5° Domingo Cuaresma, 18 Marzo 2018, Ciclo B


San Juan 12, 20 - 33

Ha Llegado la Hora de que sea Glorificado el Hijo del Hombre”

      Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.

  1. Jesús: en Jesús se dan la mano dos realidades fuertemente antagónicas: la muerte y la fecundidad. Nosotros preferimos ser servidos a servir; Cristo prefirió servir a ser servido; y en ese incondicional servir le fue ‘servida’ por el Padre la salvación de la humanidad.
  2. La Cruz: en la cruz se manifestará la gloria del Señor: en el Calvario el Crucificado se revelará, desde la profundidad del sufrimiento y del rechazo, como el Hijo de Dios elevado sobre el trono de la cruz que atraerá a todos hacia sí. Por la alianza de la cruz, que renovamos en cada eucaristía, Dios se acerca a nosotros, se adentra en nuestro corazón, pues aquel día "pondré mi ley en su pecho, la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo".
  3. La Obediencia: Jesús obedeció al Padre cuando llegó su "hora"  hasta la cruz. Haciendo suyo el castigo por nuestro pecado, "se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna”.
  4. La Hora: la "hora de Jesús" es la hora de glorificar al Padre. En ella se manifiesta que Dios es Amor, pero también queda al descubierto el pecado del mundo. Es la hora de la exaltación de Jesús, de su muerte y de su gloria. Es la hora del juicio contra satanás y sus secuaces, pero también la hora del perdón para cuantos creen en él. Es la hora en la que Dios convoca a todos los elegidos en torno al que es "exaltado". Pues todo lo que podemos esperar y temer es fruto y consecuencia de la victoria y del juicio que acontece en la cruz de Cristo.
  5. Ver a Jesús: debería ser ésta la confesión sincera y humilde de una comunidad que se sabe llamada al encuentro con su Señor y, sin embargo, nos quedamos enredados en mil asuntos que nos dificultan ir hacia Él. 

REFLEXIÓN 

   En este Quinto Domingo de Cuaresma, la liturgia nos lleva a contemplar a Cristo en la Cruz. Es la suprema prueba de amor de Jesús al hombre. De ese amor, tenemos que vivir siempre los cristianos. 
   En el Evangelio, San Juan relata cómo unos griegos querían ver a Jesús y se lo dicen a Felipe. Este episodio da ocasión a Jesús para anunciar su glorificación por su propia muerte. Por medio de la comparación con el grano de trigo, Jesús nos hace ver que la muerte es un fracaso sólo en apariencia. El grano muere, se pudre, pero de él surge una nueva planta que crece y luego puede dar muchos granos más. El fracaso real, sería que el grano de trigo no muriera. El grano de trigo que no se pudre en la tierra, queda solo, no se convierte en planta ni puede dar fruto. No sirve un grano de trigo sin germinar, pero la germinación de vida supone entrar él mismo en la muerte. 
   La muerte de Cristo y de los que estamos unidos a Él por la fe y el Bautismo, es como la muerte del grano de trigo: de esa muerte nace vida nueva. Muchas veces queremos seguir a Cristo evitando la muerte, escapando a la cruz y entonces quedamos como el grano de trigo que ni germina, ni muere, y tampoco da fruto. La condición del discípulo de Cristo es compartir con Él la pena, para gozar con Él de la Gloria del Padre. 
   Y esto, ... con sufrimiento, porque ni al mismo Jesús le fue ahorrado el sufrimiento. El Señor en este evangelio anticipa la agonía del huerto cuando dice: “Mi alma ahora está turbada. ¿Y qué diré: "¿Padre, líbrame de esta hora”? ¡Si para eso he llegado a esta hora! ¡Padre, glorifica tu Nombre!» La turbación, la desolación y la agonía son condición del cristiano como lo fueron también de Cristo. Muchas veces nos quejamos de la desolación y del sufrimiento y nos olvidamos que una forma de acompañar al Señor que sigue sufriendo hoy, en su Cuerpo Místico que es la Iglesia, es ofrecer a Dios nuestra desolación y sufrimiento como lo hizo el Señor. 

