6° Domingo del Tiempo Ordinario, 16 de Febrero 2014, Ciclo A

San Mateo  5, 17 -37
  
 
 Desarmar La Palabra
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  1. La Ley: cuando se busca la voluntad del Padre con la pasión con que la busca Jesús, se va siempre más allá de lo que dicen las leyes. Para caminar hacia ese mundo más humano que Dios quiere para todos, lo importante no es contar con personas observantes de leyes, sino con hombres y mujeres que se parezcan a Él.
  2. El Amor:  nos permite cuidar mejor actitudes como la paciencia, el respeto, la discreción, la dulzura, la honradez, el sentido del deber..., si queremos vivir de manera más humana en una sociedad donde el individualismo, la búsqueda de eficacia o el éxito fácil parecen invadirlo todo.
  3. La Fidelidad:  no se trata de ser fiel sólo a una institución o vínculo jurídico, sino a esa persona a la que ahora amo y prometo amar. Por otra parte, la fidelidad a esa persona amada ha de ser siempre «nueva» y «creativa» pues la pareja, efectivamente, va cambiando a lo largo de los años. El «amor muerto» o la convivencia soportada en el aburrimiento no es propiamente fidelidad. Esta se vive en cada momento de manera diferente, siempre abierta a situaciones nuevas.
REFLEXIÓN 
    Nos tenemos que dar cuenta que si queremos ser auténticos, a la luz del Evangelio es necesario que aprendamos cada día a “cortar” o “arrancar” de nosotros esas manos, pies, ojos, oídos y tantas cosas que nos apartan de la realidad de Dios para suplantar en nosotros nuestras realidades que a la larga son simples necedades, si tu mano no te acerca a los demás, si se alza contra los otros, si sólo se estira para recibir… mala cosa. 
   Lo mismo los pies, si caminan por otros caminos lejos de Dios y de los hermanos, del necesitado, lo mismo los ojos, si solamente ven lo que queremos ver y no la realidad de la vida, y así todo, según el Evangelio.
 
PARA LA VIDA
  Érase una vez un escultor a quien un obispo le había encargado una estatua para la catedral. Cuando llegó el día de entregarla, el escultor se sentía mal, no estaba satisfecho de su trabajo y no le gustaba su estatua. Llamó a su ayudante para que le ayudara a transportarla y le dijo: ya tenía ganas de quitarme de encima este muerto. 
   Su ayudante de mal humor miró para otro lado. Entonces el escultor recordó las veces que le había maltratado e insultado durante el trabajo. Éste le pidió perdón y el viaje hasta la catedral se hizo más agradable. En el camino se encontró con su mujer que le miró con desprecio y no quería viajar con ellos. 
   Pero el escultor, con humildad, le pidió perdón y ella con una sonrisa se lo dio y se sentó junto a su marido. Más adelante se encontró con el cantero que le había vendido la piedra para hacer la estatua. El cantero le miró con ira porque no le había pagado a pesar de sus promesas. 
   El escultor se disculpó una vez más y pagó su deuda y viajó con ellos a la catedral. Cuando llegaron a la catedral, la mujer del escultor invitó al obispo para que viera la estatua mientras el escultor, su ayudante y el cantero la descargaban.  
   Cuando la descubrieron todos se maravillaron de su extraordinaria belleza. El más sorprendido fue el escultor y es que cada vez que pedía perdón y se reconciliaba la estatua se hacía más hermosa.