San Marcos 5, 21 - 43

"Contigo Hablo, Niña, Levántate"

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

1.-La Fe:  nosotros, en los tiempos en los ahora vivimos, sabemos que la fe en Jesús no siempre salva la vida material de una persona, aunque se lo pidamos insistentemente. Pero también sabemos que Dios siempre va a dar al que se lo pide con fe lo que más convenga para el alma por el que pedimos. Dios siempre nos da a todos lo que más nos conviene, cuando se lo pedimos con fe. Si hemos dicho tantas veces que Dios es nuestro Padre, tenemos que creer que nos da siempre lo que más nos conviene. 

2.-La Esperanza: un cristiano debe ser siempre una persona llena de esperanza, con una esperanza que le permita superar las dificultades que la vida presente le pueda presentar. Todos los grandes santos fueron en su vida testigos firmes de la esperanza en la resurrección cristiana; seámoslo también nosotros, porque sabemos que nuestro Dios es un Dios amante de la vida.

3.- La Caridad: la falta de caridad en este mundo tan desigual es, casi siempre, también una falta de justicia. Ya decía san Agustín que el dinero que sobra a los ricos es dinero de los pobres. Caridad y justicia no sólo no son virtudes contrarias, sino que deben ir siempre unidas. Así fue el pensamiento y el ejemplo de las primeras comunidades cristianas. Los cristianos de hoy tenemos también que compartir, pero no solo lo que nos sobra.

4.- La Vida: Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, participante de la inmortalidad divina; pero el poder del pecado lo sedujo, y con el pecado del hombre vino la muerte. El nuevo Adán salvador es Jesucristo. Por El hemos sido salvados de la muerte cuantos creemos en él si practicamos la justicia. Si es verdad que Dios no nos ahorra la muerte –como no se la ahorró al propio Cristo–, nuestro destino es la vida eterna, incluida la resurrección de nuestro cuerpo, en una dicha que nos saciará por toda la eternidad.

REFLEXIÓN

Jesús es el Señor de la Vida y así nos lo demuestran las lecturas de este domingo decimotercero del Tiempo Ordinario. Los textos son un canto a la vida y nos presentan al Dios apasionado por la vida. ¡Dios ama la vida! ¡Quiere únicamente la vida! “Dios creó al hombre para la inmortalidad” (primera lectura). Por su Hijo, nos salvó de la muerte: por eso le damos gracias en cada Eucaristía.

   Primera lectura de Sabiduría 1,13-15–2,23-25: La muerte no procede de Dios. Pero es el signo de la limitación humana y la marca que dejó en el hombre la aberración original de pretender ser como Dios (Gén 3,4). «Porque Dios no sólo nos hizo de la nada, sino que con el don de su Palabra nos dio el poder vivir como Dios.

   En la segunda lectura de la 2 Corintios 8,7-9.13-15Vuestra abundancia remedia la falta que los pobres tienen. Ante la indigencia humana el Corazón de Jesucristo es misterio de caridad y de comunión redentora. Quienes son de Cristo lo evidencian en su comunión de fe y caridad ante la indigencia de sus hermanos. 

   Marcos 5,21-43Contigo hablo, niña, levántate«Yo soy la resurrección y la vida» (Jn 11,25), pudo decir Jesús un día. Lo evidenció con el lenguaje de los hechos y lo selló con el misterio de su propia muerte redentora y su resurrección pascual. 

El «talità kum», pronunciado por Jesús en la cabecera de la hija de Jairo, ya muerta, es palabra de vida que irrumpe en el griterío y el llanto pero que, sobre todo, «vence» en el corazón del hombre, despertando el deseo imborrable de la vida y, con Él, de la Verdad. Reconocer esta posibilidad, derivada del encuentro con el Señor, abre el corazón, en toda circunstancia, al asombro, a una mirada y a una vida nuevas. La Santísima Virgen María, que escuchó la voz del Señor, nos ayude a decir siempre nuestro «¡Aquí estoy!», para que en nuestra vida resplandezca la Verdad que es Cristo.

PARA LA VIDA

   Dos plantas nacieron de dos semillas iguales, a pocos metros de distancia una de la otra. Una brotó a la orilla del camino. A veces estaba llena de polvo; otras veces estaba cubierta de barro. En verano la quemaba el sol. En las noches de invierno estaba helada de frío, azotada por la lluvia, batida por el viento. Sin embargo, creció verde, lustrosa y llena de vida. La otra planta creció al amparo de un techito que había al pie de una pared. Así que no tuvo que luchar contra el viento. La lluvia no la mojaba, ni la quemaba el sol. Apenas sentía un poco de frío en las largas noches del invierno. Esta planta creció delgada, endeble y descolorida 

   En el cuento de hoy se nos recuerda que incluso en el sufrimiento y el dolor puede haber un camino de maduración y crecimiento, y que sin esfuerzo no se corona nada con auténtico éxito. Ahí está Vicente Ferrer, recientemente fallecido en la India y que ha suscitado una oleada de admiración por su entrega solidaria a los más pobres. Su vida ha sido una vida generosa, sacrificada, de renuncia a sus propias comodidades, para luchar por un mundo mejor. Y ahí están los resultados de ese “milagro” que decía él que era posible: cientos de hospitales y escuelas, pozos de agua, trabajo para millones de personas condenadas por su condición social a la marginación y la miseria. Era un hombre de profunda fe que no se limitó a observar desde lejos el sufrimiento humano, sino que se implicó y creyó que era posible cambiar la realidad.