San Juan 24, 46 - 53
“Me Voy pero Volveré, y Nunca los Abandonaré”
Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.
1.- Ascender: ascender es “volver a Dios Padre”. La ascensión de Cristo al cielo es un pasar, pero del tiempo a la eternidad, de lo visible a lo invisible, de la fragilidad de lo humano a la vida plena junto a Dios. Él vive ahora con Dios, en la absoluta perfección, en la absoluta presencia, amor y felicidad. Cuando proclamamos que Cristo subió al cielo pensamos en todo eso también para nosotros. alguno podrá preguntarse hoy, ¿qué sentido tiene esta fiesta en la que conmemoramos que Cristo, nuestro salvador se ha ido lejos de nosotros, cuando lo que nos preocupa y nos importa hoy es la solución de los problemas de nuestro mundo cada vez más graves y amenazadores? Más que nunca necesitamos escuchar en este tiempo el mensaje de esta fiesta de la ascensión del Señor.
2.- Bondad: en la Iglesia de Jesús hemos olvidado que lo primero es promover una “pastoral de la bondad”. Nos hemos de sentir testigos y profetas del Señor Jesús que pasó su vida sembrando gestos y palabras de bondad. Así despertó en las gentes de Galilea la esperanza en un Dios Salvador. Jesús es una bendición y la gente lo tiene que conocer. Por eso le gusta tanto hacer gestos de bondad. Abraza a los niños de la calle para que no se sientan huérfanos. Toca a los leprosos para que no se vean excluidos de las aldeas. Acoge amistosamente a su mesa a pecadores e indeseables para que no se sientan despreciados.
3.- Bendecir: en esta fiesta de la Ascensión, deberíamos recordar que lo que se opone a la esperanza cristiana no es solamente la incredulidad y el ateísmo, sino también la tristeza y la amargura. En la vida hay momentos de paz y transparencia, experiencias de amistad y reconciliación, de libertad y amor que pueden ser fugaces y precarias. Pero, cuando acontecen, hemos de aprender a saborear ya en el interior de esta misma vida, la fiesta del cielo, aunque sea de manera frágil y fragmentaria.
REFLEXIÓN
“El Cielo Comienza en la Tierra”
Dios asciende entre aclamaciones» Estas palabras de la liturgia de hoy nos introducen en la solemnidad de la Ascensión del Señor. Revivimos el momento en que Cristo, cumplida su misión terrena, vuelve al Padre. Esta fiesta constituye el coronamiento de la glorificación de Cristo, realizada en la Pascua. Representa también la preparación inmediata para el don del Espíritu Santo, que sucederá en Pentecostés. Por tanto, no hay que considerar la Ascensión del Señor como un episodio aislado, sino como parte integrante del único misterio pascual.
Se celebra la Ascensión de Jesús al cielo, que tuvo lugar cuarenta días después de la Pascua. En la liturgia se narra el episodio, en el que el Señor Jesús se separa de sus discípulos, no para dejarlos solos, sino para luego enviar al Espíritu Santo.
No se trata de un abandono, porque él permanece para siempre con ellos con nosotros de una forma nueva. San Bernardo de Claraval explica que la Ascensión de Jesús al cielo se realiza en tres grados: «El primero es la gloria de la resurrección; el segundo, el poder de juzgar; y el tercero, sentarse a la derecha del Padre». Inmediatamente antes de este acontecimiento tuvo lugar la bendición de los discípulos, que los preparó a recibir el don del Espíritu Santo, para que la salvación fuera proclamada en todas partes. Jesús mismo les dijo: «Vosotros sois testigos de estas cosas. Mirad, yo voy a enviar sobre vosotros la promesa de mi Padre». El Señor atrae la mirada de los Apóstoles nuestra mirada hacia el cielo para indicarles cómo recorrer el camino del bien durante la vida terrena.
Este acompañamiento constante de Jesús, es el que nos debe de impulsar a llevar su mensaje tan dentro de nosotros, que lo contagiemos allí dónde nos encontremos. Amar la vida de cada día con sus luchas, sus alegrías, sus penas, trabajar por la justicia, por hacer nuestro entorno pacífico, es hacer, ya aquí y ahora, presente el cielo en la tierra.
PARA LA VIDA
Érase una vez una Isla donde habitaban todos los sentimientos: la Alegría, la Tristeza y muchos más, incluyendo el amor. Un día el conocimiento les dio la noticia que la Isla se hundía, en poco tiempo todos tomaron la decisión de irse y el amor en medio de su ingenuidad y soledad aún tenía la fe de vivir en aquel lugar feliz para siempre. Pasó el tiempo y el pedacito de isla que quedaba, el amor solo esperaba un final triste para el ....
De pronto, el Amor sintió que alguien chistaba: - " Chst- Chst- Chst..."Era un desconocido viejito que le hacía señas desde un bote a remos.