San Mateo 1, 18 - 24
“Emmanuel, Dios con Nosotros”
- Emmanuel: un nombre que sólo le atribuimos a Jesús los que creemos que, en Él y desde Él, Dios está con nosotros, nos bendice y nos salva. Durante siglos parecía referirse a la protección de Dios, que se hacía realidad en la vida concreta de las gentes y del pueblo. Pero esa promesa terminó por concretarse en una persona. Era un nombre para el enviado por Dios. Era la clave de la salvación. Y el nombre del Salvador. Él era El esperado. Y Él es hoy El que espera ser acogido por nosotros.
- El Sí de María: permitió que Cristo naciese y se desarrollase. Ahora, en el Hijo de María, Dios se hace cercano a todos los seres humanos, sean del origen que sean. Se hará tan cercano que adoptará su naturaleza y sus sueños, su fatiga y sus esperanzas.
- La Esperanza: es la virtud de los pequeños y humildes. Los grandes y los soberbios no conocen la esperanza, ni saben lo que es. Ese es el mensaje de las Sagradas Escrituras. A lo largo de la historia de la salvación, no han sido las armas ni el poder lo que ha orientado la esperanza de los hombres y mujeres. El creyente sabe que recobrar la esperanza sólo es posible si se recobra el don de la fe. Esa fe que nos dice que no estamos solos en la travesía del desierto. Esa fe nos asegura que Dios camina junto a nosotros, que nos da una mano y –lo que es más importante aún- que se hace uno de los nuestros, asumiendo nuestra naturaleza, excepto en el pecado.
- La Obediencia: María respondió por «la obediencia de la fe» (Rom 1,5), segura de que «nada hay imposible para Dios»: «He aquí la esclava del Señor: hágase en mí según tu Palabra» (Lc 1,37-38). Así dando su consentimiento a la Palabra de Dios, María llegó a ser Madre de Jesús y, aceptando de todo corazón la voluntad divina de salvación.
- María y José: son la primera pequeña Iglesia, que da a luz al primer hijo del Reino de los cielos. María, la Virgen, está en la cima de la expectación. Nadie ha vivido un Adviento de nueve meses como ella. José es el hombre bueno, que se encuentra ante el misterio. No le fue fácil aceptar la Navidad, que ni sospechaba ni entendía en un principio. Como hombre sintió en un primer momento pavor ante las obras maravillosas de Dios, que desconciertan los cálculos y el modo de pensar humano. En su Adviento particular tuvo que superar la prueba de la confianza en su esposa, para convertirse en el modelo perfecto de confianza.
Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.
REFLEXIÓN
Este último domingo de adviento quiere ser algo así como el “pregón” de las fiestas que se avecinan, la liturgia en esta semana que empieza nos recuerda cual ha de ser el motivo de nuestra meditación, porque el Señor ya está cerca. Estamos en un tiempo de espera ante su venida, una espera que sostiene nuestra esperanza en alguien que viene a dar sentido a nuestra vida brindando nuevos horizontes. No podemos dejarnos llevar por la inercia del caminar monótono de un mundo donde todo parece que tiene otro lenguaje, nos invade, y a veces acabamos cayendo en aquello que en otros momentos hemos criticado.
En una palabra, hemos de hacer un esfuerzo, nadar contra corriente, para no olvidar cual es el motivo de nuestra alegría y avivar nuestra fe como discípulos y misioneros de Jesús de Nazaret. Todo esto hemos de llevarlo a cabo en el ambiente en que vivimos con nuestras exigencias sociales y circunstancias concretas.
María y José, de una forma sencilla supieron acoger los planes de Dios que en principio no eran sus planes. Por eso son un modelo para todos los que nos consideramos creyentes que tantas veces actuamos llevados por nuestros intereses, sin preguntarnos si son conformes a la voluntad de Dios.
muy importante descubrir lo que representa esa especie de consigna en la que se centra el misterio de la natividad del Señor, el “Dios-con-nosotros”, pues en ella esta resumida la acción liberadora que nos trae Jesús como un auténtico camino de salvación. Estamos, en realidad, ante un camino personal que cada uno de nosotros ha de descubrir. Recordemos la frase conocida de S. Agustín “Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti”.
PARA LA VIDA
En la vida hay muchos caminos, el del crecimiento, el del éxito, y el de la fe valiente. Un sabio cuenta: Estaba yo un día en uno de esos caminos cuando vi a lo lejos un toro enorme y amenazante bloqueando mi camino. Estaba yo muerto de miedo y orando para que desapareciera, pero el toro no se movía. En ese momento escuché una voz interior que me decía: haz lo que tengas que hacer, pero tienes que seguir adelante. Decidí reunir todas mis fuerzas y coger el toro por los cuernos, pasara lo que pasara. Caminé con decisión y me enfrenté al toro. No creerán lo que sucedió. El toro me dijo: "¿Por qué tardaste tanto tiempo en llegar hasta mí? ¿Tenías miedo? Te he estado esperando para llevarte, sube a mi lomo y dime adonde quiere ir".
Lo que a veces parece un gran problema se convierte en una bendición. Valor para encontrar la bendición y superar el miedo es lo que necesitamos. "José, no tengas miedo de tomar a María como esposa"… Una palabra de seguridad que Dios dirige a todos sus elegido es la de "no tengas miedo".