San Juan 9, 1 - 41
“ Solo Sé que Yo Era Ciego y Ahora Veo ”
Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.
- La Ceguera: el ciego reconoce su ceguera, escucha y obedece; no es culpa de él, ni de sus padres, según la concepción del Antiguo testamento. Todos nacimos ciegos: no a una ceguera física, sino a otra “ceguera”, más profunda, más radical, aquella que es fruto del pecado: la ceguera que nos incapacita para ver a Dios y ver la realidad creada, incluyendo a la misma criatura humana, como Dios la ve. El hombre no sólo se hace incapaz de “ver” a Dios, sino que al mismo tiempo se vuelve ciego a su propia realidad, engañándose de múltiples formas. Si ha sido creado por Dios, ¿cómo puede el ser humano entenderse sin Dios? ¿Cómo puede conocerse de verdad si desconoce a Dios? Sin conocer la verdad sobre Dios, tampoco puede el hombre conocerse cabalmente a sí mismo, es imposible que comprenda quién es, de dónde viene, a dónde va, cuál es el sentido de su vida, su misión en el mundo.
- El Agua: la experiencia del agua como símbolo de vida, de salud, de visión es algo que todos hemos recibido desde el mismo vientre de nuestras madres. En el agua portadora de vida maternal vivimos durante nueve meses; en agua nos lavan para comenzar la nueva vida ya en la claridad del mundo de la luz , y en el agua nos bautizan para comenzar nuestro caminar en la nueva tierra, nuestra morada en el tiempo, tierra con aguas y sequedad, tierra con luces y tinieblas.
- La Fe: no es simplemente creer, sino creer en alguien. «Creed en Dios; creed también en mí» (Jn 14,1). Para los cristianos creer, es creer en Jesucristo. El ciego curado cree en quien lo ha curado: Jesucristo.
- La Luz: desvela lo oculto, y permite reconocer lo difuso, permitiendo que las cosas rebasen el nivel de la mera apariencia al nivel de lo que la cosa es en verdad: de la apariencia al ser, de la apariencia a la verdad. Cristo es LUZ porque hace ver la realidad, el auténtico sentido el ser humano y de la creación. El discípulo, como iluminado, emplea esta luz no sólo para sí mismo o su comunidad de fe sino también para ayudar a sus hermanos los hombres. La luz no alumbra exclusivamente a su portador sino también a quienes caminan junto a él.
REFLEXIÓN
El texto del libro de Samuel se inscribe dentro de la tradición de la elección divina del menos digno ante los ojos de los hombres. Se trata de buscar un nuevo rey, pues Saúl se ha mostrado indigno, y ha sido rechazado por el Señor. El Profeta Samuel busca al elegido por Dios, que resulta ser el último, el menos apreciado por todos. La elección de Dios nunca se da por los méritos del hombre.
La carta a los Efesios desarrolla el tema de la luz. “Antes erais tinieblas, ahora sois luz” El texto desarrolla una hermosa simbología: erais tiniebla; vuestras obras eran obras de ciegos, eran estériles. La luz pone en evidencia lo estéril, lo sucio. Ahora estáis iluminados por la luz de Cristo. Antes estabais dormidos, ahora habéis despertado a la luz.
El ciego de nacimiento segundo de los tres grandes "SIGNOS" del evangelio de Juan recogidos en estos domingos de Cuaresma.
El Domingo pasado, el signo era el Agua. Hoy, la luz. No sólo la luz que brilla en el cielo, el sol, sino la luz que nace en el corazón, la que saca de las tinieblas.
La curación se narra con brevedad. Juan, con perfecto sentido dramático, utiliza esta curación para mostrar la progresión de los hombres de buena voluntad hacia la luz, que es aceptar a Jesús, y la regresión de los "justos", que cada vez se hunden más en su propia ceguera, prefiriendo sus ideas sobre Dios a la Palabra misma.
Cristo Jesús se levantó de la tumba para darnos vida, para iluminarnos y hacer de cada uno de nosotros una nueva creatura. La ceguera física y otras enfermedades, los pecados no se heredan, como creían los fariseos, y tampoco significa que una persona que nace con cierto defecto físico es porque está “llena de pecado,” pues todos somos pecadores y necesitamos la gracia de Dios para vencer las tentaciones que nos conducen a una actitud negativa e irresponsable. La ceguera, antes de ser física, la llevamos en el alma.
PARA LA VIDA
Llevaron a seis ciegos a ver el elefante y les permitieron tocarlo. Uno toco su enorme tripa y dijo que era una pared. Otro tocó su trompa y dijo que era una serpiente. Otro tocó su colmillo y dijo que era una lanza. Otro tocó una pata y dijo que era un árbol. Otro tocó una oreja y dijo que era un abanico. Otro tocó su cola y dijo que era una soga. Cada uno de los hombres ciegos tenía parte de razón, pero todos estaban equivocados. Tocaron una partecita del elefante, se les escapó el todo.
LA CUEVA
La cueva oyó un día una voz que le decía: “Sal a la luz. Ven y contempla el brillo del sol.”. La cueva respondió: “No sé lo que dices, yo soy todo oscuridad”. Después de muchas invitaciones, la cueva se aventuró, salió y se sorprendió al ver tanta luz por todas partes. La cueva miró al sol y le dijo: “Ven conmigo y contempla mi oscuridad”. El sol aceptó y entró en la cueva. Ahora, le dijo el sol, enséñame tu oscuridad, pero ya no había oscuridad, todo era luz.
Los psicólogos dicen que las personas que viven en Alaska y en los países nórdicos durante los días de prolongada oscuridad tienden más a sentirse deprimidos que las personas que viven más al sur. Le llaman Desorden Afectivo de Temporada. Un tratamiento que dicen da resultados positivos es sentarse bajo una bombilla de luz natural durante un rato cada día. El tratamiento también sirve para las personas que se deprimen en la larga oscuridad de los días de invierno. Necesitamos la luz para sentirnos más vivos y más enérgicos.