PARA LA VIDA

   Un día fue un discípulo en busca de su maestro y le dijo: "Maestro, yo quiero encontrar a Dios". El maestro miró al muchacho sonriéndole. El muchacho volvía cada día, repitiendo que quería dedicarse a la religión. Pero el maestro sabía muy bien a qué atenerse. Un día que hacía mucho calor, le dijo al muchacho que lo acompañara hasta el río para bañarse. El muchacho se zambulló en el agua El maestro lo siguió, y, agarrándolo por la cabeza, se la metió en el agua un buen rato, hasta que el muchacho comenzó a forcejear por sacarla a flote. 
   El maestro lo soltó y le preguntó qué era lo que más deseaba cuando se encontraba sin respiración dentro del agua. Aire respondió el discípulo., ¿Deseas a Dios de la misma manera? le preguntó el maestro. Si lo deseas así, lo encontrarás inmediatamente. Pero ni no tienes ese deseo, esa sed, por más que luches con tu inteligencia, con tus labios o con tu fuerza, no podrás encontrar a Dios. Mientras no se despierte esa sed en ti, no vales más que un ateo. Incluso a veces el ateo es sincero. Y tú no lo eres. 
   Algo parecido debió ocurrir aquel día cuando unos hombres se acercaron a Felipe y le dijeron que querían ver a Jesús. Entonces Felipe y Andrés fueron a decírselo a Jesús y éste les dijo: "Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere da mucho fruto".

4° Domingo Cuaresma, 11 Marzo 2018, Ciclo B


San Juan 3, 14-21

“Tanto Amó Dios al Mundo que Entregó a su Hijo”

    Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.


  1. El Amor: Dios en su infinito amor, ha recorrido un largo camino en la historia de la salvación, antes de llegar a expresarse en forma definitiva y última en Jesucristo. El amor busca el bien de la persona amada. Pero las formas de buscar ese bien pueden variar. La más perfecta fue la encarnación.
  2. La Vida: esta vida itinerante hacia el destino eterno tiene un gran valor. Aunque cien años nos parezcan poco, en el tiempo que vivimos podemos hacer muchas, grandes y muy valiosas cosas, todas ellas como consecuencia de las facultades, dones y carismas que el Creador ha puesto en nosotros.
  3. La Fe: esto es lo único que Dios pide y espera de nosotros, esta es la única respuesta al amor que el Padre nos ha demostrado al darnos a su Hijo. Acoger el amor de Dios es acoger a Cristo su Enviado, en la fe. Estamos salvados por pura gracia, nos ha dicho san Pablo, pero "mediante la fe".
  4. La Cruz: es fruto del rechazo del mundo y atracción salvadora de todos los hombres; Jesús es elevado (para morir) por el mundo y es elevado (para salvar), "para que todo el que crea en él tenga vida eterna".
  5. La Salvación: viene del Hijo del Hombre exaltado en la cruz: "Cuando yo sea levantado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí". Dios envía a su hijo para salvar al mundo y no para condenarlo. Dios quiere la salvación de todos los hombres, y Jesús es, como afirma la Samaritana, el "salvador del mundo".
  6. La Luz: frente a las "tinieblas", que se presentan como una personificación del mal, se alza la "luz": el mismo Hijo de Dios en persona (1, 4s). Los que obran perversamente se oponen a la verdad con la mentira de su vida y esconden sus malas obras huyendo de la luz. En cambio, los que hacen la verdad buscan la luz, para que se vean sus obras buenas.


REFLEXIÓN
 
   Las lecturas de este cuarto domingo de Cuaresma son un canto de alegría al mostrarnos que el amor de Dios por nosotros no solo lo manifestó en palabras, sino con obras, al enviar a su Hijo para nuestra salvación. “Alégrate Jerusalén... llenaos de alegría los que estáis tristes...”. Ninguna prueba de la caridad divina hay tan patente como que la Segunda Persona de la Santísima Trinidad se encarnara; que nuestro Señor se hiciera hermano nuestro..., que el Hijo de Dios, se hiciera hijo de hombre.

   En el Evangelio, es el mismo Jesús quién dice de sí mismo: “Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único; para que todo el que crea en Él tenga Vida eterna”. Jesús nos dice que él no viene para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él. Y esta es la causa de nuestra paz y alegría. Al darnos a su Hijo, Dios nos ha dado todo. Cualquier otro bien que hubiésemos podido recibir de Dios, incluso la posesión y el dominio del universo entero, no hubiese sido comparable al don que hemos recibido. 

