San Mateo 3, 13-17
"Este es mi Hijo muy Querido, en Quien Tengo Puesta Toda mi Predilección"
Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.
1.- El Bautismo: con el bautismo de Jesús, Dios se une a la marcha peregrina de la humanidad hacia la casa del Padre. Nuestro bautismo nos marca como miembros del Reino de Dios. Nos hace propiedad de Dios. El bautismo nos fortalece con la gracia de Cristo a lo largo de la vida; es el paso a una vida nueva, nos hace hijos de Dios y miembros de la familia de Jesús que es la Iglesia.
3.- La Trinidad: El Espíritu desciende sobre Jesús, el Padre habla al Hijo. En Jesús, los bautizados somos también los amados del Padre, los predilectos de su Hijo, y a quienes guía el Espíritu Santo. Somos fruto de la Trinidad.
4.- El Padre: la voz del cielo es una confirmación de una especial relación entre Jesús y el Padre. La "complacencia" del Padre que Jesús recibe en el Espíritu Santo lo acompañará siempre en el caminar terreno, haciéndolo constantemente consciente del amor gozoso de Aquel que lo ha enviado al mundo.
5.- El Hijo: "Mi Hijo el predilecto, el amado": Y todos los bautizados en el nombre de Jesús, somos, igualmente amados del Padre; hijos en su Hijo y herederos del Reino.
6.- El Espíritu: Jesús sale del agua del río e inmediatamente después, abiertos los cielos, "desciende" el Espíritu y se posa sobre él. A todo bautizado, lo guiará el mismo Espíritu.
REFLEXIÓN
Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacía él como una paloma. Se oyó una voz del cielo: “Tú eres mi Hijo amado, mi preferido”. La liturgia de este Domingo tiene como escenario de fondo el proyecto salvador de Dios. En el bautismo de Jesús, a orillas del Jordán, se revela el Hijo amado de Dios, que vino al mundo enviado por el Padre, con la misión de salvar y liberar a los hombres. Cumpliendo el proyecto del Padre, Jesús se hizo uno de nosotros, compartió nuestra fragilidad y humanidad, nos liberó del egoísmo y del pecado, se empeñó en promovernos para que pudiésemos llegar a la vida plena.
La primera lectura presenta a un misterioso “Siervo”, escogido por Dios y enviado a los hombres para instaurar un mundo de justicia y de paz sin fin. Animado por el Espíritu de Dios, realizará esa misión con humildad y sencillez, sin recurrir al poder, a la imposición, a la prepotencia, pues esos esquemas no son los de Dios.
La segunda lectura afirma que Jesús es el Hijo amado que el Padre envió al mundo para realizar su proyecto de salvación; por eso, él “pasó por el mundo haciendo el bien” y liberando a todos los que vivían oprimidos. Este es el testimonio que nosotros, los discípulos, debemos dar para que la salvación que Dios ofrece llegue a todos los pueblos de la tierra.
En el Evangelio, se nos presenta la concreción de la promesa profética: Jesús es el Hijo -“Siervo” enviado por el Padre sobre quien reposa el Espíritu, y cuya misión es realizar la liberación de los hombres. Obedeciendo al Padre, se hizo hombre, se identificó con las fragilidades de los hombres, caminó a su lado, para llevarlos a la reconciliación con Dios, a la vida en plenitud.
PARA LA VIDA PRÁCTICA
Nos cuenta una antigua leyenda hindú que en un tiempo todos los hombres que vivían sobre la tierra eran dioses, pero como el hombre pecó tanto, Brahma, el dios supremo, decidió castigarlo, privándolo del aliento divino que había en su interior y esconderlo en donde jamás pudiera encontrarlo y emplearlo nuevamente para el mal.
- “Lo esconderemos en lo profundo de la tierra”, dijeron los otros dioses. - “No”, dijo Brahma, “porque el hombre cavará profundamente en la tierra y lo encontrará.
- “Entonces, lo sumergiremos en el fondo de los océanos”, dijeron otros. - “Tampoco”, dijo Brahma, “porque el hombre aprenderá a sumergirse en el océano y también allí lo encontrará.
- “Escondámoslo en la montaña más alta”, dijeron entonces.
- “No”, dijo Brahma, “porque un día el hombre subirá a todas las montañas de la tierra y capturará de nuevo su aliento divino. - “Entonces no sabemos dónde esconderlo ni tampoco sabemos de un lugar en donde el hombre no pueda encontrarlo”, dijeron los dioses menores.
- Y dijo Brahma: “Escondedlo dentro del hombre mismo; jamás pensará en buscarlo allí”.
Y así lo hicieron. Oculto en el interior de cada ser humano hay algo de divino. Y desde entonces el hombre ha recorrido la tierra, ha bajado a los océanos, ha subido a las montañas buscando esa cualidad que lo hace semejante a Dios y que todo el tiempo, sin muchas veces saberlo, ha llevado en su interior.