11° Domingo del Tiempo Ordinario, 14 de Junio 2015, Ciclo B


San Marcos 4, 26 - 34 

"La Palabra Semilla de Vida"
    Descargar  Homilia del Padre Rector

  1. Sembrar: Jesús vuelve a exponer su mensaje a través de parábolas. Tanto es su amor que busca la manera que su palabra se acomode a su entender. Les anima a trabajar siempre con realismo, con paciencia, con confianza y fe. No es posible abrir caminos al Reino de Dios de cualquier manera. Se tienen que fijar en cómo trabaja él. Lo primero que han de saber es que su tarea es sembrar, no cosechar. No vivirán pendientes de los resultados. No les han de preocupar la eficacia ni el éxito inmediato. Su atención se centrará en sembrar bien el Evangelio, los colaboradores de Jesús han de ser sembradores. Nada más. La Iglesia debe recuperar el gesto humilde del sembrador, olvidar la lógica del cosechador que sale siempre a recoger frutos y entrar en la lógica paciente del que siembra un futuro mejor.
  2. Semilla: esta parábola,  resalta el contraste entre la espera paciente del sembrador y el crecimiento irresistible de la semilla. Mientras el sembrador duerme, la semilla va germinando y creciendo «ella sola», sin la intervención del agricultor y «sin que él sepa cómo». La palabra en cada uno de nosotros debe ser la semilla que Dios siembra,  es como sembrar algo tan pequeño e insignificante como "un grano de mostaza" que germina secretamente en el corazón de las personas. Por eso, el Evangelio sólo se puede sembrar con fe. En cada uno de nuestros corazones el terreno debe ser preparado y abonado, para acoger y entender la palabra que Dios nos comunica, la manera más viva de mostrar que hay dentro de nosotros un buen fruto, que crece para mi bien y el de mis hermanos creciendo en la fe.

REFLEXIÓN 

    El reino de Dios es algo muy humilde y sencillo en sus orígenes. Algo que puede pasar tan desapercibido como la semilla más pequeña, pero que está llamado a crecer y fructificar de manera insospechada. Quizás necesitamos aprender de nuevo a valorar las cosas pequeñas y los pequeños gestos. No nos sentimos llamados a ser héroes ni mártires, pero a todos se nos invita a vivir poniendo un poco de dignidad en cada rincón de nuestro pequeño mundo. 
   Un gesto amistoso al que vive desconcertado, una sonrisa acogedora a quien está solo, una señal de cercanía a quien comienza a desesperar, un rayo de pequeña alegría en un corazón agobiado... no son cosas grandes. Son pequeñas semillas del reino de Dios, que todos podemos sembrar en una sociedad complicada y triste, que ha olvidado el encanto de las cosas sencillas y buenas. Dios sigue sembrando en las personas inquietud, esperanza y deseos de una vida más digna.
PARA LA VIDA

   «Hubo una vez un emperador que convocó a todos los solteros del reino, pues era tiempo de buscar pareja a su hija. Todos los jóvenes asistieron, y el rey les dijo: “Os voy a dar una semilla diferente a cada uno de vosotros. Al cabo de seis meses deberéis traerme en una maceta la planta que haya crecido, y la más bella ganará la mano de mi hija, y por ende el reino”. Así se hizo. Había un joven que plantó su semilla, y en vano esperó a que la planta brotara. Mientras tanto, todos los demás jóvenes del reino no paraban de hablar y mostrar las hermosas plantas y flores que habían sembrado en sus macetas. 

   Cuando pasaron los seis meses, todos los jóvenes desfilaron hacia el castillo con hermosas plantas. El joven estaba muy triste, pues su semilla nunca germinó; ni siquiera quería ir al palacio. Con la cabeza baja, y muy avergonzado  desfiló  con su maceta vacía. El rey  finalizando  la inspección, hizo llamar a su hija. Convocó, de entre todos, al joven que llevó su maceta vacía. El rey dijo entonces: “Este es el nuevo heredero del trono, y se casará con mi hija. 

   Os di una semilla infértil, y habéis tratado de engañarme plantando otras plantas. Este joven tuvo el valor de presentarse y mostrar su maceta vacía, siendo sincero, honesto y valiente, cualidades que un futuro rey debe tener”»