1.-La Alegría: debemos alegrarnos, puesto que el auténtico espíritu cuaresmal es búsqueda de la alegría profunda, fruto de la amistad con Dios. Nos alegramos porque la Pascua ya está cerca, y dentro de poco celebraremos nuestra liberación del mal y del pecado, gracias a la vida nueva que nos trajo Cristo muerto y resucitado.
2.-La Luz: «Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no anda en tinieblas, sino que tendrá luz de vida» (Jn 8, 12). Cristo es Buen Pastor porque es la luz de nuestras almas. ¡Ser luz también en la parroquia, en tu ciudad, en tu patria! Ser luz, con la frecuencia asidua y convencida a la Santa Misa dominical y festiva; ser luz eliminando escrupulosamente las palabras soeces, alejándonos de cuanto oscurece el alma; ser luz con el ejemplo continuo de bondad y de fidelidad en todo lugar, pero especialmente en el ambiente privilegiado de la familia, recordando que «toda bondad, justicia y verdad son fruto de la luz».
3.-El Agua: es símbolo de Cristo, el enviado del Padre que devuelve la vista al ciego de nacimiento. El ciego curado había realizado así un itinerario que lo llevó gradualmente a descubrir la identidad de Aquél que lo había curado, a confesar su fe en Él como profeta y finalmente a postrarse ante Él para adorarlo como el Hijo enviado del Padre. Nuestro deber para con Dios es creer en Él y dar testimonio de Él.
REFLEXIÓN
El itinerario cuaresmal que estamos viviendo es un tiempo especial de gracia, durante el cual podemos experimentar el don de la bondad del Señor para con nosotros. La liturgia de este domingo, denominado «Laetare», nos invita a alegrarnos, a regocijarnos.
La primera lectura no se refiere directamente al tema de la “luz” (el tema central de la liturgia de este Domingo). Sin embargo, cuenta la elección de David para ser rey de Israel y su unción; es un pretexto óptimo para que reflexionemos sobre la unción que recibimos el día de nuestro Bautismo y que nos constituyó como testigos de la “luz” de Dios en el mundo.
En la segunda lectura, Pablo propone a los cristianos de Éfeso que rehúsen vivir al margen de Dios (“tinieblas”) y que escojan la “luz”. En concreto, Pablo explica que vivir en la “luz” es practicar las obras de Dios (la bondad, la justicia y la verdad).
En el Evangelio, Jesús se presenta como “la luz del mundo”; su misión es liberar a los hombres de las tinieblas del egoísmo, del orgullo y de la autosuficiencia. El ciego de nacimiento representa al hombre marcado por el pecado, que desea conocer la verdad sobre sí mismo y sobre su destino, pero se ve impedido por una enfermedad congénita. Sólo Jesús puede curarlo: él es «la luz del mundo» (Jn 9, 5). Al confiar en él, todo ser humano espiritualmente ciego de nacimiento tiene la posibilidad de «volver a la luz», es decir, de nacer a la vida sobrenatural. Para quien encuentra a Jesús, no hay términos medios: o reconoce que lo necesita a él y su luz, o elige prescindir de él. En este último caso, tanto a quien se considera justo ante Dios como a quien se considera ateo, la misma presunción les impide abrirse a la conversión auténtica.
PARA LA VIDA
La antorcha de Cristo: Cuatro amigos escritores: Pedro, Rosa, Sergio y Jaime, deciden ir a un castillo para estudiar su historia. Comenzaron a recorrer el castillo y al caer la tarde un fuerte relámpago apagó las luces. Pedro aseguró que era un simple corte de luz y que pronto se restablecería. Pasó el tiempo y nada. Se quedaron quietos pero el frío se hacía insoportable. Sergio largó la mano y encontró un pedazo de madera e hizo una antorcha, la cual iluminó todo, y comenzaron salir. Pero Jaime quien argumentó conocer muy bien el castillo y la oscuridad no era problema. Trataron de disuadirlo, pero todo fue en vano pues era demasiado orgulloso.
Los demás siguieron y al rato escucharon un fuerte golpe. Al correr encontraron a Jaime muerto, había rodado por unas escaleras. Los amigos lloraron la muerte de su infortunado amigo. Pero si Jaime hubiese seguido a Sergio, quien llevaba la antorcha, él hubiese permanecido con vida. “Ciegos somos todos, cuando nos cerramos a la verdad y andamos en la equivocación”