5° Domingo del Tiempo Ordinario, 9 de Febrero de 2020, Ciclo A


San Mateo 5, 13-16

Vosotros Sois la Sal y la Luz del Mundo


Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

1.- La Palabra: el deber de los cristianos de tomar parte en la vida de la Iglesia, los impulsa a actuar como testigos del Evangelio y de las obligaciones que de él se derivan. Este testimonio es transmisión de la fe en palabras y obras. Todos los fieles cristianos, dondequiera que vivan están obligados a manifestar con el ejemplo de su vida y el testimonio de su palabra al hombre nuevo de que se revistieron por el bautismo y la fuerza del Espíritu Santo que les ha fortalecido con la confirmación.
2.- La Luz: Dios es luz, Dios es amor; en Él no hay tinieblas y en su luz nosotros vemos la luz y nos transformamos. Nuestras obras deben brillar ante los hombres, para que den Gloria a Dios. Por Cristo, con Él y en Él, los bautizados son «la luz del mundo». La vestidura blanca simboliza que el recién bautizado se ha «revestido de Cristo»; que ha resucitado con Cristo. El cirio que se enciende en el cirio pascual significa que Cristo ha iluminado con su Luz al nuevo cristiano.
3.- La Sal: la sal se emplea para preservar a los alimentos de la corrupción y para darles sabor. Significa sabiduría, discreta, pero es eficaz al actuar. Para ser sal y luz es necesario estar limpios. Ser puros. Fidelidad al deber siempre estar en la caridad, en el amor. Porque el mundo es de Dios y lo alquila a los valientes.
4.- La Lámpara: “No se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón”Sólo Cristo, a través de pequeñas lámparas que somos todos, comprometidos por su reino, es capaz de ofrecer sabor de eternidad y de felicidad a tantos hombres y mujeres que, en el horizonte de sus vidas, no ven sino fracaso, hastío o cansancio. Sin su fuerza no sería posible la luz en nuestro hogar. 

REFLEXIÓN

   La Palabra de Dios de este Domingo nos invita a reflexionar sobre el compromiso cristiano. Aquellos que son interpelados por el desafío del “Reino”, no pueden instalarse en una vida cómoda, ni refugiarse en una religión ritual y hecha de gestos vacíos. Tenemos que vivir de tal forma comprometidos con la transformación de este mundo que nos transformemos en luz que brille en la noche para llegar a la plenitud que Dios prometió a los hombres, el mundo del “Reino”. 
La primera lectura presenta las condiciones necesarias para “ser luz”: La “luz” que ilumina al mundo de todo aquel que se compromete verdaderamente con la justicia, con la paz, con la solidaridad, con la fraternidad. La verdadera religión no se fundamenta en una relación “platónica” con Dios, sino en un compromiso concreto que lleva al hombre a ser un signo vivo del amor de Dios entre sus hermanos.
La segunda lectura avisa que ser “luz” no es colocar la esperanza de salvación en esquemas humanos de sabiduría, sino que es identificarse con Cristo e interiorizar la “locura de la cruz” como el don de la vida. ¿Se puede esperar una revelación de salvación en el escándalo de un Dios que muere en la cruz? Sí. Es en la fragilidad y en la debilidad donde Dios se manifiesta: el ejemplo de Pablo – un hombre frágil y poco brillante – lo demuestra.
En el Evangelio Jesús exhorta a sus discípulos para que no se instalen en la mediocridad, en la comodidad; y les pide que sean la sal que da sabor al mundo y que testimonien la permanencia y la eternidad del proyecto salvador de Dios; también les exhorta a que seamos una luz que conduzca al encuentro del “Reino” de libertad y de la esperanza. 
PARA LA VIDA
   Un hombre que acababa de encontrarse con Jesús resucitado, iba a toda prisa por el camino de la Vida, mirando por todas partes y buscando. Se acercó a un anciano que estaba sentado al borde del camino y le preguntó: “por favor, señor, ha visto pasar por aquí a algún cristiano?”.
    El anciano, encogiéndose de hombros le contestó: “depende del tipo de cristiano que ande buscando”. “Perdone, dijo contrariado el hombre, “pero yo soy nuevo en esto y no conozco los tipos que hay. Solo conozco a Jesús”. Y el anciano dijo: “pues sí, amigo, hay de muchos tipos y maneras”.
  Los hay para todos los gustos: “hay cristianos por cumplimiento, por tradición, por costumbres, por superstición, por obligación, por conveniencia y cristianos auténticos”. “Los auténticos! ¡Esos son los que busco! ¡Los de verdad!”, exclamó el hombre emocionado. “Vaya!”, dijo el anciano con voz grave. “Esos son los más difíciles de ver.
    Hace ya mucho tiempo que pasó uno de esos por aquí, y precisamente me preguntó lo mismo que usted”. “Y cómo podré reconocerle?”. Y el anciano respondió: “no se preocupe, no será difícil reconocerlo.  “El no pasa desapercibido. Lo reconocerá por sus obras, porque siempre dejan huella”