30° Domingo del Tiempo Ordinario, 27 de Octubre 2013, Ciclo C


San Lucas  18, 9 - 14
      


¡Oh Dios! Ten compasión de este pecador

Descargar  Homilia del Padre Rector
  1. La Oración, Sana: uno sólo puede curarse si se reconoce enfermo, necesitado de salvación. Dios espera este momento, incluso hasta lo provoca sabiamente con su pedagogía inconfundible. Todos somos siempre un poco “fariseos”, pero a todos Dios nos permite hacer la experiencia del publicano de la parábola, lograr una auténtica humildad, la que reconoce que Dios es mayor que nuestro corazón y que siempre perdona. Sólo una oración humilde, sana los corazones necesitados.-
  2. La Humildad:  la palabra “humildad” viene del latín “humus”, que significa tierra, suelo, y tiene su origen en la idea de abajarse o rebajarse. En sentido cristiano, podríamos decir que humillarse es volver a tomar conciencia de cuál es nuestro origen: el barro, y de cuál debería de ser nuestra natural condición: criaturas por debajo de aquel que las ha creado: Dios. Es la actitud del publicano: de humilde a salvado…
  3. La Arrogancia: el inicio del orgullo del hombre es apartarse de Dios su hacedor. Aquél que mira a su hermano por encima del hombro, incluso a los más pecadores, y juzga al prójimo está jugando a ser Dios, se está poniendo a sí mismo como referencia sin darse cuenta de dos cosas: que nadie conoce lo que hay en el corazón de ningún hombre (salvo Dios) y que Dios es el único con potestad para juzgar, nunca nosotros.    
REFLEXIÓN 
   En el fondo, la clave de la oración se reduce a SABER MIRAR. El Fariseo mira desde arriba, erguido, orgulloso, y todas su oración se desenvuelve alrededor de la palabra "YO". Palabra o pronombre que repite una y otra vez. Toda su oración es en torno a ese YO: Yo hago, yo no soy como otros, pago los diezmos, yo no soy adúltero..... Siempre el YO por delante. Ahí está el problema: No ver más allá del yo personal, contemplarse en sí mismo y lejos del publicano pecador. No le mira. Solo dice " yo no soy como ese publicano pecador”.
   ¿Hacia dónde MIRA el publicano? En postura de humildad no se atreve ni a levantar los ojos, indigno de mirar a un Dios, a quien pide perdón por sus pecados y faltas. En su pobreza y estado de pecado el publicano ha sabido descubrir la riqueza de la misericordia de Dios. Ha comprendido que la oración es sentirse necesitado de Dios y abrir su corazón al Padre. Y esta mirada hacia abajo en arrepentimiento y en expresión de perdón, encuentra a su vez otra MIRADA. Es la mirada del Padre compasivo que devuelve la dignidad al pecador, hecho de nuevo hijo/a de Dios. 
En medio de las oscuridades de nuestra vida o del mundo que nos rodea, su luz nos guía, su mirada divina nos sigue y su brazo nos levanta.

PARA LA VIDA
   Aquel día Luisito, jugando, rompió un jarrón en su casa. Su mamá le amenazó: "Ya verás cuando venga tu papá, cómo se va a poner". Al llegar su padre, fue a esconderse rápidamente debajo de la cama de sus padres. Su mamá lo había visto, y, cuando entró el papá en casa, lo llevó a su cuarto, y le dijo al niño: "Luisito, sal de debajo de la cama, que ya llegó tu papá y vio el jarro roto". 
  Este respondió: - "Papá, ¿me va a regañar?" Este respondió: "No, te voy a dar un besito". Entonces el niño salió de prisa de debajo de la cama, y corrió a los brazos de su papá. Se había sentido perdonado, salvado y querido. El hijo pródigo también se sintió salvado, y hoy lo mismo el publicano.