Solemnidad del Corpus Christi, 7 de Junio 2015, Ciclo B


San Mateo 14,  12 - 16 

"Eucaristía Pan de Vida"
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  1. El Gran Milagro: «Comulgar» con Jesús es comulgar con el Hijo de Dios que ha vivido y ha muerto «entregado» totalmente por los demás: “Su cuerpo es un «cuerpo entregado» y su sangre es una «sangre derramada» por la salvación de todos. Es una contradicción que nos acerquemos a «comulgar» con el cuerpo de Cristo, y por otro lado resistirnos egoístamente de ayudar a los demás. Nada hay más central y decisivo para los católicos que la celebración de esta cena del Señor. Por eso hemos de cuidarla tanto. Bien celebrada, la eucaristía nos moldea, nos va uniendo a Jesús, nos alimenta de su vida, nos familiariza con el evangelio, nos invita a vivir en actitud de servicio fraterno, y nos sostiene en la esperanza del reencuentro final con él, anticipado en la Santa Eucaristía.
  2. Comunidad: Jesús quería contagiarles su esperanza indestructible en el reino de Dios. Su muerte era inminente; aquella cena era la última. Pero un día se sentaría a la mesa con una copa en sus manos para beber juntos un «vino nuevo». Nada ni nadie podrá impedir ese banquete final del Padre con sus hijos e hijas. Celebrar la eucaristía es reavivar la esperanza: disfrutar desde ahora con esa fiesta que nos espera con Jesús junto al Padre. Jesús quería, además, prepararlos para el duro momento de su ejecución. No han de hundirse en la tristeza. La muerte no romperá la amistad que los une. La comunión no quedará rota. Celebrando aquella cena podrán alimentarse de su recuerdo, su presencia y su espíritu, ¿Cómo compartir el pan, la amistad y la oración con quienes viven lejos de Dios?

REFLEXIÓN 

    No se puede comulgar con Cristo sin preocuparnos de comulgar con los hermanos que sufren, o compartir el pan de la eucaristía e ignorar el hambre de millones de hermanos privados de pan, de justicia y de futuro. Toda la eucaristía está orientada a crear fraternidad. 
   No es lógico escuchar todos los domingos a lo largo del año el Evangelio de Jesús, sin reaccionar ante sus llamadas. No podemos pedir al Padre "el pan nuestro de cada día" sin pensar en aquellos que tienen dificultades para obtenerlo. 
   No podemos comulgar con Jesús sin hacernos más generosos y solidarios. No podemos darnos la paz unos a otros sin estar dispuestos a tender una mano a quienes están más solos e indefensos ante la crisis. 
   
También  olvidamos que hemos ofendido a nuestro hermano y con un corazón duro por el odio, la ambición, el olvido, el egoísmo, y recibimos el alimento puro que llena nuestra alma y la hace fuerte. ¿Jesús puede entrar ahí…? No. Él solo entra en un corazón dispuesto a aceptarlo, amarlo y guardarlo para la vida eterna.

PARA LA VIDA

    Un  Sacerdote  visitaba un enfermo y junto a su cama había una silla, -¿Supongo que me estaba esperando?, le dijo el sacerdote. No le dijo el hombre. -Soy el sacerdote que su hija llamó para que orase con usted; ¿está esperando una visita? no acérquese dijo José, le voy a contar algo. -Nunca le he dicho esto a nadie, pero toda mi vida la he pasado sin saber cómo orar. 

   Pero hace unos cuatro años, mi mejor amigo me dijo: -José, orar, es simplemente tener una conversación con Jesús. Te sugiero que hagas lo siguiente, siéntate en una silla y pon otra vacía frente a ti, luego empieza a conversar con Jesús, sabiendo por la fe que Él está sentado delante de ti. Pues ÉL mismo nos dijo: "Yo estaré siempre con ustedes”. Y  El sacerdote sintió una gran emoción al escuchar a José. -Lo que estás haciendo es muy bueno, nunca dejes de hacerlo. Luego hizo una oración con él, lo bendijo y se fue. 

   Dos días después, la hija de José llamó al sacerdote para decirle que su padre había fallecido. Y cómo fue su muerte? La hija le  explicó: salí de casa, regresé una hora más tarde ya había fallecido.-Pero hay algo extraño respecto de su muerte, añadió la hija. Aparentemente antes de morir, se acercó a la silla que estaba al lado de su cama y recostó su cabeza en ella, como si se apoyara sobre el regazo de alguien.