2° Domingo de Pascua, Domingo de La Misericordia, 28 de Abril de 2019, Ciclo C



San Juan 20, 19 - 31 


“ ¡ Señor Mío y Dios Mío ! 



Homilía PadreLuis Guillermo Robayo M.

  1. La Divina Misericordia: hoy es el domingo de la Misericordia que Jesús nos regala dando su vida en la cruz y perdonando nuestros pecados gracias a la fuerza de su resurrección.
  2. La Alegría: surge de la felicidad que otorga el reino de Dios y la presencia de Cristo Salvador. Se trata siempre de una alegría en el Señor, en la esperanza, de una alegría afirmada en la presencia de Cristo Resucitado.
  3. La Paz: será la mejor demostración de la resurrección de Jesús, porque nuestro mundo, necesita perdón y paz.
  4. El Perdón: puesto que sólo Dios puede perdonar los pecados, los perdonarán únicamente en nombre de Jesucristo y en virtud del poder de Dios. Este perdón es algo de lo que todo hombre siente necesidad, porque, si es sincero, se encontrará culpable.
  5. El Amor: como sucede con Tomás, con tal de afianzar su fe: "Acerca tu dedo y comprueba mis manos; acerca tu mano y métela en mi costado. Y no seas incrédulo, sino creyente" (Evangelio). Esta comprensión que el Viviente tiene de nuestras miserias, es realmente maravillosa.
  6. Edificar La Iglesia: mediante la predicación y la oración, mediante la realización de numerosos signos y prodigios, sobre todo de curaciones en nombre de Jesús.
  7. La Vida: Dios no nos la dio para pasar por ella, como se pasa por una feria, donde se llega, se ve, se disfruta, y se va... Dios nos la dio para vivirla conforme a nuestra dignidad humana y cristiana. Dios no nos dio la vida para pasarla bien, sino para pasar, como Jesucristo, haciendo el bien; no para pasear, como un turista, sino para construir un mundo mejor y más cristiano. 

REFLEXIÓN 
   El Evangelio hoy nos presenta dos escenas y dos motivos dentro de una experiencia pascual única: al atardecer del día de Pascua, Jesús irrumpe en medio de sus discípulos y les da la paz y una misión nueva, la de perdonar los pecados. Superada su incredulidad, les da su aliento, su Espíritu de vida nueva y les hace hombres con un quehacer nuevo, el perdón universal. 
   A los ocho días, Jesús reaparece para ganarse a la fe a Tomás, que por no haberse encontrado antes con él, no podía creer lo que le contaban los otros discípulos. 
   La condescendencia de Jesús con Tomás, no persigue sólo que Tomás crea. El Señor en este Evangelio, resalta y alaba a los que "creen" "sin necesidad de ver y tocar" el milagro.
   Aunque la afirmación de fe de Tomás es de las mejores de toda la Escritura, no es comparable con la de aquellos que no necesitan ver al Resucitado para creer en él. Nos dice el Evangelio que el primer don que la presencia de Jesús Resucitado trae a sus discípulos es la "alegría". Ese es el primero don que el Señor da a su comunidad: la alegría. 
   Y Jesús, vivo entre nosotros, nos trae, alegría, paz y perdón. Los testigos de Jesús Resucitado se saben enviados al mundo con la misión de perdonar. Precisamente porque Jesús, ha vencido la muerte y el pecado, el odio y la división; sus testigos no pueden reducirse a proclamarlo con palabras, tendrán..., "tendremos" que aportar hechos nuevos. Y no hay nada más renovador, nada más cristiano que el perdón. 
PARA LA VIDA 

  Érase una vez una familia feliz que vivía en una casita de los suburbios. Pero una noche se declaró un incendio en la cocina de la casa, un terrible incendio. Mientras las llamas se extendían, padres e hijos salieron corriendo a la calle. Entonces se llevaron un susto aún mayor: se dieron cuenta de que faltaba el más pequeño, un niño de cinco años. Al momento de salir, asustado por el crepitar de las llamas y por el acre olor del humo, había dado marcha atrás y había subido al piso de arriba. ¿Qué hacer? El padre y la madre se miraron desesperados, las dos hermanas se pusieron a gritar. 

   Aventurarse en aquel horno, todo llamas y humo, era ya imposible…Y los bomberos tardaban. Pero de pronto, arriba de todo, se abrió la ventana de la habitación, y el niño se asomó gritando de desesperación: ¡Papá! ¡Papá El padre corrió y gritó: ¡Salta! ¡Tírate! Mirando abajo, el niño sólo veía fuego y humo negro, pero sintió la voz y respondió: Papá, no te veo - Te veo yo, y basta. ¡Tírate! El niño saltó y se encontró sano y salvo en los brazos robustos de su padre, que le cogió al vuelo. Así, triunfó la vida. ALELUYA…