Solemnidad de La Santísima Trinidad, 15 de Junio 2014, Ciclo A

San Juan 3, 16 - 18 

Padre, Hijo y Espíritu Santo
    Descargar  Homilia del Padre Rector

  1. El Padre:  y omega, principio y el fin de la historia. Dios Padre, a lo largo de la historia se ha ido manifestando en Jesús, quien nos dijo que lo podíamos llamar: PADRE, es Alguien que se fue revelando y manifestando a lo largo del tiempo, como un Dios fiel, amoroso, providente. En mi vida de fe, ¿cómo me relaciono con Él?, ¿lo siento mi Padre y es Él, Alguien a quien le doy espacio en mi vida, para que pueda manifestar su amor,  o por el contrario, es solo un concepto que no afecta mi vida? ¿Me esfuerzo por vivir en actitud de hijo, dándole espacio para que Él sea y actúe como mi Padre?.
  2. El Hijo:  El Amor de Dios se manifestó plenamente al enviarnos a su propio HIJO que asumió nuestra naturaleza humana. Siendo así, ¿es Jesús para mí un modelo, una meta, un estilo al que busco identificarme para actuar y vivir como Él? ¿Hago de sus enseñanzas un proyecto que me esfuerzo por identificarme con Él, para vivir con sus mismos sentimientos y sus mismas actitudes, hasta llegar a ser presencia viva de su amor?, ¿de qué manera y en qué circunstancias?.
  3. El Espíritu Santo: es el don del Resucitado, es Aquel que el Hijo nos envía desde el Padre, para capacitarnos para la misión, para Impulsarnos a vivir cada vez más plenamente nuestra identificación con el Señor Jesús, viviendo la voluntad del Padre.  ¿Me esfuerzo por ser dócil a su acción en mi vida, para que Él me vaya inspirando y conduciendo, para que Él vaya moldeando mi corazón y así vaya puliendo mi vida hasta asumir las actitudes y sentimientos del Señor Jesús? ¿Me dispongo a que el Espíritu Santo sea quien transforme mi vida?.
REFLEXIÓN

    La Iglesia celebra hoy el misterio central de nuestra fe, el misterio de la Santísima Trinidad, fuente de todos los dones y gracias; el misterio de la vida íntima de Dios. Toda la liturgia de la Misa de este domingo nos invita a tratar con intimidad a cada una de las Tres Personas, al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Cada vez que con fe y con devoción rezamos Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, estamos invocando a la Santísima Trinidad, verdadero y único Dios. 
   La Trinidad constituye el misterio supremo de nuestra fe. Y misterio es una verdad de la que no podemos saberlo todo. Como bien decía Sor Isabel de la Trinidad: “Oh mis Tres, mi Todo, mi Bienaventuranza, Soledad infinita, Inmensidad en que me pierdo…Sumérgete en mí para que yo me sumerja en Ti, Hasta que vaya a contemplar en tu Luz el abismo de tus grandezas”.

 PARA LA VIDA

   Un niño estaba todo ocupado con sus papeles y pinturas y su madre le preguntó: ¿Qué estás dibujando? A Dios, le contestó su hijo. Pero no puedes dibujar a Dios. Nadie sabe cómo es Dios. Pronto lo sabrán, contestó el niño. Cuando haya terminado mi dibujo. Alguna vez, todos hemos intentado dibujar a Dios con pinturas, palabras, sueños, imaginaciones… La Palabra de Dios que proclamamos es una imagen, un dibujo de Dios, el eco de Dios que brota desde nuestro interior.

CONSAGRACIÓN

Divina Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, presente y operante en la Iglesia y en lo más profundo de mi ser; yo te adoro, te doy gracias y te amo. A ti Padre del cielo, me ofrezco y consagro como hijo tuyo. A ti, Jesús Maestro me ofrezco, entrego y consagro como hermano y discípulo tuyo. A ti Espíritu Santo, me ofrezco, entrego y consagro como templo vivo para ser consagrado y santificado. Amén.