   Dándonos a su unigénito Hijo, nos ha dado todo. Él es el único heredero del Padre, y de Él recibimos su herencia. Dándonos a su Hijo, hemos recibido el cielo y la misma divinidad, de la que nos ha hecho partícipes Jesús, al hacernos hijos adoptivos de Dios. Gracias al Hijo, somos hijos…

   Quién cree en Jesús está libre de la condenación y no tiene nada que temer; pero quien rehúsa creer, no tiene necesidad de ser condenado: ya lo está, y persiste en su condenación si no quiere reconocer al único Hijo de Dios que sólo podría liberarlo. Y este es mayor error que podemos cometer en la vida. Las dificultades que nos impiden descubrir este tesoro son el egoísmo, la comodidad, el rechazo de las contrariedades y las cruces que se nos presentan en la vida cotidiana. El amor a Dios nace, si vamos muriendo con él, como él, y en nuestra propia cruz.

PARA LA VIDA
 
   “La vida cristiana consiste en amar a Cristo”. Así expresó, San Agustín de forma breve. Así lo afirmó y profesó este hombre santo que, no obstante, estuvo alejado de Dios tantos y tantos años... Como quien dice, la mitad de su vida fue un caminar por la oscuridad más profunda. Tuvo muchas oportunidades para caminar por la Luz. Santa Mónica intentó educarle lo mejor posible, pero él no escuchaba... 

   Un gran amigo suyo que estaba en peligro de muerte le contó que tenía intención de bautizarse, pero él se rio de su amigo... También tuvo la oportunidad de tener la Biblia en sus manos y leer algo de ella, pero le pareció un libro hecho para gente con poca cultura...Treinta y dos años caminó en las tinieblas... Treinta y dos años que fueron una permanente búsqueda por alcanzar la Luz, aunque, él sin saberlo, la buscaba mal. Buscaba ser feliz, como todos, y no descubrió que la Felicidad estaba en Dios. 

   Así se dedicó a las cosas exteriores del mundo, a buscar dentro de la secta de los maniqueos, a dedicarse a correrías... Pero no era feliz. Un día, incluso, en medio de tanta oscuridad e infelicidad vio un borracho por la calle y le entró envidia porque él al menos se reía...Pero la Luz fue más fuerte en su vida que la oscuridad. Y finalmente, se dejó conquistar por Dios.

   Aquel encuentro fue tan fuerte, tan impactante que su vida cambió de rumbo, porque la inquietud siguió tan fuerte como antes, sólo que ahora era la Luz, era Cristo, quien había conquistado definitivamente su corazón. Y por él y para él dedicó su vida. “Tarde te conocí, hermosura tan antigua, tarde te conocí”…Pero te conocí…


3° Domingo Cuaresma, 4 Marzo 2018, Ciclo B


San Juan 2, 13-25 


“El Celo por tu Casa me Consume”

    Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.
  1. El Templo: el nuevo templo es el Cristo total, la cabeza y los miembros, Cristo resucitado y su cuerpo que es la Iglesia. La comunidad cristiana reunida en torno a su Señor por la fuerza del Espíritu es el verdadero templo de Dios. De esta comunidad se espera que viva de tal manera que pueda dar dignamente culto al Padre ‘en Espíritu y en Verdad’, se espera que vivamos lo que celebramos.
  2. La Cruz: tiene poca aceptación, y sin embargo, ella es ‘fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Pues lo necio de Dios es más sabio que los hombres; y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres’. El culto cristiano lo preside siempre la cruz, el Crucificado, porque lo que en él celebramos es precisamente el misterio de la muerte y la resurrección del Señor por nuestro amor.
  3. El Culto: el verdadero culto a Dios pasa necesariamente por el amor al otro. El culto a Dios es necesario, pues con Él le agradecemos todo lo que nos regala gratuitamente y, al mismo tiempo, fortalece nuestra fe y nuestra esperanza. La liturgia es la celebración comunitaria del encuentro con Dios.
  4. La Cuaresma: como camino que conduce hacia la Pascua, pretende con medios tan esenciales y sencillos como la oración, la austeridad o la caridad, revestirnos de un espíritu que nos lleve a celebrar intensamente y en verdad la Pascua del Señor.
  5. Los Mandamientos: dan sentido a nuestro camino cristiano. El amor al prójimo, que es consecuencia lógica de nuestra unión con Dios, es imperativo en el día a día. La oración personal (y no sólo comunitaria) es síntoma de una fe saludable que, además, la fortalece cuando –esa oración– (como decía Teresa de Jesús) nos lleva a caer en la cuenta de que es estar con Aquel que decimos nos ama. 

