4° Domingo Tiempo Ordinario, 28 Enero 2018, Ciclo B


San Marcos 1, 21 – 28

Jesús Enseña con Autoridad”

    Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.

  1. La Autoridad: viene de autor y autor indica creación, novedad, crecimiento. Jesús nos hace crecer y nos recrea cada mañana. Los hombres nos ponen en nuestro sitio, nos disminuyen. Jesús es el contenido de su enseñanza. Debemos prestar atención a su vida entera, incluidos sus silencios, hasta confesar que es el Hijo de Dios, el Salvador.
  2. La Enseñanza: esta enseñanza profética, nueva y dada con autoridad, se dirige al hombre para que la acoja y sea receptor activo de su eficacia Cuando se trata de la enseñanza evangélica y cristiana, no cabe otra respuesta que la acogida. Una acogida que es primeramente aceptación de la enseñanza recibida, porque es "enseñanza de Dios".
  3. El Evangelio: el amor a Cristo ha de llevarnos a anunciarlo a los demás, a evangelizar como san Pablo: ¡ay de mí, si no predicara el Evangelio! Todos hemos de anunciarlo: la Iglesia, en cuanto tal, al mundo entero, las abuelas a sus nietos, los padres a los hijos, los hermanos entre los hermanos, los amigos con los amigos, los compañeros y vecinos con los que tienen al lado.
  4. El Pecado: es la enfermedad del cristiano. Al comienzo de la eucaristía, nosotros nos ponemos bajo la mirada de Dios y confesamos los pecados y le gritamos a Jesucristo: Señor ten piedad, Cristo ten piedad, Señor ten piedad. Cada uno de nosotros somos ese hombre, presente en la sinagoga, que tiene un espíritu malo, el espíritu de la ira, del rencor, de la lujuria, del egoísmo, de la indiferencia, de la tibieza..
  5. .Jesús: Él nos escogió para la vida, Él nos llamó a la vida. Dios nos consagró para ser grandes, para ser buenos, para amar y perdonar, nos creó para servir y construir, nos nombró profetas para anunciar la Buena Noticia a los pobres.

REFLEXIÓN
 

   La primera lectura nos habla de la comunicación directa con Dios y de la transmisión de su palabra. En él se presenta a Moisés como mediador, pero anuncia un profeta definitivo que llevará a plenitud esa comunicación con Dios. Es un texto que ha venido a ser muy sugerente y del que se han valido casi siempre los que esperaban mucho más de la religión del Israel. El “profeta” no está definido y se presenta como verdadera alternativa al mismo Moisés. Su sintonía con Dios radica en saber escuchar sus palabras en lo más profundo de su ser, y de rastrear su impronta en la historia de los hombres.
 

   La segunda lectura es un texto que continúa con el tema de las preocupaciones de este mundo, como en el domingo pasado. Elegir el celibato con objeto de estar más libre para las cosas del Señor: predicación, compromiso comunitario… Desde luego, no podemos decir que el apóstol considera la vida célibe como más perfecta que la vida matrimonial, pero las personas casadas han de atender a las necesidades de la familia; sus preocupaciones. Y entre ellas complacer al esposo o a la esposa y a los hijos.
 
   El Evangelio comienza en el día del sábado, dedicado al descanso para escuchar la palabra de Dios. Varias cosas debemos retener de esta narración: Jesús es invitado a comentar las Escrituras, y desde el comienzo, su enseñanza provoca la admiración, con toda seguridad por lo que dice. La gente le reconoce «autoridad» (exousía), cuando sabemos que Jesús no se había formado a los pies de un rabino, sino que todo lo sacaba de sí mismo, desde su experiencia interior.
 
   Ello pone de manifiesto que está en sintonía profética con Dios, y, por lo mismo, que se está cumpliendo lo previsto en el texto de Dt 18. Debemos entender que aquí la autoridad tiene ese sentido de fuerza profética que no se puede aprender en escuela alguna ni con ningún maestro de la ley. Al principio y al final del relato el coro de la gente se hace testigo de algo nuevo e inaudito. El “exorcismo”, como centro del relato, es la excusa “histórica” para que la gente respire con la llegada de este profeta a la sinagoga.

PARA LA VIDA

   Hay un periodista que viaja habitualmente a un pueblo de África y disfruta enterándose de las pequeñas cosas que suceden en la vida de las gentes del poblado. En una de sus visitas descubrió un montón de televisores almacenados en una choza a las afueras del pueblo. Desconcertado, todos estaban aún sin estrenar, se fue a conversar con el jefe del pueblo. ¿Por qué la gente del pueblo no ve la televisión?, le preguntó.


   Y el jefe del pueblo le contestó: "Nosotros tenemos nuestro propio contador de historias." Eso está muy bien pero la televisión puede contarles miles de historias, le dijo el periodista. "Es verdad, le dijo el jefe, pero nuestro contador de historias nos conoce a cada uno de nosotros". Esta es la clave "nuestro contador de historias nos conoce". Así puede contarles no la historia que desearían oír, sino la que necesitan cada día. Puede darles la mejor medicina para el sufrimiento y el mejor consejo para cada decisión que han de tomar. ¿Es la televisión nuestro único contador de historias?


   Para muchos, desgraciadamente, es el único. Para nosotros los que nos reunimos aquí los domingos, tenemos otro contador de historias, otro maestro, otro médico. Jesús es nuestro contador de historias. Nos conoce. Tiene autoridad. Nos ama. Está siempre disponible. Viene a nuestra iglesia y nos enseña.