Solemnidad de la Epifanía del Señor, 7 Enero 2018, Ciclo B


San Mateo 2, 1 – 12

Venimos a Adorar al Rey

    Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.
  1. Los Reyes Magos: descubren en el firmamento la estrella del Mesías, se ponen diligentemente en camino, vencen no pocas dificultades, y, ante el niño Jesús, se postran, le adoran y le ofrecen sus regalos: oro, incienso y mirra. Son hechos concretos con los que manifiestan su alegre aceptación. Los magos representan el camino que siguen quienes escuchan los anhelos más nobles del corazón humano; la estrella que los guía es la nostalgia de lo divino; el camino que recorren es el deseo. Los reyes le ofrecen:
  2. Oro: Con el oro reconocen la dignidad y el valor inestimable del ser humano; todo ha de quedar subordinado a su felicidad. Un niño merece que se pongan a sus pies todas las riquezas del mundo.
  3. El Incienso: recoge el deseo de que la vida del niño se despliegue y su dignidad se eleve hasta el cielo. Todo ser humano está llamado a participar de la vida misma de Dios.
  4. La Mirra: es medicina para curar la enfermedad y aliviar el sufrimiento. El ser humano necesita de cuidados y consuelo, no de violencia y agresión.
  5. El Regalo: Dios se nos da, pequeño e impotente, sobre un pesebre o en manos de su Madre, María. Se nos da como Salvador, como Amor, como camino de vida, a todos sin excepción. ¿Qué ofrece, en cambio, el mundo al Salvador? El mundo, cada nuevo año, puede ofrecer muchas cosas buenas a Dios. Cada uno de nosotros es parte de ese mundo, y puede y debe contribuir para ofrecer "algo" a Dios.
  6. La Adoración: ante un Dios del que sólo sabemos que es Amor, no cabe sino el gozo, la adoración y la acción de gracias. Por eso, «cuando un cristiano piensa que ya ni siquiera es capaz de orar, debería tener al menos alegría» (L. Boros). 
REFLEXIÓN 

   Epifanía quiere decir manifestación. En la solemnidad de hoy, la Iglesia conmemora la primera manifestación del Hijo de Dios hecho Hombre al mundo pagano, que tuvo lugar con la adoración de los Magos. La fiesta proclama el alcance universal de la misión de Cristo, que viene al mundo para cumplir las promesas hechas a Israel y llevar a cabo la salvación de todos los hombres. La fiesta de Epifanía nació en los primeros siglos del cristianismo. 

   En el Evangelio de hoy, se relata que llegaron estos magos a Jerusalén; tal vez pensaban que aquel era el término de su viaje, pero allí, en la gran ciudad, no encuentran al recién nacido rey de los judíos. Quizá, -parece humanamente lo más lógico si se trata de buscar a un rey, - fueron directamente al palacio de Herodes; pero los caminos de los hombres no son, frecuentemente, los caminos de Dios. Indagan, ponen los medios a su alcance: ¿Dónde está?, preguntan. Y Dios, cuando de verdad se lo quiere encontrar, sale al paso, nos señala la ruta, incluso a través de los medios que podrían parecer menos aptos. 

   ¿Dónde está el recién nacido rey de los judíos? Y nosotros, que como los Magos nos hemos puesto en camino muchas veces en busca del Señor, nos damos cuenta de que Jesús no puede estar en la soberbia que nos separa de Dios, ni en la falta de caridad que nos aísla. Debemos encontrar las verdaderas señales que llevan hasta el Niño Dios. En estos Magos llamados a adorar a Jesús, nos reconocemos a nosotros mismos, que nos encaminamos a Cristo a través de nuestros quehaceres familiares, sociales y de nuestro trabajo, de la fidelidad de lo pequeño de cada día.
   Así como en Belén, Dios se dejó encontrar por los magos, así también quiere que nosotros lo encontremos y le entreguemos nuestros dones. El Señor no necesita de lo que podamos darle, es que nosotros, para encontrarlo, necesitamos poner a sus pies cuanto somos y cuanto de valor tenemos. No es el día de Reyes, una fiesta para pedir o esperar regalos de nuestro Dios y de nuestros seres queridos; debería ser un día para ejercitarnos en la entrega de lo que somos y de cuanto tenemos a Dios, en primer lugar, y a todos los nuestros; la única forma auténtica de adorar a nuestro Dios es convertirse en su benefactor: a quien sea generoso, Dios le permite hoy convertirse en su rey mago.

PARA LA VIDA 

   El día de Reyes una señora suplicaba a su marido que la acompañara a la iglesia. Éste se negó. La idea de que Dios se hiciera hombre y que una estrella guiara a los tres Reyes hasta Belén le parecía tan absurda que se negaba a creer. Desde su ventana veía la nieve caer copiosamente y pensaba en los pájaros que no encontraban las semillas que les había dejado para que se alimentaran. Se puso el abrigo y salió para abrir de par en par la puerta de la cochera y echar allí más semillas, pero los pájaros no entraron.
   Dio todas las luces para que entraran, pero estaban demasiado asustados. Se van a morir de hambre pensaba. Estaban a unos metros de la comida y del agua y no la encontraban. "Oh, si yo fuera un pájaro", pensó para sus adentros, "yo les enseñaría el camino y los llevaría hasta el agua y la comida". En ese momento sonaron las campanas de la iglesia y cayó en la cuenta de que el hijo de Dios y su estrella se hicieron presentes para enseñarnos el camino que lleva a la vida eterna.
   Dios sólo podía enseñarnos el camino haciéndose como uno de nosotros. La liturgia nos recuerda hoy la simbólica historia de los tres reyes magos. La historia de tres hombres que se pusieron en camino para dejarse llevar confiadamente a donde una estrella misteriosa los quisiera guiar. La fe, por definición, implica la idea de un largo y complicado viaje.