San Juan 14, 15 - 21
Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.
1.- El Anuncio: el resultado de la predicación es la alegría, ante el resultado de la predicación. Las manos, junto con la palabra, son uno de los medios más expresivos del lenguaje del hombre. El gesto de poner las manos sobre la cabeza significa transmitirle a otro algo que pertenece o está relacionado con la propia personalidad del que lo impone. El sacramento de la confirmación hoy compromete al que lo recibe a mantener a Cristo vivo y operante en nuestro mundo.
2. Nuestra Esperanza: ¿qué debemos entender por "dar razón de nuestra esperanza"? Dar razón de la esperanza es mostrar que esperamos con paciencia en situaciones desesperadas y en la misma muerte. El que quiera dar razón de la esperanza, lo ha de hacer siempre con mansedumbre, pues la agresividad no puede ser nunca señal de la esperanza, sino del miedo. Esto nos obliga a decirlo todo y a practicarlo todo, sin mutilar el evangelio, ni avergonzarse de él.
3.- Jesús nos Acompaña: Jesús no nos deja solo en la tarea de anuncia la Buena Noticia de su amor. Nos envía el Espíritu Santo para fortalecernos. La palabra "paráclito" es un término jurídico para designar al abogado defensor. Con su ayuda es posible vivir desde el amor y mantener nuestra esperanza.
4.- El Amor: el que pretender amar a Cristo y no vivir según el espíritu de Cristo es una contradicción. Porque amar a Cristo es comulgar con Cristo, vivir en continua comunión espiritual con él, guardar sus mandamientos. Quien dice que ama a Cristo y no guarda sus mandamientos es un mentiroso. Y no olvidemos que el amor a Cristo sólo es completo si incluye el amor al prójimo.
REFLEXIÓN
Se realizan hoy para nosotros, de modo muy particular, las palabras que dicen: «Acreciste la alegría, aumentaste el gozo» (Is 9, 2). En efecto, a la alegría de celebrar la Eucaristía en el día del Señor, se suman el júbilo espiritual del tiempo de Pascua, que ya ha llegado al sexto domingo...
La primera lectura, tomada del capítulo octavo de los Hechos de los Apóstoles, narra la misión del diácono Felipe en Samaria. Quiero atraer inmediatamente la atención hacia la frase con que se concluye la primera parte del texto: «La ciudad se llenó de alegría» (Hch 8, 8).
En el pasaje evangélico encontramos este misterioso «movimiento» trinitario, que lleva al Espíritu Santo y al Hijo a habitar en los discípulos. Aquí es Jesús mismo quien promete que pedirá al Padre que mande a los suyos el Espíritu, definido «otro Paráclito» (Jn 14, 16), término griego que equivale al latino ad-vocatus, abogado defensor. En el momento en que Cristo, cumplida su misión, vuelve al Padre, el Padre envía al Espíritu como Defensor y Consolador, para que permanezca para siempre con los creyentes, habitando dentro de ellos.
Así, entre Dios Padre y los discípulos se entabla, gracias a la mediación del Hijo y del Espíritu Santo, una relación íntima de reciprocidad: «Yo estoy en mi Padre, vosotros en mí y yo en vosotros», dice Jesús (Jn 14, 20). Pero todo esto depende de una condición, que Cristo pone claramente al inicio: «Si me amáis» (Jn 14, 15), y que repite al final: «Al que me ama, lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él» (Jn 14, 21).
PARA LA VIDA
En un pueblo lejano, el rey convocó a todos los jóvenes a una audiencia privada con él, en dónde les daría un importante mensaje. Muchos jóvenes asistieron y el rey les dijo: "Os voy a dar una semilla diferente a cada uno de vosotros, al cabo de 6 meses deberán traerme en una maceta la planta que haya crecido, y el que tenga la planta más bella ganará la mano de mi hija, y por ende el reino". Así se hizo, pero un joven plantó su semilla y ésta no germinaba; mientras tanto, todos los demás jóvenes del reino no paraban de hablar y mostrar las hermosas plantas y flores que habían sembrado en sus macetas.
Llegaron los seis meses y todos los jóvenes desfilaban hacia el castillo con hermosísimas y exóticas plantas. El joven estaba demasiado triste pues su semilla nunca germinó, ni siquiera quería ir al palacio, pero razonó que debía ir, pues era un participante y debía estar allí. Con la cabeza baja y muy avergonzada, se condujo hacia el palacio, con su maceta vacía. Todos los jóvenes hablaban de sus plantas, y al ver a nuestro amigo soltaron en risa y burla; en ese momento el alboroto fue interrumpido por el ingreso del rey, todos hicieron su respectiva reverencia mientras el rey se paseaba entre todas las macetas admirando las plantas.
Finalizada la inspección hizo llamar a su hija, y llamó de entre todos al joven que llevó su maceta vacía; atónitos, todos esperaban la explicación de aquella acción. El rey dijo entonces: "Este es el nuevo heredero del trono y se casará con mi hija, pues a todos se les dio una semilla infértil, y todos trataron de engañarme plantando otras plantas; pero este joven tuvo el valor de presentarse y mostrar su maceta vacía, siendo sincero, real y valiente, cualidades que un futuro rey debe tener y que mi hija merece".