San Lucas 15, 1-32
1-“La Oveja Perdida”. El primer paso marca un momento de desgarro. La “pérdida” de algo muy estimado afecta siempre al que lo pierde, pero más dramática es la pérdida de alguien que es profundamente amado. Sea el que sea el nombre del pecado, éste siempre será una pérdida: es el alejamiento del ser humano del corazón de Dios.
2-La Búsqueda: El segundo paso describe la actitud de quien ha echado de menos el objeto de su amor. El pastor va en “búsqueda” de su oveja, la mujer busca su moneda y el padre sale dos veces de casa: para ir al encuentro del hijo pródigo que regresa a casa y para dialogar con el otro hijo que no quiere entrar en ella. Dios ha enviado a su Hijo en busca de lo que está perdido o de quienes estemos perdidos.
3-El Hallazgo: El tercer paso es el “hallazgo” de la oveja y la moneda, o el “encuentro” del hijo que se había perdido. Este encuentro representa el restablecimiento de la armonía. Es como el retorno al paraíso. Si se pierden los animales o las cosas es la persona la que halla. Cuando se trata de personas, son los dos los que han de dar los pasos necesarios para el encuentro con Dios.
REFLEXIÓN
No hay pecado que se resista a ese amor de Dios. No hay vida, por complicada que sea, que no se pueda curar, reconciliar, reconstruir ante el bálsamo del amor, la misericordia y la compasión de Dios.
En el fondo, todo pecador quiere encontrarse entre los brazos del Padre Dios para encontrar la calma perdida. Hoy somos nosotros los brazos y las manos de Dios para acoger a nuestros hermanos y hermanas. Hoy somos nosotros la voz de Dios para comunicar al mundo que Dios no quiere la muerte del pecador sino la vida, no la opresión sino la libertad, no la condenación sino la salvación, no el remordimiento sino el arrepentimiento. Ahora nos toca agradecer a Dios por el Amor con que nos ha amado y nos ama cada día y nos seguirá amando por siempre.
ORACIÓN
PARA APRENDER
Un día un turista fue a visitar a su maestro espiritual y quedó estupefacto al ver que su casa sólo tenía una sala llena de libros con una mesita y un banco, que eran sus únicos muebles. Y le preguntó. - Maestro, ¿dónde tienes tus muebles? - Y los tuyos, ¿dónde están?, replicó el maestro. - ¿Los míos? Yo sólo estoy de paso. - Yo también, respondió el maestro. Por eso, no hay que pensar tanto en tener y tener cosas materiales. No hay que alardear de lo que somos o tenemos. Hay que vivir para la eternidad y ser humildes.