San Juan 18, 33b-37
“Reine, Jesús, por Siempre”
Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.
- El Rey: Jesús es Rey-Pastor. Cristo es el alfa y omega de los tiempos, Señor de la Historia. Pero, sobre todo, porque su señorío es el de quien libera de toda forma de opresión y sumisión, que nos da la libertad del Espíritu, que nos devuelve la filiación divina oscurecida por nuestros miedos, debilidades y pecados. Cristo Rey es distinto a los reyes de este “mundo”. Es el Cordero degollado (Ap. 5, 12) quien nos reconcilia con Dios y nos lleva, no de regreso al Paraíso perdido, sino a la esperanza de una nueva vida, en la que no habrá rodilla que doblar sino ante Dios. Mientras los otros reyes someten, Cristo Rey libera y nos hace ponernos en pie!
- El Reino: es Vida y Verdad. Cristo es Vida y testigo de la Verdad. Los que quieran pertenecer a este Reino tendrán que estar en la verdad y como el mismo evangelista nos lo dice, Jesús es la Verdad. Sin olvidar que el reino ya está entre nosotros; el reino que no vive en los arrogantes sino en los sencillos; el reino que no vive en los orgullosos sino en los pobres; el reino que no vive en la mentira sino en la verdad; un reino que no vive en la muerte sino en la Vida; un reino que es camino de esperanza y de futuro eterno. Jesús manifiesta su gloria ante Pilato en esta situación humillante: la gloria de amar hasta el extremo, dando su propia vida por las personas que ama. Esta es la revelación del reino de Jesús.
REFLEXIÓN
La liturgia de hoy nos invita a reavivar en nosotros el deseo de que Cristo reine verdaderamente en nuestra vida. Para que esto tenga lugar, es menester renovar nuestra adhesión a él, que nos amó primero y libró por nosotros la gran batalla hasta dejarse herir de muerte para destruir en su cuerpo clavado en la cruz nuestro pecado. Cristo venció así. Su triunfo es el triunfo del amor sobre el odio, sobre el mal, sobre la ingratitud. Su victoria es, en apariencia, una derrota: el modo de vencer del amor es, en efecto, dejarse vencer.
Cristo es un rey crucificado; sin embargo, su poder está precisamente en la entrega de sí mismo hasta el extremo: es un rey coronado de espinas, colgado en la cruz, y sigue como tal para siempre, incluso ahora que está en la presencia del Padre, a donde ha vuelto después de la resurrección. Se trata de una realeza difícil de comprender desde el punto de vista humano, a no ser que emprendamos el camino del amor humilde, de la vida que se hace servicio y entrega. Si emprendemos ese camino, el mismo Espíritu nos hará capaces de configurarnos con el humilde rey de la gloria, de quien todo cristiano está llamado a ser discípulo enamorado.
Esto traerá consigo, necesariamente, una sombra de muerte, de muerte a todo un mundo de egoísmos de pasiones, de vanos deseos y de arrogancias indebidas: una muerte que, sin embargo, se traduce en libertad para nosotros mismos y en crecimiento para los otros, en vida verdadera y en plenitud de alegría. Nuestro camino en la historia prosigue con sus cansancios, pero nuestro corazón puede saborear de manera anticipada la dulzura de este Reino de luz infinita en el que sólo se entra por la puerta estrecha de la cruz.
PARA LA VIDA
Había una vez una rata que estaba atravesando pausadamente una cocina seguida por sus seis pequeños ratoncillos. De repente se encontró con un gato grande y de aspecto furioso. Mamá rata se quedó petrificada. En seguida se sobrepuso al susto y lanzó un grito con toda la fuerza de sus pulmones. El gato, en un abrir y cerrar de ojos, desapareció.
Mamá rata se acercó a sus ratoncitos y les dijo bajito: ¿entienden ahora por qué les recuerdo todos los días que es muy importante aprender un segundo idioma? Los creyentes tenemos muchas razones para venir a la iglesia, a nuestra cita con Dios, a la escuela de Jesús, a la asamblea de los hermanos. Hoy, cuando ya se acaba el año litúrgico, cuando la Palabra de Dios nos habla del fin del mundo y nos recuerda nuestro personal final, déjenme que les dé una razón más para venir a la iglesia. Tenemos que aprender un "segundo idioma".
Un segundo idioma para asustar y espantar a ese gato negro y amenazador que se llama: muerte, fin del mundo, fin a secas. Un segundo idioma para vencer el miedo con la esperanza, Para escribir nuestros nombres en el libro de la vida, Para despertarnos con Cristo, Para vivir en la justicia y brillar como estrellas para siempre.