4° Domingo de Pascua, 8 de Mayo 2022, Ciclo C

 San Juan 10, 27 -30

“Jesús Buen Pastor”

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

1.- Escuchar: «Mis ovejas escuchan mi voz... y me siguen». Después de veinte siglos, los cristianos necesitamos recordar de nuevo que lo esencial para ser la Iglesia de Jesús es escuchar su voz y seguir sus pasos. Lo primero es despertar la capacidad de escuchar a Jesús. Desarrollar mucho más en nuestras comunidades esa sensibilidad, que está viva en muchos cristianos sencillos que saben captar la Palabra que viene de Jesús en toda su frescura y sintonizarse con la Buena Noticia de Dios.

2.- Amor: Jesús es el buen pastor que ama a su rebaño, él vino al mundo para demostrar su amor, muriendo en la cruz dando la vida por sus ovejas.  Preguntémonos: ¿Nos sentimos parte de su rebaño?  Él nos dice que sus ovejas escuchan su voz y lo conocen, sencillamente si escuchas su voz, pones en práctica lo que has escuchado, y lo sigues eres parte de su rebaño.  Hay dos características importantes para escuchar la voz de Jesús y seguirlo: La docilidad y la obediencia.

 3.- Esperanza: cada día, tenemos la experiencia de la alegría y de la esperanza, pero también del dolor, de la incomprensión, del miedo, del sufrimiento, de la desesperación.  Caemos en el pesimismo que nos ata y nos limita, nos esclaviza y nos impide saborear el don de la vida. Por ello, esta lectura nos dice que hay esperanza y que no estamos condenados al fracaso, sino destinados a formar parte de esa nueva humanidad; estamos destinados a esa vida nueva y plena; a la libertad auténtica, a la felicidad total. Lo que necesitamos para formar parte de esa nueva humanidad es acoger la salvación que Dios nos ofrece; acoger el mensaje de Jesús y seguirlo por el camino del amor, de la entrega, para que obtengamos la felicidad plena. 

REFLEXIÓN

El Evangelio presenta a Cristo como el Buen Pastor, cuya misión es llevar a la vida plena a las ovejas de su rebaño; las ovejas, a su vez, son invitadas a escuchar al Pastor, a acoger su propuesta y seguirle. Así encontrarán la vida en plenitud. Hoy se nos propone descubrir la figura bíblica del Pastor: una figura que evoca donación, sencillez, servicio, dedicación total, amor gratuito. Es alguien que es capaz de dar la propia vida para defender de las garras de las fieras a las ovejas que le fueron confiadas. Como somos sus ovejas, nuestra tarea será reproducir en nuestra vida los rasgos misericordiosos del Buen Pastor.

El Buen Pastor, el único que nos da la vida eterna. En nuestro mundo hay mucha gente que “viven sin vivir”, llenos de sufrimientos, sin norte en la vida, en definitiva, como ovejas sin pastor.  El creyente, a pesar de los problemas de la vida, se sabe salvado, porque tenemos la seguridad de que nada, ni nadie, puede acabar con nosotros. Tenemos la seguridad de la victoria final.  Claro, que vamos a tener dificultades en el camino de la vida, pero, como cristianos, sabemos que no podemos hacer como muchos hacen: “viviendo sin ilusiones ni esperanzas”, porque tenemos un camino que recorrer con Cristo.

Como “ovejas” del rebaño de Jesús tendremos que “escuchar la voz” del Pastor y seguirle. Eso significa, concretamente, recorrer el mismo camino que Jesús, en una entrega total a los proyectos de Dios y en una donación total, de amor y de servicio a los hermanos. ¿Cómo distinguiremos la voz de Jesús, nuestro Pastor, de tantas llamadas, propuestas engañosas, ¿de “cantos de sirena” que no nos conducen a la vida plena? A través de un encuentro permanente con su Palabra, a través de la participación en los sacramentos donde se nos comunica la vida que el Pastor nos ofrece y en un permanente diálogo íntimo con él. 

PARA LA VIDA

   Al final de una cena en un castillo inglés, un famoso actor de teatro entretenía a los huéspedes declamando textos de Shakespeare. Luego se ofreció a que le pidieran algún “bis”. Un sacerdote muy tímido preguntó al actor si conocía el salmo 22. El actor respondió: si, lo conozco y estoy dispuesto a recitarlo solo con una condición: que después también lo recite usted. El sacerdote se sintió un poco incómodo, pero accedió a la propuesta. 

   El actor hizo una bellísima interpretación, con una declamación perfecta, de “El Señor es mi pastor, nada me falta. Los huéspedes aplaudieron vivamente. Llegó el turno del sacerdote, que se levantó y recitó las mismas palabras del salmo 22. Esta vez, cuando terminó, no hubo aplausos, sólo un profundo silencio y lágrimas en algún rostro. El actor se mantuvo en silencio unos instantes, luego se levantó y dijo: Señoras y Señores, espero que se hayan dado cuenta de lo que ha ocurrido aquí esta noche. Yo conozco el salmo, pero este sacerdote conoce a su Pastor.