1° Domingo de Adviento, 2 de Dic de 2018,Ciclo C


Lucas 21, 25-28 . 34-36

Cerca Está El Señor…Estad Siempre Despiertos


Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.

  1. Estar Atentos: Cristo Jesús nos invita a “vivir atentamente”, es decir, nos invita a adoptar una actitud de reflexión, de recogimiento, de silencio interior. Prestar atención quiere decir concentrarse en una realidad con toda el alma y dar unidad a todas las capacidades de la persona humana. Un hombre atento es un hombre reflexivo y bien dispuesto para entrar en relación con Dios, con sus semejantes y consigo mismo. 
  2. Velad: en el original griego velad equivale a “quedarse sin dormir”. La gran tentación que nos asecha es la de quedarnos dormidos y desentendernos de aquello que exige atención y diligencia. Quien se duerme, se deja llevar por la fuerza del enemigo, por la fuerza de las pasiones, por los atractivos del mundo. No vela y se pierde. Que sea pues nuestra consigna: ¡velad en la noche del mundo para estar preparados al encuentro del Señor!
  3. Vigilad: es la acción del centinela que tiene que estar alerta, mientras espera pacientemente el paso del tiempo nocturno para ver surgir en el horizonte la luz del alba. Estar alerta significa discernir en medio de la noche los signos de los tiempos. Significa tener un “sexto sentido” para descubrir aquello que puede ofender mi fe, mi amor al Señor y a la Iglesia, mi fidelidad a la palabra empeñada. Estar alerta significa, como el centinela, vivir con la esperanza en los ojos del amanecer que se avecina; más aún, es descubrir ya en la noche la acción misma de la luz que va venciendo las tinieblas. 

REFLEXIÓN

   Hoy empieza el Adviento y, con él, un nuevo año litúrgico: la Iglesia empieza el año con este período cuatro semanas recordando los siglos en los que Dios fue preparando a su pueblo para su nacimiento. Al celebrar anualmente la liturgia del Adviento, la Iglesia actualiza esta espera del Mesías: participando en la larga preparación de la primera venida del Salvador, los fieles renuevan el ardiente deseo de su segunda Venida.

   Cuando una mujer está embarazada se dice que «espera» un niño; los despachos y consultorios tienen «sala de espera». Pensándolo bien, la vida misma es una sala de espera. Nos impacientamos cuando estamos obligados a esperar una visita o una experiencia. Pero ¡ay si dejáramos de esperar algo! Una persona que ya no espera nada de la vida, perdió la esperanza, casi que está muerta. La vida es espera, y la espera es vida.

   La esperanza cristiana es la virtud que nos dinamiza, nos libera del miedo a la muerte, y nos hace adentrarnos en el corazón de la historia sabiendo que el único discurso creíble sobre la resurrección y la vida eterna es aquel que se articula en el lenguaje de las esperas humanas -como hizo Dios en Jesús de Nazaret.

   A los creyentes nos queda la misión y el gozo de dar razón de nuestra esperanza, en la transparencia de una vida que camina hacia lo que espera como definitivo. Podemos iniciar el Adviento teniendo en cuenta que nos exige un cambio. A lo largo de estas cuatro semanas la liturgia de la Iglesia nos pedirá hacerle un espacio en nuestra vida a Jesús que ya vino, que viene y seguirá viniendo.

PARA LA VIDA

   Érase un príncipe que vivía muy lejos de la casa de su padre y lo echaba mucho, mucho de menos. Un día recibió una carta de su padre, se alegró muchísimo y la guardó como un tesoro. Pero la alegría y la dicha que la carta le proporcionó no hicieron más que aumentar su deseo de reunirse con él y se decía: Oh, sí sólo pudiera tocar su mano! Oh, sí extendiera su mano hacia mí, cómo la abrazaría! Besaría sus dedos con devoción, mi padre, mi maestro, mi luz.

   Mientras se decía estas cosas un pensamiento iluminó su mente: ¿Acaso no tengo la carta de mi padre escrita de su puño y letra? ¿Acaso no es la letra del rey comparable a su mano? Y una gran alegría invadió su corazón.

   Adviento es tiempo de estar despiertos y de mantenernos en pie ante Jesucristo, dice el evangelio. Tiempo de oración, reflexión y de una necesaria y permanente conversión. Tiempo que nos invita a leer la nota que Dios ha dejado en la puerta de nuestro corazón. Nosotros hemos de interrumpir el trajín cotidiano y, con alegría, esperar la Segunda Venida del Señor. No sabemos lo que nos reserva el futuro, pero sí sabemos lo que nos reserva el dueño del futuro. La vida eterna.