San Juan 3, 14-21
“Tanto Amó Dios al Mundo que Entregó a su Hijo”
- El Amor: Dios en su infinito amor, ha recorrido un largo camino en la historia de la salvación, antes de llegar a expresarse en forma definitiva y última en Jesucristo. El amor busca el bien de la persona amada. Pero las formas de buscar ese bien pueden variar. La más perfecta fue la encarnación.
- La Vida: esta vida itinerante hacia el destino eterno tiene un gran valor. Aunque cien años nos parezcan poco, en el tiempo que vivimos podemos hacer muchas, grandes y muy valiosas cosas, todas ellas como consecuencia de las facultades, dones y carismas que el Creador ha puesto en nosotros.
- La Fe: esto es lo único que Dios pide y espera de nosotros, esta es la única respuesta al amor que el Padre nos ha demostrado al darnos a su Hijo. Acoger el amor de Dios es acoger a Cristo su Enviado, en la fe. Estamos salvados por pura gracia, nos ha dicho san Pablo, pero "mediante la fe".
- La Cruz: es fruto del rechazo del mundo y atracción salvadora de todos los hombres; Jesús es elevado (para morir) por el mundo y es elevado (para salvar), "para que todo el que crea en él tenga vida eterna".
- La Salvación: viene del Hijo del Hombre exaltado en la cruz: "Cuando yo sea levantado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí". Dios envía a su hijo para salvar al mundo y no para condenarlo. Dios quiere la salvación de todos los hombres, y Jesús es, como afirma la Samaritana, el "salvador del mundo".
- La Luz: frente a las "tinieblas", que se presentan como una personificación del mal, se alza la "luz": el mismo Hijo de Dios en persona (1, 4s). Los que obran perversamente se oponen a la verdad con la mentira de su vida y esconden sus malas obras huyendo de la luz. En cambio, los que hacen la verdad buscan la luz, para que se vean sus obras buenas.
Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.
REFLEXIÓN
Las lecturas de este cuarto domingo de Cuaresma son un canto de alegría al mostrarnos que el amor de Dios por nosotros no solo lo manifestó en palabras, sino con obras, al enviar a su Hijo para nuestra salvación. “Alégrate Jerusalén... llenaos de alegría los que estáis tristes...”. Ninguna prueba de la caridad divina hay tan patente como que la Segunda Persona de la Santísima Trinidad se encarnara; que nuestro Señor se hiciera hermano nuestro..., que el Hijo de Dios, se hiciera hijo de hombre.
En el Evangelio, es el mismo Jesús quién dice de sí mismo: “Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único; para que todo el que crea en Él tenga Vida eterna”. Jesús nos dice que él no viene para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él. Y esta es la causa de nuestra paz y alegría. Al darnos a su Hijo, Dios nos ha dado todo. Cualquier otro bien que hubiésemos podido recibir de Dios, incluso la posesión y el dominio del universo entero, no hubiese sido comparable al don que hemos recibido.
Dándonos a su unigénito Hijo, nos ha dado todo. Él es el único heredero del Padre, y de Él recibimos su herencia. Dándonos a su Hijo, hemos recibido el cielo y la misma divinidad, de la que nos ha hecho partícipes Jesús, al hacernos hijos adoptivos de Dios. Gracias al Hijo, somos hijos…
Quién cree en Jesús está libre de la condenación y no tiene nada que temer; pero quien rehúsa creer, no tiene necesidad de ser condenado: ya lo está, y persiste en su condenación si no quiere reconocer al único Hijo de Dios que sólo podría liberarlo. Y este es mayor error que podemos cometer en la vida. Las dificultades que nos impiden descubrir este tesoro son el egoísmo, la comodidad, el rechazo de las contrariedades y las cruces que se nos presentan en la vida cotidiana. El amor a Dios nace, si vamos muriendo con él, como él, y en nuestra propia cruz.
PARA LA VIDA
“La vida cristiana consiste en amar a Cristo”. Así expresó, San Agustín de forma breve. Así lo afirmó y profesó este hombre santo que, no obstante, estuvo alejado de Dios tantos y tantos años... Como quien dice, la mitad de su vida fue un caminar por la oscuridad más profunda. Tuvo muchas oportunidades para caminar por la Luz. Santa Mónica intentó educarle lo mejor posible, pero él no escuchaba...
Un gran amigo suyo que estaba en peligro de muerte le contó que tenía intención de bautizarse, pero él se rio de su amigo... También tuvo la oportunidad de tener la Biblia en sus manos y leer algo de ella, pero le pareció un libro hecho para gente con poca cultura...Treinta y dos años caminó en las tinieblas... Treinta y dos años que fueron una permanente búsqueda por alcanzar la Luz, aunque, él sin saberlo, la buscaba mal. Buscaba ser feliz, como todos, y no descubrió que la Felicidad estaba en Dios.
Así se dedicó a las cosas exteriores del mundo, a buscar dentro de la secta de los maniqueos, a dedicarse a correrías... Pero no era feliz. Un día, incluso, en medio de tanta oscuridad e infelicidad vio un borracho por la calle y le entró envidia porque él al menos se reía...Pero la Luz fue más fuerte en su vida que la oscuridad. Y finalmente, se dejó conquistar por Dios.
Aquel encuentro fue tan fuerte, tan impactante que su vida cambió de rumbo, porque la inquietud siguió tan fuerte como antes, sólo que ahora era la Luz, era Cristo, quien había conquistado definitivamente su corazón. Y por él y para él dedicó su vida. “Tarde te conocí, hermosura tan antigua, tarde te conocí”…Pero te conocí…