REFLEXIÓN

   En este tercer Domingo de Cuaresma, la Palabra de Dios nos trae el relato de la expulsión de los mercaderes del templo, que es quizá uno de los más “duros” del evangelio y nos invita también a purificarnos.

   Nos encontramos ante una actitud muy dura de Jesús. El Señor actúa como dueño de casa, como “Hijo”. Por eso sus discípulos se acordarán del salmo que dice “El celo por la Casa me devorará”. El interior de Jesús está realmente devorado por la indignación que le provoca el exceso en la Casa de su Padre y por eso expulsa a los vendedores y a los cambistas.

   Seguramente se encontraron ante una fuerza irresistible que les hizo obedecer. No comprenderían tal vez el sentido total de lo que pasaba, Jesús los tomó de sorpresa, pero la autoridad del “Dios – Hombre” que actuaba en su Casa con el látigo en la mano del mismo Dios.

   Los judíos pretendieron destruir el cuerpo de Jesús, dándole muerte. Su muerte fue el máximo servicio a la humanidad y la máxima manifestación de la gloria de Dios. El templo del cuerpo de Jesús, pasó por la muerte, fue destruido y fue levantado por el mismo poder de Jesús, que al tercer día resucitó de entre los muertos. Dice el evangelio que: “Por eso, cuando Jesús resucitó, sus discípulos recordaron que él había dicho esto, y creyeron en la Escritura y en la palabra que había pronunciado”.

   Vivimos la Cuaresma como purificación y es bueno también ver venir al Señor con un látigo a purificar su Cuerpo Místico, a purificar a su pueblo fiel de todas sus infidelidades, de su comercio, de su profanación. Por una parte, tengamos una alegre y firme esperanza en el porvenir, pero por otra parte tengamos un santo temor a Dios, porque ese santo temor es fuente continua de conversión y así nuestra esperanza no será simplemente una ilusión y Cristo Resucitado podrá habitar en nosotros. 

PARA LA VIDA

   Helder Camara, obispo brasileño, que durante su vida “olió a oveja” más que nadie, cuenta la siguiente historia. Un día unos feligreses de mi diócesis vinieron a suplicarme que fuera a su pueblo a celebrar una misa de purificación de su templo, su iglesia parroquial. ¿Por qué?, les pregunté. Unos ladrones han saqueado nuestra iglesia, han destruido el sagrario, se han llevado los copones y, al largarse, han tirado por el barro de las calles las formas consagradas. Han profanado nuestro templo, le contaron consternados. 

   Por supuesto que fui y les dije a aquellos católicos indignados: Ustedes están horrorizados porque el cuerpo de Cristo ha sido arrojado al fango. Tienen razón y comprendo su ira, pero no olviden nunca que aquí y en otros muchos lugares de la tierra, el Cuerpo de Cristo es tirado a la basura cuando los más pobres, los más pequeños son machacados y humillados.

   He leído muchas pintadas escritas con grandes letras en las fachadas de las iglesias y una me llama la atención: "La iglesia que más alumbra es una iglesia en llamas". Tienen razón, pero en llamas no de odio sino de amor, traducido en servicio a los machacados por la avaricia humana. Los templos vivos son más valiosos que los templos de piedra por más artísticos y turísticos que sean. Dios no es un turista que  vaya visitando templos: mezquitas, sinagogas, o catedrales góticas, templos dedicados a la divinidad bajo miles de nombres.

2° Domingo Cuaresma, 25 Febrero 2018, Ciclo B


San Marcos 9, 2-10 


¡Transfigúranos Contigo, Señor!

    Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.

