San Juan 20, 19-23
“Ven Creador Espíritu Santo”
Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.
1.- Luz Divina: estamos celebrando hoy la solemnidad de Pentecostés. Han transcurrido 50 días desde el domingo de Resurrección hasta hoy. Pentecostés es celebrar la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles y la Virgen María. Con la venida del Espíritu Santo comienza el tiempo de la Iglesia.
En tu mundo no hay paz. Tus hijos e hijas se matan de manera ciega y cruel. No sabemos resolver nuestros conflictos sin acudir a la fuerza destructora de las armas. Nos hemos acostumbrado a vivir en un mundo ensangrentado por las guerras. Despierta en nosotros el respeto a todo ser humano. Haznos constructores de paz. No nos abandones al poder del mal.
2.- Dones de Amor: muchos de tus hijos e hijas vivimos esclavos del dinero. Atrapados por un sistema que nos impide caminar juntos hacia un mundo más humano. Los poderosos son cada vez más ricos, los débiles cada vez más pobres. Libera en nosotros la fuerza para trabajar por un mundo más justo. Haznos más responsables y solidarios. No nos dejes en manos de nuestro egoísmo.
3.- Gran Consolador: muchos de tus hijos e hijas viven sin conocer el amor, el hogar o la amistad. Otros caminan perdidos y sin esperanza. No conocen una vida digna, solo la incertidumbre, el miedo o la depresión. Reaviva en nosotros la atención a los que viven sufriendo. Enséñanos a estar más cerca de quienes están más solos. Cúranos de la indiferencia.
No olvidemos que el Espíritu Santo es «dador de vida». Siempre que nos abrirnos a su acción, aunque sea de manera pobre e incierta, él nos hace gustar los frutos de una vida más sana y acertada: «amor alegría, paz, tolerancia, agrado, generosidad, lealtad, sencillez, dominio de sí»
REFLEXIÓN
“Dulce Huésped del Alma,”
Cuando nuestro corazón está «cerrado», nuestros ojos no ven, nuestros oídos no oyen. Vivimos separados de la vida, desconectados. El mundo y las personas están «ahí fuera» y yo estoy «aquí dentro». Una frontera invisible nos separa del Espíritu de Dios que lo alienta todo; es imposible sentir la vida como la sentía Jesús. Sólo cuando nuestro corazón se abre, comenzamos a captarlo todo a la luz de Dios.
Cuando nuestro corazón está «cerra[edo», vivimos volcados sobre nosotros mismos, insensibles a la admiración y la acción de gracias. Dios nos parece un problema y no el Misterio que lo llena todo. Sólo cuando nuestro corazón se abre, comenzamos a intuir a ese Dios «en quien vivimos, nos movemos y existimos». Sólo entonces comenzamos a invocarlo como «Padre», con el mismo Espíritu de Jesús.
Cuando nuestro corazón está «cerrado», en nuestra vida no hay compasión. No sabemos sentir el sufrimiento de los demás. Vivir indiferentes a los abusos e injusticias que destruyen la felicidad de tanta gente. Sólo cuando nuestro corazón se abre, empezamos a intuir con qué ternura y compasión mira Dios a las personas. Sólo entonces escuchamos la principal llamada de Jesús: «Sed compasivos como vuestro Padre».
Pablo de Tarso formuló de manera atractiva una convicción que se vivía entre los primeros cristianos: «El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado». ¿Lo podemos experimentar también hoy? Lo decisivo es abrir nuestro corazón. Por eso, nuestra primera invocación al Espíritu ha de ser ésta: «Danos un corazón nuevo, un corazón de carne, sensible y compasivo, un corazón transformado por Jesús».
PARA LA VIDA
Había una vez ...Un hombre que subía cada día al autobús para ir al trabajo. Una parada después, una anciana subía al autobús y se sentaba al lado de la ventana La anciana abría una bolsa y durante todo el trayecto, iba tirando algo por la ventana, siempre hacía lo mismo y un día, intrigado, el hombre le preguntó que era lo que tiraba por la ventana- ¡Son semillas! - le dijo la anciana. ¿Semillas? ¿Semillas de qué? - De flores es que miro afuera y está todo tan vacío...Me gustaría poder viajar viendo flores durante todo el camino. ¿Verdad que sería bonito? - Pero las semillas caen encima del asfalto, las aplastan los coches, se las comen los pájaros... ¿Cree que sus semillas germinarán al lado del camino? - Seguro que sí.
Aunque algunas se pierdan, alguna acabará en la cuneta y, con el tiempo, brotará. - Pero...tardarán en crecer, necesitan agua ...- Yo hago lo que puedo hacer. ¡Ya vendrán los días de lluvia! La anciana siguió con su trabajo ... Y el hombre bajó del autobús para ir a trabajar, pensando que la anciana había perdido un poco la cabeza. Unos. meses después. Yendo al trabajo, el hombre, al mirar por la ventana vio todo el camino lleno de flores. ¡Todo lo que veía era un colorido y florido paisaje! Se acordó de la anciana, pero hacía días que no la había visto. --- Preguntó al conductor ¿La anciana de las semillas? Pues, ya hace un mes que murió.
El hombre volvió a su asiento y siguió mirando el paisaje. «Las flores han brotado, se dijo, pero ¿de qué le ha servido su trabajo? No ha podido ver su obra». De repente, oyó la risa de un niño pequeño. Una niña señalaba entusiasmada las flores... ¡Mira, padre! ¡Mira cuántas flores Verdad que no hace falta explicar mucho el sentido de esta historia? La anciana de nuestra historia había hecho su trabajo, y dejó su herencia a todos los que la pudieran recibir, a todos los que pudieran contemplarla y ser más felices. Dicen que aquel hombre, desde aquel día, hace el viaje de casa al trabajo con una bolsa de semillas que va arrojando por la ventanilla.
Moraleja: no dejes de sembrar cosas buenas...Alguien siempre recogerá tu siembra....