San Lucas 19, 1-10
1. El Pecador: Zaqueo es prototipo del que está habituado a obrar el mal, a buscar su interés y riqueza personal así, sea mal habida.
2. La Acogida: significa, para nosotros, anular las distancias que nos separan todavía de Jesús. Es demasiado fácil ser espectadores, sentados y sin ser molestados, ante el paso de Jesús. Es mejor bajar y permitir que Jesús nos conozca mejor, entre las paredes de nuestra casa, en las estancias del corazón. Es allí donde nace una relación de amistad y de Amor con él, es allí donde nos encontraremos en condiciones de hablarle de nuestra vida.
3. La Conversión: Dios, en la persona de Jesús, busca a los pecadores. Él es paciente y compasivo, lento a la ira y rico en misericordia, corrige lentamente, respeta los ritmos y siempre busca la vida y la reconciliación. El pecador es rescatado por Jesús y liberado de tantas desgracias. Esto implica del pecador el cambio de vida: la Conversión.
Así fue como Zaqueo, que era bajo de estatura, se había encaramado a un árbol para ver mejor a Jesús, y aquella curiosidad cambió su vida: Cristo se dará cuenta, se detendrá, le hará bajar y hará que lo invite a su casa.
Y para Zaqueo será como volver a nacer: «Mira, Señor, doy hasta la mitad de mis bienes a los pobres; y si he defraudado a alguno, le restituyo el cuádruple» (mucho más del doble de lo que se debía pagar en reparación de un fraude según la ley hebrea, pero la pena que correspondía según el derecho romano para el ladrón cogido in fraganti).
Y todo se ratifica con aquellas palabras finales de Cristo:
«¡Hoy la salvación ha entrado a esta casa, porque también él es hijo de Abrahán!».
JESÚS EN LA CASA
Un joven invitó a Jesús y le pidió que se quedara unos días con él. Cuando llegó le ofreció su mejor habitación y le dijo que podía disponer de todo lo que había en ella. Llegada la noche el joven se acostó. A eso de la medianoche oyó unos fuertes golpes en la puerta de entrada. Bajó y se encontró con tres diablillos que querían entrar. Luchó contra ellos y logró cerrar la puerta.
No puede ser pensó: Jesús durmiendo en mi habitación y yo luchando solito con los diablillos. La noche siguiente más de lo mismo, pero esta vez tuvo que enfrentarse a una docena. A la mañana siguiente el joven dijo a Jesús: “Te he dado mi mejor habitación y no me has ayudado en mi lucha contra los demonios. ¿Cómo has podido dejarme solo? ¿Acaso no los has oído? Jesús le dijo: “Tú sabes que te quiero y que me preocupo de ti. Pero cuando me invitaste, sólo me ofreciste una habitación. Soy el señor de una habitación, pero no soy el señor de la casa”. El joven le dijo: “Perdóname, Señor. De hoy en adelante toda la casa es tuya”.
Aquella noche los demonios volvieron a la carga. El joven vio a Jesús que bajaba a la puerta y cuando la abrió allí estaba Satanás. Al ver a Jesús le dijo: “lo siento, creo que me he equivocado de dirección” y se fué.