21° Domingo del Tiempo Ordinario,21 de Agosto 2016, Ciclo C


San Lucas  13, 22 - 30

“  Esforzaos en entrar por la puerta estrecha "   

  1. La Puerta Estrecha: es una alusión al esfuerzo que requiere la auténtica conversión. No sólo es estrecha, sino que además puede cerrarse en cualquier momento; de ahí la urgencia: la conversión no puede dejarse para mañana. Podemos aspirar al triunfo presente, pero sin olvidarnos de que es mucho más importante el que logremos cuando atravesemos la puerta del cielo.
  2. La Salvación: siempre supone esfuerzo, decisión, conversión continua. El Reino que se nos promete es para los valientes, animosos y alentados. Para salvarse no basta con estar inscrito en el registro parroquial, ni haber entrado una vez a la Iglesia por medio del bautismo, sin querer entrar todos los días por la puerta estrecha de la fidelidad al mensaje evangélico y del compromiso personal.
  3. El Camino: Cristo es nuestro camino y nuestra verdad y nuestra vida. Para ser buen cristiano hay que estar dispuesto a sufrir por Cristo y a luchar contra el mal. No nos vale la mediocridad; sólo los esforzados entrarán en el Reino de los Cielos, no nos bastará haber dicho “Señor, Señor”, sino habernos esforzado en todo momento en cumplir la voluntad del Padre. Así lo hizo Cristo, así debemos hacerlo todos los cristianos, y así tendrán que hacerlo todas las personas que quieran acompañar a Cristo en su Reino.
  4. La Misericordia: el motivo principal para aclamar al Señor, para alabarle desde lo más íntimo de nuestro ser, es la firmeza de su misericordia para con nosotros, su fidelidad que dura por siempre, la certeza de que el amor divino no es voluble y caduco como el amor humano. Jesús ya abrió la puerta de par en par. Jesús ya hizo todo lo que el Padre le mandó para que haya salvación para todos. A nosotros nos toca pasar día tras día por la puerta estrecha de esta vida.
    REFLEXIÓN

       El Evangelio puede sonar un poco desconcertante, dependiendo en gran parte del dicho: “esforzaros de entrar por la puerta estrecha”. El pasaje se sitúa en el camino que Jesús emprende hacia Jerusalén y el seguimiento que ello implica, es una catequesis del verdadero discipulado. En realidad la lectura a fondo de este evangelio plantea cuestiones muy importantes desde el punto de vista de la actitud cristiana. 
       Jesús no responde directamente a la pregunta del número, porque no es eso algo que pueda responderse. Lo de la puerta estrecha es un símil popular y no debe producir escándalo, porque los caminos de Dios no son lo mismo que los caminos de los hombres: esto es evidente. Esta es una llamada a la “radicalidad” en todo caso, que pudiéramos transcribir así: quien quiera salvarse debe vivir según la voluntad de Dios. 
       Muchos pensarán que han sido cristianos de toda la vida, que han cumplido los mandamientos de Dios y de la Iglesia de toda la vida (si es que eso se puede decir), que han sido muy creyentes… pero el “dueño” no los conoce. ¿No es desesperante la conclusión? El contraste es que podemos estar convencidos que estamos con Dios, con Jesús, con el evangelio, con la Iglesia, pero en realidad no hemos estado más que interesados en nosotros mismos y en nuestra salvación. Si no sabemos recibir la salvación como una “gracia”, como un don y con el esfuerzo del ser humano, no entenderemos nada del evangelio. 
       Lo importante es atravesar la puerta estrecha, es decir el empeño serio y personal por la búsqueda del reino de Dios, esta es la única garantía que nos da la certeza que se está en el camino que nos conduce a la luz de la salvación. Jesús ha repetido muchas veces este concepto: "no todos los que me dicen Señor, Señor entraran en el Reino de los cielos, sino aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.
    PARA LA VIDA

       Érase una vez una mujer muy, muy malvada. Y el día en que murió nadie recordaba ningún gesto de caridad que hubiera hecho a lo largo de su vida. Así pues el demonio la llevó al infierno. Su ángel de la guarda empezó a repasar su vida para ver si encontraba una buena acción para presentársela a Dios. Finalmente encontró una. Una vez arrancó una cebolla de su huerto y se la dio a un mendigo. 

       Dios le dijo al ángel de la guarda: "Toma una cebolla, enséñasela y que se agarre a ella, si la puedes subir hasta el paraíso que entre, pero si la cebolla se rompe se quedará en el infierno". El ángel de la guarda corrió hacia ella y le dijo: Ven, agárrate y yo te salvaré. Con mucho cuidado empezó a subir y ya estaba casi afuera cuando otros pecadores que la vieron ya casi salvada se agarraron a ella para salir también ellos. Pero como era tan mala empezó a darles golpes y les dijo: "Me están sacando a mí, no a vosotros; es mi cebolla, no la vuestra. Soltadme". 

       Al decir esto la cebolla se rompió. La mujer cayó de nuevo al infierno y allí sigue hasta hoy. Su ángel de la guarda sigue llorando porque no pudo salvarla. Hoy, le preguntan a Jesús si es verdad que son pocos los que se salvan. Jesús no contesta a la pregunta de aquel hombre curioso. No dice si son muchos o pocos. Simplemente dice: "esfuércense por entrar por la puerta estrecha porque yo les digo que muchos tratarán de entrar y no lo lograrán.