5° Domingo de Pascua, 29 Abril 2018, Ciclo B


San Juan 15, 1 - 8

Yo Soy la Vid y Vosotros los Sarmientos

    Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.

  1. La Vid: es Jesús, el tronco y la raíz de donde surge la vida que viene de Dios. Permanecer unido a Cristo es permanecer unido a la gracia, porque sin ella nada podemos. Permanecer unido a Cristo es permanecer unido a Él por la oración, por la vida interior. Es hacer que todas nuestras obras y actos se hagan en la presencia de Dios y ordenadas a él.
  2. Los Sarmientos: somos cristianos, en tanto que estemos adheridos a la vid, a la cepa que es Cristo. Porque la vida cristiana es la vida de Cristo y ésta llega a nosotros, si estamos unidos a él; separados de él estamos muertos, no nos llega vida alguna: “Sin mí no podéis hacer nada”. Por eso el Señor insiste mucho en la necesidad de permanecer en él, es decir, de mantenernos unidos a él para que su vida sea nuestra vida, para que la gracia que brota de la raíz y sube por el tronco nos alcance a los sarmientos.
  3. El Labrador: mi Padre es el labrador”. Ante todo, el labrador es el que planta la viña: el Padre envió a su Hijo al mundo como vid verdadera. Pero el labrador no se limita a plantar la viña, tiene luego que cuidarla; es el trabajo de poda para fortalecer a los buenos sarmientos y tirar a los que no dan fruto. Por el bautismo todos los cristianos hemos sido injertados en la vid verdadera que es Cristo; si permanecemos en él dando fruto de buenas obras, es porque el labrador, el Padre, nos cuida, vela por nosotros y nos protege.
  4. La Iglesia: si Jesús es la piedra angular, o, como dice el Evangelio de hoy, la vid verdadera, la Iglesia se construirá si la levantamos sobre el cimiento de Cristo, si nos injertamos en él que es la cepa plantada por el labrador, por Dios Padre, en este mundo. Sobre Cristo y unidos a él, como el sarmiento a la vid, podemos edificar la Iglesia con las piedras vivas que somos los cristianos. 
REFLEXIÓN 

   En el Evangelio de este día, Jesucristo compara a Dios Padre con un labrador y al pueblo elegido con una vid. Con esta comparación, el Señor, nos muestra el cuidado amoroso del Padre para con nosotros. “Cristo se presenta como la verdadera vid, porque a la vieja vid. Al antiguo pueblo elegido, ha sucedido el nuevo, la Iglesia cuya Cabeza es Cristo.

   Hace falta estar unidos a la nueva y verdadera vid, a Cristo, para producir fruto. No se trata sólo de pertenecer a una Comunidad sino de vivir la vida de Cristo, vida de la gracia, que es la savia vivificante que anima al creyente y le capacita para dar frutos de vida eterna.

   Éste es el verdadero problema de una Iglesia que celebra a Jesús resucitado como «vid» llena de vida, pero que está formada, en buena parte, por sarmientos muertos. ¿Para qué seguir distrayéndonos en tantas cosas, si la vida de Jesús no corre por nuestras comunidades y nuestros corazones? Nuestra primera tarea hoy y siempre es «permanecer» en la vid, no vivir desconectados de Jesús, no quedamos sin savia. ¿Cómo se hace esto? El evangelio lo dice con claridad: hemos de esforzamos para que sus «palabras» permanezcan en nosotros.

   El que permanece en Mí y yo en él, ése da fruto. La Iglesia no es sino la realización del misterio del Cristo total. Él, Cabeza; nosotros, sus miembros. Él, la Vid; nosotros, los sarmientos injertados en la cepa por la fe y la gracia que santifica. Por el buen fruto se reconoce el árbol bueno. Y por los frutos, por las buenas obras, reconocemos también a los creyentes.

   La experiencia profunda de la unión con Jesús, de pertenecerle, de participar de su vida, es lo que hizo posible el nacimiento de aquella primera comunidad de creyentes, capaces de tener toda su existencia transformada según Jesús.

PARA LA VIDA
   Un misionero en África tenía una planta eléctrica que iluminaba la iglesia y su pequeña casa. Un día le hicieron una visita unos hombres de unos campos lejanos. Uno de ellos se fijó en la bombilla que colgaba del techo de la sala. Cual no fue su sorpresa cuando el sacerdote subió el interruptor y la bombilla se encendió. Uno de los visitantes le pidió una bombilla y pensando que la quería como adorno o Juguete le dio una bombilla fundida. En una de sus visitas a los poblados el misionero entró en la choza del que le había pedido la bombilla y la vio colgada de una cuerda cualquiera. El misionero tuvo que explicarle que para que diera luz necesitaba una planta, unos cables, una conexión y una bombilla que sirviera.

   Hoy, nos visita el misionero Jesús en nuestra pequeña casa y nos dice: "No pueden producir frutos si no permanecen en mi".
  • ¿De qué sirve tener una bombilla colgada del techo si no está conectada?
  • ¿De qué sirve tener una Biblia si uno no está conectada al que es la Palabra viva de Dios?
  • ¿De qué sirve llevar el nombre de cristiano si uno no está conectado al Cristo que me da el nombre?
  • ¿De qué sirve la hermosura del culto si no damos frutos?
El misionero Jesús nos recuerda, hoy, a todos nosotros: "sin mí no pueden hacer nada".

La vida cristiana, la vida del cristiano, sólo tiene plenitud y sentido si está conectada a Cristo.