el mundo» por sí solo —el mundo después del pecado original, el mundo en pecado— no puede darnos esta paz, la pedimos al mismo tiempo para el mundo. Para el hombre en el mundo. Para todos los hombres.

 REFLEXIÓN 

   En este día, la liturgia nos sitúa delante de evocaciones diversas, aunque todas importantes. Se celebra, en primer lugar, la solemnidad de Santa María, Madre de Dios: estamos invitados a contemplar la figura de María, aquella mujer que, con su “sí” al proyecto de Dios, nos ofreció a Jesús, nuestro libertador. Se celebra, en segundo lugar, el Día Mundial de la Paz: en 1968, el Papa Pablo VI propuso a los hombres de buena voluntad que, en este día, se rezase por la paz en el mundo. 

   Se celebra, finalmente, el primer día del año civil: es el inicio de un camino recorrido cogidos de la mano de ese Dios que nos ama, que cada día nos llena de bendiciones y nos ofrece una vida en plenitud. Las lecturas que hoy se nos proponen exploran, por tanto, estas distintas coordenadas. Evocan esta multiplicidad de temas y de celebraciones. 

   En la Primera Lectura, se subraya la dimensión de la presencia permanente de Dios en nuestro caminar y nos recuerda que su bendición nos proporciona vida en plenitud.

   En la Segunda Lectura, la liturgia evoca, otra vez, el amor de Dios, que envió a su Hijo al encuentro de los hombres para liberarlos de la esclavitud de la Ley y para hacerlos sus “hijos”. Es por esa situación privilegiada de “hijos” libres y amados como podemos dirigirnos a Dios y llamarle “abba” (“papá”).

  El Evangelio muestra cómo la llegada del proyecto liberador de Dios (que se hizo realidad plena en nuestro mundo a través de Jesús), provoca alegría y felicidad en aquellos que no tienen otra posibilidad de acceso a la salvación: los pobres y los marginados. Nos invita también a alabar a Dios por su amor y a testimoniar el designio liberador de Dios en medio de los hombres. María, es la mujer que proporcionó nuestro encuentro con Jesús, y el modelo de creyente que es sensible a los proyectos de Dios, que sabe leer sus signos en la historia, que acoge la propuesta de Dios en el corazón y que colabora con Dios en la realización del proyecto divino de salvación para el mundo. 

PARA LA VIDA 

   Una mujer se llevaba muy mal con su marido. A pesar de todos los cuidados que daba al padre de sus hijos, ella tenía que aguantar todas sus maldades. Un día, queriendo transformar su vida en un idilio, decidió consultar a un adivino. ¿No tendrá usted un talismán que me ayude a cambiar el corazón duro y frío de mi marido? La leche de una tigresa. Procúramela y tu problema estará resuelto, dijo el adivino. Asustada pero esperanzada la mujer decidió remover cielo y tierra para encontrar la solución de sus problemas. 

   Unos cazadores le dijeron que una tigresa amamantaba a sus crías en el bosque. Compró un cordero y se puso a buscarla por el bosque. Cuando la fiera la vio pensando que sus crías estaban en peligro estuvo a punto de devorarla. Le lanzó el cordero y huyó. Unos días más tarde, volvió al bosque con un cabritillo que ofreció a la tigresa cuando llegó a su guarida. 

   La fiera le permitió acercarse mientras engullía satisfecha su cabritillo. La mujer la acarició y la ordeñó. Regresó donde el adivino y le entregó la leche de la tigresa. Hija mía, con fuerza de voluntad, de dulzura y de inteligencia has conseguido domar un tigre. Vuelve a casa y haz lo mismo con tu marido. Esta otra fiera es más fácil de domar. La felicidad no está nunca lejos de nosotros. 

   Todos al comenzar un año se desean la felicidad y cada uno hace propósitos, pero la gran mayoría no los cumple. ¿Por qué no los cumplimos? ¿Por qué no cambiamos? El secreto del cambio no está en nosotros. Sólo el Señor hará el cambio si se lo permitimos. 

   Celebramos hoy a María Virgen y Madre Esa mujer que nos trajo la divinidad. Es la hija de Israel, de Sión donde Dios puso su mirada para ver la humillación de su esclava. María guardaba todo en su corazón y María, por la fe concibió a Jesús en su corazón antes que en su cuerpo. También celebramos la Jornada por la paz.