13° Domingo del Tiempo Ordinario, 28 de Junio 2015, Ciclo B


San Marcos 5, 21 - 24 

Tu fe te ha Curado..., Levántate y Anda "
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  1. Confianza:  en una  mujer que llevaba enferma doce años, Jesús realiza una doble liberación. Por un lado, la curación física completa e inmediata y, al mismo tiempo, la liberación de un estado de subordinación social y religiosa en el que se encontraba obligada a vivir, dada su condición de mujer «impura», según la ley del Antiguo Testamento. El milagro tiene lugar en el mismo momento en el que Jesús plantea una pregunta un poco ilógica: « ¿Quién me ha tocado el manto? Con la fe que esta mujer ha buscado a Jesús para que la cure, y el papá de la niña, impera la humildad y la confianza en el Señor. Humildad manifiesta en el hecho de tocar el manto del Señor y también en la abierta proclamación de la justicia de un Dios que socorre a los humildes sea cual sea su condición. Jesús ha restituido ahora a la mujer no sólo la salud, sino la dignidad de persona y la vuelve portadora de la verdad de Dios. Por la fe de la mujer, la llama “hija”, y la felicita por su gran fe, la cual hizo posible el milagro.
  2. Heridas Secretas:  muchas personas viven entre nosotros experiencias parecidas. Humilladas por heridas secretas que nadie conoce, sin fuerzas para confiar a alguien su «enfermedad», buscan ayuda, paz y consuelo sin saber dónde encontrarlos. Se sienten culpables cuando muchas veces solo son víctimas. El relato unido de los dos episodios encaja, gracias a los elementos comunes que los unen de manera armónica: las destinatarias privilegiadas del beneficio divino son dos figuras femeninas, una mujer enferma y una muchacha muerta;  los años de sufrimiento de la mujer y los años de vida de la muchacha.En la insistencia hay que ver un rasgo de la fe. SALVAR-CURAR.

REFLEXIÓN

“ Curación Que Da Vida ”

   El relato de este Domingo presenta la mujer enferma y la niña muerta. La mujer, con temor se acerca al Señor y a su alrededor hay mucha gente. Ella pensaría: «Si logro tocar aunque sólo sea sus vestidos, quedaré curada».  La mujer no quería hacerse notar por Jesús, porque, a causa de sus pérdidas de sangre, estaba considerada «impura» por la ley y se creía que todo lo que ella tocara se volvía impuro. 
   Esta es la razón por la que se limita a tocar a escondidas, pero llena de fe, el manto de Jesús, aprovechando la aglomeración de gente. Esto la hace sentirse culpable, temerosa y temblorosa cuando la descubren. No espera que Jesús le diga: «Hija, tu fe te ha salvado». El verbo «salvar» evoca un bienestar total. En la escena siguiente, Jesús junto a la niña muerta, llama a la muerte con el dulce nombre de «sueño». 
   Él es la Vida y a la orden de su palabra no hay fuerza que pueda oponerse, ni siquiera el poderío de la muerte. De hecho, la muchacha se levanta, camina y come. Son señales claras que Jesús tiene la última palabra. 

 PARA LA VIDA

   La Señora Alisson, una mujer de buenos principios morales, iba todos los días en su auto a misa, ayudando en la sacristía se sentía muy bendecida. Una mañana de regreso a casa un auto  atropelló el suyo y este, girando dio una vuelta dejando la mujer en el pavimento. Una escena de tristeza vivió su familia: había quedado en silla de ruedas, ¿cuánto tiempo? La parte médica no daba un diagnóstico alentador. Fueron años de tristeza. 

   No había alguien que la llevara a la Iglesia, sus piernas no le permitían ayudar en la Iglesia. Sin embargo se comunicaba con el Sacerdote, hombre piadoso y bondadoso que iba todas las tardes a su casa a orar y a llevarle la Santa Comunión. Ella no se cansaba de pedir por su recuperación, daba gracias a Dios porque su accidente había afectado su caminar; pero no su razón para seguir orando por los que lo necesitaban. Había encontrado respuestas a sus dudas y a Dios en su vida en los   momentos felices como también en sus tristezas. 

   Sabía que solo Dios había seguido con ella en su caminar y le daba valor para seguir. Cada día era un amanecer nuevo de luchas y fe por volver a lo que tanto amaba: ayudar al sacerdote en las celebraciones. Una mañana no volvió a ver la luz del día; se encontró “cara a cara” con Jesús disfrutando  de todo su amor y caminando  por el cielo: su nuevo hogar.