18° Domingo del Tiempo Ordinario, 5 de Agosto 2018, Ciclo B


San Juan 6, 24 - 35

Señor, Danos Siempre de ese Pan



Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.

  1. El Trabajo: la obra que Dios quiere de nosotros es que creamos en Cristo, su hijo y enviado. Así trabajaremos, no por el alimento que perece, sino por el pan que perdura y da vida eterna. En esto han de trabajar. Lo demás es secundario.
  2. El Alimento: los pobres se abren al mensaje de Jesús, lo acogen como a ese alimento “que dura para la vida eterna”. Pero el hombre necesita un alimento capaz de llevarlo hasta su verdadera plenitud. Ese alimento es Cristo y vive en la Eucaristía, y un día sin Cristo, un día sin Eucaristía es un día perdido. Sólo Él llena más que el estómago, llena EL ALMA.
  3. La Vida: hoy se intenta por todos los medios detener el tiempo, dando culto a la juventud y a lo joven. El hombre moderno no cree en la eternidad y, al mismo tiempo, se esfuerza por eternizar un tiempo privilegiado de su existencia. La salvación es gratuita, es por gracia, porque la existencia misma ya es una "gracia," ya es un don. Y ambos dones, el de existir y el de ser salvo, nos han llegado por Cristo.
  4. La Salvación: el punto de llegada y el horizonte de toda la existencia es «la vida eterna» y, por eso, Jesús despierta en nosotros la confianza final en la salvación de Dios. Por eso se dice de Jesús que «da vida al mundo».
  5. Pan y Fe, Fe y Pan: pero el pan, aunque necesario, es insuficiente; tiene que ir acompañado por la fe, de modo que Dios no sea un simple benefactor, sino además el Dios trascendente y santo; de modo que la gente no vea en Jesús un candidato a rey, sino el Mesías de Israel y el Hijo de Dios.

REFLEXIÓN 

   El Evangelio nos invita a «trabajar por un alimento que no perece sino que perdura dando vida eterna». La identidad cristiana está en aprender a vivir un estilo de vida que nace de la relación viva y confiada en Jesús. Nos vamos haciendo cristianos en la medida en que aprendemos a pensar, sentir, amar, trabajar, sufrir y vivir como Jesús.

   «Creer en Jesús» es configurar la vida desde él, convencidos de que su vida fue verdadera: una vida que conduce a la vida eterna. Su manera de vivirle a Dios como Padre, su forma de reaccionar siempre con misericordia, su empeño en despertar esperanza es lo mejor que puede hacer el ser humano. «Creer en Jesús» es vivir y trabajar por algo último y decisivo: esforzarse por un mundo más humano y justo. El único trabajo que Dios quiere es éste: «que creáis en el que Dios os ha enviado».

   Cada vez que nos reunimos a celebrar la eucaristía, a partir el pan, como decían los primeros cristianos, lo hacemos para llenarnos del espíritu de Jesús y recuperar su punto de vista y así descubrir el sentido del pan y de todas las cosas, que es su dimensión humana universal. En la eucaristía celebramos ya, como un anticipo, esa gran fraternidad de todos los hombres hijos de Dios. Pero no podemos dar por supuesto lo que aún esperamos. Y así, la eucaristía es el maná que alimenta nuestra fe y nuestra esperanza en la gran marcha de la caridad hasta dar la vuelta al mundo y construir sobre él una sociedad de iguales y de hermanos. 

PARA LA VIDA

   Un vecino encontró a Nasruddin cuando éste andaba buscando algo de rodillas. - «¿Qué andas buscando, Mullab?». - «Mi llave. La he perdido». Y arrodillados los dos, se pusieron a buscar la llave perdida. Al cabo de un rato dijo el vecino: - «¿Dónde la perdiste?». - «En casa». - «¡Santo Dios! Y entonces, ¿por qué la buscas aquí?». - «Porque aquí hay más luz».

   La gente necesita a Jesús y lo busca. Hay algo en él que los atrae, pero todavía no saben exactamente por qué lo buscan ni para qué. Según el evangelista, muchos lo hacen porque el día anterior les ha distribuido pan para saciar su hambre.

   Nos vamos haciendo cristianos en la medida en que aprendemos a pensar, sentir, amar, trabajar, sufrir y vivir como Jesús. Ser cristiano exige hoy una experiencia de Jesús y una identificación con su proyecto que no se requería hace unos años para ser un buen practicante.

   Para subsistir en medio de la sociedad laica, las comunidades cristianas necesitan cuidar más que nunca la adhesión y el contacto vital con Jesús el Cristo.