San Lucas 21, 25 - 28.34 - 36
“ Estad Siempre Despiertos "
- Vigilar: es vivir atentos a la realidad. Escuchar los gemidos de los que sufren. Sentir el amor de Dios por la vida. Vivir más atentos a su venida a nuestra vida, a nuestra sociedad y a la tierra. Sin esta sensibilidad, no es posible caminar tras los pasos de Jesús.
- Estar en Vela: para mantenerse en vela es preciso practicar la sobriedad. No podemos caer en la tentación de confundir la satisfacción con la felicidad. No es de sabios dejarse embotar por los deseos que nos adormecen. «Vela el que tiene los ojos abiertos en presencia de la verdadera luz; vela el que observa en sus obras lo que cree; vela el que ahuyenta de sí las tinieblas de la indolencia y de la ignorancia».
- Esperar: la esperanza es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los Cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo. La virtud de la esperanza corresponde al anhelo de felicidad puesto por Dios en el corazón de todo hombre; asume las esperanzas que inspiran las actividades de los hombres; las purifica para ordenarlas al Reino de los Cielos; protege del desaliento; sostiene en todo desfallecimiento; dilata el corazón en la espera de la bienaventuranza eterna.
- La Oración: el mundo nos adormece para que no vigilemos y busca que nos durmamos para las cosas celestiales llenándonos de cosas terrenales. Si no rezamos nos dormiremos como les pasó a Pedro y a los hijos de Zebedeo en Getsemaní. Cristo vuelve y debemos recibirlo velando en oración. No sabemos cuándo vendrá. Por eso no podemos tomarnos vacaciones sino ser fieles esperando su venida.
REFLEXIÓN
Hoy, primer domingo de Adviento, la Iglesia inicia un nuevo Año litúrgico, un nuevo camino de fe que, por una parte, conmemora el acontecimiento de Jesucristo, y por otra, se abre a su cumplimiento final. Precisamente de esta doble perspectiva vive el tiempo de Adviento, mirando tanto a la primera venida del Hijo de Dios, cuando nació de la Virgen María, como a su vuelta gloriosa, cuando vendrá a «juzgar a vivos y muertos», como decimos en el Credo.
Sobre este sugestivo tema de la «espera» se trata de un aspecto profundamente humano, en el que la fe se convierte, por decirlo así, en un todo con nuestra carne y nuestro corazón. La espera, el esperar, es una dimensión que atraviesa toda nuestra existencia personal, familiar y social.
El Adviento, la Navidad y la Epifanía constituyen un trio fuerte relacionado con la llegada del Señor que se hace presente en la historia, de manera general, y en cada ser humano de modo particular. La liturgia de este tiempo tiene características particulares que van en consonancia con la actitud que se espera de nosotros.
La sobriedad del altar, sin adornos florales, se relacionan con una espera vigilante y austera; la ausencia del canto del Gloria, resaltan la espera de la llegada, representada por la Navidad, donde dicho canto habrá de ser entonado nuevamente; los ornamentos morados, que son usados en este tiempo, denotan expectación y conversión.
Cada uno de nosotros, por tanto, especialmente en este tiempo que nos prepara a la Navidad, puede preguntarse: ¿yo qué espero? En este momento de mi vida, ¿a qué tiende mi corazón? Y esta misma pregunta se puede formular a nivel de familia, de comunidad, de nación. ¿Qué es lo que esperamos juntos? ¿Qué une nuestras aspiraciones?, ¿qué tienen en común?
No importa las dificultades con que nos encontremos, no importa que no veamos el final del camino. El Adviento, hace resonar una voz de esperanza: El Señor nos anuncia a su Hijo que trae la Justicia.
PARA LA VIDA
Muchos siglos atrás un rabino preguntó a sus alumnos si sabían cuando terminaba la noche y comenzaba el día. Un alumno sugirió –"cuando ves un animal en la distancia y puedes decir si es una oveja o una cabra". Otro dijo –"cuando ves un árbol en la distancia y puedes decir si es un manzano o una higuera".
Cada uno de sus alumnos iba dando respuestas parecidas y ninguna parecía satisfacer al maestro. Éste les dijo-"amanece de verdad cuando miras a la cara de cualquier ser humano y ves en esa cara el rostro de tu hermano o tu hermana, si no ves esto, sea la hora que sea, para ti es todavía de noche". ¿Qué visión alimenta nuestro caminar cristiano? En este primer domingo de Adviento, nosotros dirigimos nuestra mirada al futuro. Jesús nos dejó pero sabemos que volverá y nosotros esperamos su venida. Adviento es tiempo de espera.
ORACIÓN PARA ENCENDER LA PRIMERA VELA DE LA
CORONA EN FAMILIA
Encendemos, Señor, esta luz, como aquél que enciende su lámpara para salir en la noche, al encuentro del amigo que ya viene. En esta primera semana del Adviento queremos levantarnos para esperarte preparados, para recibirte con alegría. Muchas sombras nos envuelven. Muchos halagos nos adormecen. Queremos estar despiertos y vigilantes, porque tú nos traes la luz más clara, la paz más profunda y la alegría más verdadera. ¡Ven, Señor Jesús. Ven, Señor Jesús! AMÉN.