5° Domingo de Cuaresma, 7 Abril 2019, Ciclo C


San Juan 8, 1 - 11

Miseria y Misericordia


Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.

  1. El Pecado: El Señor mira a la adúltera. Ella vale más que el pecado; encuentra en ella ese granito de bondad que hay en cada persona. Jesús condena el pecado y salva al pecador: “Tampoco yo te condeno; anda, en adelante, no peques más”. Triunfa la vida sobre la muerte. Lo único verdaderamente importante, lo único que permanece y nos salva es Cristo.
  2. El Cambio: en Dios no hay ni sombra de egoísmo, resentimiento o venganza. Dios quiere desbordar sobre nosotros su amor y su misericordia: quiere volver a abrazar a todos los hombres con aquel mismo abrazo de Cristo en la cruz. Un abrazo de perdón incondicional, como fue aquel del padre del hijo pródigo.
  3. El Perdón:  La Cruz de Cristo grita bien alto que para Dios nuestros pecados los cargará el Señor, no por Él, dado que a Él no lo alcanzan nuestros pecados, sino por nosotros que quedamos bajo su veneno, porque el pecado nos hiere, nos perjudica gravemente a nosotros, sus criaturas, sus hijos. Jesús perdona a la mujer, la perdona totalmente, pero añade: "Anda en paz, y en adelante no peques más".
  4. La Palabra: nos invita una vez más a la conversión sincera, esa que sólo se puede hacer desde el corazón, cambiando nuestras actitudes. Y si nos fijamos en las actitudes de Jesús, nos ayudará a mirar la vida y a las personas con una esperanza renovadora. Su Palabra también hoy nos dice: “Te perdono, no peques más”.
REFLEXIÓN 

   En el Evangelio de hoy, leemos el pasaje de la mujer adúltera, que nos muestra la misericordia del Señor que está siempre dispuesto a perdonar cuando existe el arrepentimiento.

   Al ver la trampa que sus enemigos pusieron para Jesús, parece que no hay salida.  Los fariseos le ofrecen a Jesús solamente dos posibilidades, respetar la ley o negarla.  Pero Jesús no cae en la trampa.  Jesús no vino para hacer cumplir las leyes que destruyen a la persona.  Más bien, vino para enseñarnos una nueva ley que siempre lleva a la libertad.  

   Entonces, vemos como termina este encuentro que hubiera podido culminar con la condena de la mujer. El final es simple y tierno.   Jesús respeta a la mujer como persona.  No hay ni una palabra de reproche.  Reconoce en ella la posibilidad de cambio.  Le dice simplemente: “Vete y ya no vuelvas a pecar”.   Jesús le manda a empezar de nuevo su vida, a regresar a la familia y a la comunidad, y recomenzar su vida sin humillación ni vergüenza. 

   Es la semana antes de la Semana Santa y tenemos la invitación de acercarnos a Dios en el sacramento de Reconciliación y aceptar no solamente el perdón de Dios, sino la liberación de nuestra culpa.  Vemos a Jesús, que en el Evangelio se reveló como un hombre profundamente comprensivo, hasta la exageración.  Jesús creyó en Dios, capaz de hacer de la mujer una criatura nueva.  Creyó en la mujer, capaz de cambiar su vida.  No le hizo una pregunta indiscreta, ni le reprendió por su culpa.  Vio en ella una hija perdida del padre que ya había vuelto a la vida. 

PARA LA VIDA

Un Ejemplo de Misericordia

   Una madre solicitó a Napoleón el perdón de su hijo. El emperador dijo que era el segundo delito que cometía el hombre y que la justicia exigía su ejecución. “No pido justicia”, dijo la madre, “pido misericordia”. “Pero señora”, respondió el emperador, “no merece misericordia alguna”. “Su excelencia”, prosiguió la madre, “si se la mereciera, no sería misericordia, y misericordia es todo lo que le pido”. “Muy bien”, dijo el emperador, “tendré misericordia”. Y así se salvó la vida de su hijo. 

Sin Prejuicios

   Sucedió que un presidiario de Darlington, Inglaterra, que acababa de ser puesto en libertad, se cruzó con el alcalde John Morel en la calle. El hombre había pasado tres largos años en la cárcel por malversación de fondos y estaba sumamente susceptible por el ostracismo social que esperaba recibir por parte de la gente de su pueblo.

   “¿Qué tal?”, lo saludó el alcalde alegremente. “¡Qué gusto verlo! ¿Cómo le va?” El hombre parecía sentirse incómodo y la conversación terminó abruptamente. Años más tarde, por lo visto el alcalde Morel y el ex presidiario volvieron a encontrarse por casualidad en otro pueblo, y este último le dijo: “Quiero agradecerle lo que hizo por mí cuando salí de la cárcel”. “¿Y qué fue lo que hice?”, preguntó el alcalde. “Fue muy amable conmigo y eso transformó mi vida”, respondió agradecido el hombre.