San Lucas 12, 13 - 21
“ ¡Vana Ilusión, Vana Ilusión! ¡Todo es Vana Ilusión! "
- La Vanidad: puede que en nuestra vida no todo sea vanidad de vanidades, pero sí es cierto que mucho de lo que el ser humano hace, piensa y anhela es vanidad. La realidad acabará poniéndonos siempre a cada uno en nuestro verdadero sitio, de frente a Dios.
- La Riqueza: es volverse esclavo del dinero y de los bienes materiales presentes, para asegurarnos un futuro económicamente seguro. Donde está tu tesoro, está tu corazón. Nuestros bienes materiales deben estar siempre subordinados a nuestros intereses espirituales. Lo único absolutamente necesario en esta vida es tener nuestra conciencia en paz con Dios y esto no se consigue almacenando riquezas para sí y siendo pobres para Dios.
- El Poder: la ambición del tener es insaciable. Convierte a los que deberían ser servidores de la sociedad en corruptos aprovechados. “No ames demasiado tus bienes que pueden perecer, pues perderás sin duda los imperecederos. «Yo -dices- no quiero ni perder lo mío, ni apropiarme de lo ajeno». Esta excusa o pretexto es señal de cierta codicia, pero no de amor fraterno. Del amor dijo San Pablo: No busca las cosas propias, sino lo que interesa a los demás (1 Cor 13,5; Flp 2,4).
- La Vida: el dueño de tu vida no es el dinero, ni bien temporal alguno; el único dueño de tu vida es Dios, por eso te la puede reclamar en cualquier momento. Pero esta propiedad que Dios tiene sobre ti no es desgracia alguna, antes, por el contrario, es lo mejor que te ha podido ocurrir: ¿en qué manos estás más seguro, si no es en las de Dios? La piedra que transforma la vida entera en oro, en felicidad, en riqueza eterna, "en darte buena vida" es haberla vivido con y para los demás desde el único mandamiento de Dios, el del amor.
REFLEXIÓN
En el texto Evangélico que se leía el domingo pasado (Lc 11,1-13) Jesús nos exhortaba a orar, poniendo nuestra confianza en Dios. En el texto que hoy se proclama Jesús nos invita a no poner nuestra confianza en los bienes (Lc 12,13-21). En la parábola que contiene se contraponen los pensamientos del hombre y la sentencia de Dios.1.-El hombre es un rico que ha recogido una gran cosecha. Ese fruto del presente le lleva a planear su futuro. Ampliará sus graneros. Por tanto tiene garantizada toda una vida llena de satisfacciones. El rico parece muy “inteligente”. Cree que el tener le asegura el ser.2.-Sin embargo, la voz de Dios lo califica como un “necio”. Está equivocado. No puede contar con el futuro, puesto que tampoco el presente le pertenece. Ese mismo día en que sueña su felicidad le van a exigir la vida. Si no tiene asegurado el ser, de poco le va a servir el tener.
Es evidente que estamos hechos para mirar a horizontes más amplios y lejanos. Los bienes inmediatos no pueden equipararse con el Bien absoluto, que es Dios.
“Aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes”. En realidad, el ansia de poseer bienes manifiesta el error en el que se ha instalado el hombre. Todos los bienes de la tierra no pueden asegurar la vida ni determinar su auténtico valor.Podemos crear una sociedad donde el valor de la persona no depende de dinero ni posesiones, sino del espíritu de Dios que compartimos por el don de Bautismo.
Cuando se presentó ante Dios, el hombre creyente, dijo: “perdóname si mis fuerzas las dediqué más a lo material que hacia lo espiritual”. Dios le contestó: “¿Cómo puedes decir eso amigo mío?”. “Cada mañana cuando despertabas me ofrecías tu trabajo. Después de realizarlo me dabas las gracias por la fuerza que yo te inspiraba. Cuando, a final de mes, te correspondían con el sueldo, supiste dejar una parte aunque fuera muy pequeña, para las necesidades de los otros.
En varias ocasiones, y por tu posición en la empresa, tuviste oportunidad de haberte convertido en un pequeño ladronzuelo y, por si fuera poco, nunca pudo contigo el afán de poseer o de aparentar lo que no podías alcanzar. Entra amigo y disfruta de este gran paraíso”. Todos, desde el momento en que nacemos, tenemos abierta una cuenta corriente en la gran caja de ahorros que existe en el cielo. Una cuenta donde los ángeles administrativos van apuntando los esfuerzos y los intentos que los creyentes vamos haciendo en la tierra para darle brillo y bronceado celestial a nuestra vida cristiana.
“Aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes”. En realidad, el ansia de poseer bienes manifiesta el error en el que se ha instalado el hombre. Todos los bienes de la tierra no pueden asegurar la vida ni determinar su auténtico valor.Podemos crear una sociedad donde el valor de la persona no depende de dinero ni posesiones, sino del espíritu de Dios que compartimos por el don de Bautismo.
PARA LA VIDA
¡DIOS! ¡TESORO A LA VISTA!
En cierta ocasión murió un hombre profundamente creyente. Durante toda su existencia intentó llevar una vida sencilla y sin estridencias. Cerró los ojos al mundo con la misma serenidad con la que los mantuvo abiertos ante los muchos acontecimientos que se le presentaron en su caminar. Desde siempre le preocupó querer y disfrutar aquello que hacía. Y, por ello mismo, antes de presentarse ante Dios les dijo a los suyos: “temo que Dios pueda decirme que no estuve suficientemente pendiente de Él”.Cuando se presentó ante Dios, el hombre creyente, dijo: “perdóname si mis fuerzas las dediqué más a lo material que hacia lo espiritual”. Dios le contestó: “¿Cómo puedes decir eso amigo mío?”. “Cada mañana cuando despertabas me ofrecías tu trabajo. Después de realizarlo me dabas las gracias por la fuerza que yo te inspiraba. Cuando, a final de mes, te correspondían con el sueldo, supiste dejar una parte aunque fuera muy pequeña, para las necesidades de los otros.
En varias ocasiones, y por tu posición en la empresa, tuviste oportunidad de haberte convertido en un pequeño ladronzuelo y, por si fuera poco, nunca pudo contigo el afán de poseer o de aparentar lo que no podías alcanzar. Entra amigo y disfruta de este gran paraíso”. Todos, desde el momento en que nacemos, tenemos abierta una cuenta corriente en la gran caja de ahorros que existe en el cielo. Una cuenta donde los ángeles administrativos van apuntando los esfuerzos y los intentos que los creyentes vamos haciendo en la tierra para darle brillo y bronceado celestial a nuestra vida cristiana.