Solemnidad de la Ascensión, 1 de Junio 2014, Ciclo A

San Mateo 28, 16 - 20
Testigos de lo Eterno
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  1. El Encuentro:  es la iniciativa de Jesús la que hace posible el encuentro: los once van donde él les había citado. Este encuentro es un momento decisivo: en él Jesús constituye al nuevo pueblo mesiánico que continúa su misión. Es el momento del nacimiento de la iglesia.
  2. La Misión:  el envío tiene su raíz y fundamento en la plena autoridad, o plenitud del poder que se le ha dado a Jesús resucitado. El envío que reciben los discípulos es continuación y participación de la misión de Jesús, pero la misión se extiende ahora a todos los hombres y mujeres, y no sólo a Israel como en el breve discurso de Jesús está dominado por la idea de la plenitud y universalidad, pues la misión que se nos confiere y a la que se nos envía no tiene barreras. El Espíritu abarca los confines del mundo. 
  3. El Fin de la Misión: es «hacer discípulos»Es quizá la expresión más sintética y correcta de la existencia cristiana. El cristiano es un discípulo. No se trata de ofrecer un mensaje, sino de establecer una estrecha relación con el maestro, una relación personal y de seguimiento.
  4. La Enseñanza: los discípulos deben, a su vez, enseñar; pero no son maestros, sino que permanecen como discípulos. No enseñan algo propio, sino solamente aquello que Jesús les ha mandado y que el espíritu inspirará.
  5. El Bautismo: la fórmula «Padre, Hijo y Espíritu Santo» Nos recuerda que Dios es sólo amor. Amor comunicado. Su gloria y su poder es sólo amar. El bautismo vincula con la persona de Jesús salvador; ahora bien, toda su obra y vida procede del amor del padre y culmina con la efusión del Espíritu.

REFLEXIÓN

    La Ascensión es una llamada a seguir esperando a pesar de las decepciones, desengaños y desalientos. A lo largo de la vida podemos sentir una doble tentación: o bien desistir de la marcha, porque el camino nos resulta demasiado fatigoso; o bien anticipar la llegada a la meta, porque el camino se nos hace demasiado largo. La Ascensión: una buena ocasión para tomar conciencia de la paciencia histórica. Naturalmente entendiéndola bien, pues la paciencia cristiana no consiste en adoptar una postura de dimisión ante la vida. 
   Al contrario, el hombre y la mujer pacientes resisten activamente a las adversidades, manteniendo un espíritu firme y fuerte ante el desgaste de los años. Hemos de aprender a respetar el ritmo de la vida, aprender a recorrer pacientemente nuestro propio camino, un camino único y original, con sus gozos y sus tristezas, sus logros y sus fracasos, sus momentos buenos y malos. La fiesta de la ascensión es una buena ocasión para reflexionar y tomar conciencia de mi condición de enviado, pues soy el relevo de Jesús mismo con mi familia, con mis hermanos y con mi prójimo.

 PARA LA VIDA

   Cuando viajamos en avión a nuestros países de origen, la azafata y el piloto nos dan la bienvenida y las instrucciones para el viaje. Apenas si prestamos atención porque ya lo hemos oído muchas veces. Nos indican donde están las salidas, cómo usar las mascarillas de oxígeno y donde se encentran los chalecos salvavidas. Sentimos un cosquilleo interior y preferimos no pensar. 
   Todo eso está muy bien pero no queremos usarlo. Jesús da instrucciones: ahora comienza el tiempo de la Iglesia, el tiempo de la misión, tiempo de dejar huellas de trascendencia, de volar al cielo con las señales de Jesús, y ser sus testigos y enviados como su pueblo, del cual él es la “cabeza de la Iglesia”. Ese es el mejor mensaje de la Ascensión de Jesús al cielo, que se ha ido para quedarse”.