San Lucas 13, 22-30
REFLEXIÓN SOBRE EL EVANGELIO
1-LA PUERTA ESTRECHA: “Ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos entran por ella. ¡Estrecha es la puerta y angosto el camino que lleva a la vida! La puerta estrecha exige coherencia de vida y sacrificio. Ancha, es la vida edificada sobre el facilismo, el culto al placer, el vicio, el ocio...
2-LA SALVACIÓN: Es el amor lo que salva, el amor que, ya en la tierra, es felicidad interior para quien se olvida de sí mismo y se entrega en los más diferentes modos: en la mansedumbre, en la paciencia, en la justicia, en el sufrimiento y en el llanto.
3-LAS PUERTA ABIERTAS: Perseverar, seguir adelante con fe y con esperanza ha de ser nuestro cometido. ¿Dar con la puerta del cielo es difícil? Puede que sí. Pero la pregunta tendría que ser la siguiente: ¿quiero o no quiero salvarme? ¿Deseo o no deseo ver a Dios?
¿Prefiero vivir en mis paraísos terrenales que pronto se acabarán o dejar un espacio en mi corazón, en mi mente y en todo mi ser para esa realidad que el Señor me ofrece en el cielo?
REFLEXIÓN
Podemos leer con detenimiento la vida de los profetas, las pruebas de los apóstoles o incluso el martirio de las primeras comunidades cristianas, el sacrificio de papá y mamá. Esto comprueba que la fe es exigente. Esa fe tan fuerte, tan decisiva, la vida honrada, comprometida, y llena de Dios es el mejor testimonio de lo que creían. Cumplir la voluntad del Creador era, para todos ellos un privilegio, un don, un regalo bajado del cielo. Gastarse, y ofrecer su vida por Jesucristo, será la más bella labor diaria.
PARA MEDITAR
Un hombre había pintado un lindo cuadro. El día de la presentación al público, llegado el momento, se retiró el paño que cubría el cuadro. Hubo un caluroso aplauso. Era una impresionante figura de Jesús tocando suavemente la puerta de una casa. Jesús parecía vivo. Con el oído junto a la puerta, parecía querer oír si dentro de la casa alguien le respondía. Un observador muy curioso, encontró una falla en el cuadro. La puerta no tenía cerradura. Y fue a preguntar al artista: “¡Su puerta no tiene cerradura! ¿Cómo se hace para abrirla?“. El pintor tomó su Biblia, buscó un versículo y le pidió al observador que lo leyera: Apocalipsis 3, 20: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo: si alguno oyere mi voz y abriere la puerta, entraré á él, y cenaré con él, y él conmigo.” ”Así es”, respondió el pintor. “Ésta es la puerta del corazón del hombre. Solo se abre por dentro.”