6° Domingo de Pascua, 10 de Mayo 2015, Ciclo B


San Juan 15,  9 - 17 
"Amar sin medida, a la medida de Dios"
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  1. El Gran Mandamiento: «Jesús se está despidiendo de sus discípulos. Los ha amado con el mismo amor con que lo ha amado el Padre. Ahora los tiene que dejar, y el amor será la clave para superar cualquier división o egoísmo, porque no saben quererse y discuten entre sí por obtener los primeros puestos. ¿Qué será de ellos? Las palabras de Jesús adquieren un tono solemne. Han de quedar bien grabadas en todos: "Éste es mi mandato: que os améis unos a otros como yo os he amado". Jesús no quiere que su estilo de amar se pierda entre los suyos. Si un día lo olvidan, nadie los podrá reconocer como discípulos suyos, Jesús tiene un estilo de amar inconfundible.
  2. Entrega: es muy sensible al sufrimiento de la gente. No puede pasar de largo ante quien está sufriendo. Al entrar un día en la pequeña aldea de Naín, se encuentra con un entierro: una viuda se dirige a dar tierra a su hijo único. A Jesús le sale desde dentro su amor hacia aquella desconocida: "Mujer, no llores". Quien ama como Jesús, vive aliviando el sufrimiento y secando lágrimasLos evangelios recuerdan en diversas ocasiones cómo Jesús captaba con su mirada el sufrimiento de la gente. Los miraba y se conmovía, los veía sufriendo, o abatidos o como ovejas sin pastor. Rápidamente, se ponía a curar a los más enfermos o a alimentarlos con sus palabras. Quien ama como Jesús, aprende a mirar los rostros de las personas con compasión. El amor de Dios en Jesús, lo define todo…

REFLEXIÓN

   Jesús no presenta el mandato del amor como una ley que ha de regir nuestra vida haciéndola más dura y pesada, sino como una fuente de alegría: «Os hablo del amor, la unión y la alegría esté en vosotros y vuestra alegría llegue a plenitud». Cuando entre nosotros falta verdadero amor, se crea un vacío que nada ni nadie puede llenar. 
   Sin amor no es posible dar pasos hacia un cristianismo más abierto, cordial, alegre, sencillo y amable donde podamos vivir como «amigos» de Jesús, según la expresión evangélica. No sabremos cómo generar alegría. Aún sin quererlo, seguiremos cultivando un cristianismo triste, lleno de quejas, resentimientos, lamentos y desazón. 
   A nuestro cristianismo le falta, con frecuencia, la alegría de lo que se hace y se vive con amor. El  seguimiento a Jesucristo le falta el entusiasmo de la innovación, y le sobra la tristeza de lo que se repite sin la convicción de estar buscando  lo que Jesús quiere  de nosotros

PERMANECED EN SU AMOR”
PARA LA VIDA

   Una pareja de jóvenes estaban muy enamorados y se iban a casar. Unos meses antes de la boda, la novia tuvo un accidente y quedó con el rostro totalmente desfigurado. La joven muy triste le dio la noticia a su novio, y le pidió el favor de alejarse y conseguir otra mujer linda, días después le llego una carta el joven le comunicaba que había quedado ciego…Si aun así estaba dispuesta a aceptarlo, yo sigo deseando casarme contigo. 
   Se casaron y duraron veinte años de amor. Un día ella enfermó gravemente y cuando agonizaba, se lamentaba por dejarlo solo entre esas tinieblas. El día que ella murió, él abrió sus ojos ante el desconcierto de todos, “no estaba ciego” -dijo- “fingí serlo para que mi mujer no se afligiera al pensar que la veía con el rostro desfigurado, ahora mi amor descansa en ella”. El verdadero amor ve más allá de la belleza física, porque el verdadero amor, va con el corazón. 
   Vivimos en un mundo de apariencias, donde se califica a las personas según su aspecto físico, pero el verdadero amor embellece más que el más caro tratamiento de belleza; la belleza se acaba, pero el amor verdadero vive para siempre, porque el amor viene de Dios.