1.-El Padre: no le ha visto nadie, excepto aquel que vive con el Padre, Cristo Jesús. si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Nadie va al Padre sino por mí. Y lo que decimos del conocer, lo decimos también del ser: el que tiene el espíritu de Cristo tiene el espíritu de Dios. Por tanto, nuestra tarea mientras vivimos en este mundo es conocer a Cristo y vivir según el espíritu de Cristo. Si hacemos esto, conocemos a Dios y vivimos en Dios.
2.-Las Piedras Vivas: un cristiano es piedra viva del templo del Espíritu cuando vive y actúa con el Espíritu de Cristo. Cristo es la piedra viva que desecharon los constructores, pero que Dios Padre escogió como piedra angular. Si nosotros vivimos en Cristo, participamos automáticamente del templo del Espíritu de Cristo. Y no olvidemos que el Espíritu de Cristo es espíritu de amor, humildad y verdad.
3.-El Camino: todo hombre sigue un camino u otro. Todo hombre busca encontrar la verdad. Y todo hombre desea, en fin, que su vida no termine para siempre. A esos tres profundos anhelos del hombre da Jesús respuesta. El Camino a seguir, La Verdad a encontrar, la Vida que no se pierde, están al alcance de nuestra mano. Elegirlos o rechazarlos es cosa nuestra. Cuando el hombre pregunta por el camino está preguntando por el sentido y meta de su existencia.
4.-La Iglesia: seguir el camino de Jesús no es fácil. Hay limitaciones internas: nuestro propio egoísmo y las debilidades que nos desvían del camino. No obstante, nos dice San Agustín que “es mejor ser cojo en el camino, que un atleta fuera de él”. La vida es una lucha en la que no estamos solos, Dios está siempre a nuestro lado.
REFLEXIÓN
En nuestra celebración eucarística acaba de resonar la palabra del mismo Cristo que, hoy como ayer, sigue diciéndonos: «Yo soy el camino, la verdad y la vida» (Jn 14,6). Su voz es siempre actual, porque Él vive resucitado y presente entre nosotros. Sus palabras nos infunden luz y esperanza para seguir el camino de la vida. En efecto, Dios nuestro Padre, por medio de su Hijo Jesucristo y en el Espíritu Santo, «movido de amor, habla a los hombres como a amigos» (Dei Verbum, 2).
Cristo es la revelación personal de Dios. No solamente nos habla de Dios, su Padre, sino que se nos presenta como la revelación plena del Padre.
El camino por el cual Cristo nos conduce al Padre pasa a través de todo lo que El mismo hace y dice. Es decir, pasa por el evangelio, que es su palabra viva y siempre actual. Pasa principalmente a través de todo lo que Cristo es: nuestra Pascua, nuestro «paso» de la Cruz a la Resurrección, nuestro paso a la Verdad y a la Vida, que es el mismo Dios. «Nadie va al Padre sino por mí» (Jn 14,6).
El anuncio de la Palabra de Dios hace surgir generación tras generación, nuevas «piedras vivas», con las cuales se construye el pueblo de Dios que es la Iglesia. En el marco propio de la acción evangelizadora, los esposos cristianos han de sentirse llamados a una mayor santidad de vida en fidelidad a las enseñanzas de la Iglesia.
Dirijámonos a Jesús. Sólo Él es el camino que conduce a la felicidad eterna, la verdad que satisface los deseos más profundos de todo corazón, y la vida trae siempre nuevo gozo y esperanza, para nosotros y para todo el mundo.
PARA LA VIDA
Murió un hombre y San Pedro le hizo de anfitrión y le enseñó las distintas estancias del cielo. ¿Qué hay en esa estancia? Preguntó el hombre señalando un grupo muy serio y solemne que cantaba el más puro y sublime gregoriano. “Esa es la estancia de la Iglesia Católica de Roma”. Son muy serios y reprimidos. ¿Y los de esa habitación? Preguntó señalando un grupo de bailarines medio desnudos que giraban sus caderas y daban grandes gritos.
“Ese es un grupo de Bali”, le dijo San Pedro. Un grupo muy vivo y bullanguero. Bailan mientras rezan y alaban a Dios. ¿Y los de ese gran salón? Ese grupo de personas rapadas que meditan al son de un gong son un grupo zen. Son muy tranquilos. San Pedro, antes de continuar la gira, le dijo: Cuando pasemos delante de esa sala, por favor, no haga ni el más mínimo ruido. ¿Por qué? Le preguntó el hombre.
“En esa sala hay un grupo de cristianos fundamentalistas y creen que ellos son los únicos habitantes del cielo. Se molestarían si descubrieran que hay otros muchos grupos. “En la casa de mi Padre hay muchas moradas…y me voy a prepararos un sitio”.
En la cómica anécdota, reflejo de la realidad en que vivimos, muchas iglesias cristianas, muchas religiones, todas con sus credos y sus dioses y todas con la misma promesa: un final feliz para sus seguidores. No cabe duda de que cada creyente piensa que está en la religión verdadera. “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre sino por mí”, le dijo el Señor a Tomás.