  1. La Transfiguración: no es la revelación impasible de la luz del Verbo a los ojos de los apóstoles, sino el momento intenso en el que Jesús aparece unificado en todo su ser con la compasión del Padre. En aquellos días decisivos, él es más que nunca transparente a la luz de amor de aquel que lo entrega a los hombres por su salvación. Por consiguiente, si Jesús se transfiguró, es porque el Padre hace resplandecer en él su gozo.
  2. La Montaña: es lugar habitual de encuentro con Dios: también Moisés subió al monte para escuchar la voluntad divina codificada en los Diez Mandamientos. La soledad del monte significaba, en aquellos tiempos el alejamiento del resto de los hombres y la proximidad a Dios.
  3. La Nube: era la forma sensible con la que Dios se revelaba. Ésta, opaca y resplandeciente al mismo tiempo, manifiesta la presencia de Dios desvelando su misterio.
  4. La Contemplación: es imposible contemplar el Sumo Bien y no amarle; y no amarlo en la misma medida cuanto es dado contemplarle, hasta que el amor alcance alguna semejanza con aquel amor que llevó a Dios a hacerse hombre, en la humildad de la condición humana, para hacer al hombre semejante a Dios en la glorificación de la divina participación.
  5. La Escucha: es dulce al oído escuchar la voz de la persona amada. Por eso, Abraham que ama a Dios, escucha su voz que le llama y enseguida responde: "Aquí estoy", en un gesto de disponibilidad desde el amor. Por eso, el Padre invita a los discípulos a escuchar a Jesús para que a través de sus palabras lleguen a sus oídos las revelaciones del amor hasta la locura de la cruz. 

REFLEXIÓN 

   En este segundo domingo de Cuaresma la liturgia nos invita a meditar el misterio de la Transfiguración de Jesús. En la soledad del monte Tabor, presentes Pedro, Santiago y Juan, únicos testigos privilegiados de ese acontecimiento, Jesús es revestido, también exteriormente, de la gloria de Hijo de Dios, que le pertenece. Su rostro se vuelve luminoso; sus vestidos deslumbrantes. 

   Aparecen Moisés y Elías, que conversan con Él sobre el cumplimiento de su misión terrena, destinada a concluirse en Jerusalén con su muerte en la cruz y con su resurrección. En la Transfiguración se hace visible por un momento la luz divina que se revelará plenamente en el misterio pascual. 

   La transfiguración del Señor es un acontecimiento clave, no sólo en la misión salvadora de Jesús que el Padre le ha confiado, sino también por la experiencia de fe de los discípulos, que caminan con Él hacia la misma meta, y de toda la comunidad de los creyentes que peregrinan hacia la Pascua eterna. 

   Así, pues, Jesús está de camino hacia Jerusalén, donde deberá "sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, morir y resucitar a los tres días" Allí se cumplirán las antiguas profecías que habían anunciado la venida del Mesías, no como poderoso dominador o agitador político, sino como servidor de Dios y de los hombres, que sufrirá la persecución, el dolor y la muerte.

   Al reflexionar sobre este misterio, el Papa Juan Pablo II nos dice que Jesús tiene delante una meta difícil, hacia la que lo impulsa la voluntad de Dios y lo orienta su vocación de "Siervo", y predice su conclusión, que será al mismo tiempo trágica y gloriosa. Su humanidad, para superar la prueba, tiene que ser "confirmada" por el amor poderoso del Padre y confortada por la solidaridad de los discípulos que caminan a su lado. 

PARA LA VIDA 

   Un general llegó y le dijo al coronel: «coronel, mañana tendrá lugar un eclipse de sol. Por tanto, los soldados deberán estar en formación en el patio del cuartel para ver este extraño fenómeno que acontece rara vez. Si llueve, cosa poco probable, se quedarán dentro de la compañía» El coronel fue a ver al capitán y le dijo: «Por orden del general, mañana tendrá lugar un eclipse de sol. 

   Si llueve, cosa poco probable, los soldados se quedarán en el patio del cuartel para contemplar este fenómeno que no ocurre todos los días. En caso contrario, se quedarán dentro de la compañía. El capitán fue al teniente y le dijo: «Mañana el general va a eclipsarse en el patio del cuartel. Para ver este fenómeno tan extraño que no acontece todos los días, los soldados formarán dentro de la compañía. 

   Si llueve, cosa poco frecuente, lo verán desde el patio del cuartel» El teniente dijo a los soldados: «Mañana todos los soldados tienen que eclipsarse en el patio del cuartel, cosa que no acontece todos los días. Para ver este fenómeno tan extraño el general ordenará que llueva dentro de la compañía» Después de escuchar esto, los soldados comentaron entre ellos todo preocupados: «¡Eh! ¡Tenemos que hacer alguna cosa para no eclipsarnos mañana! ¡Si no, el general va a mojase dentro de la compañía!