33° Domingo del Tiempo Ordinario, 17 de Noviembre de 2019, Ciclo C


San Lucas 21, 5 - 19

 "El Señor Llega Para Regir la Tierra con Justicia"

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.
1.-El Juicio: acompaña a Dios dondequiera que se presente. El juicio de Dios camina en dos direcciones y se mueve según el binomio ira-misericordia o lo que es lo mismo castigo-salvación.  El contraste es vigoroso. El Sol de Justicia nos recuerda a Cristo, Sol de Justicia. Él ha de venir a juzgar
2.-La Vanidad: A Dios se le ve venir ya, como Rey, para poner todo en orden: El Señor llega para regir la tierra con justicia. El pueblo confiesa a su Dios «rey», lo aclama, lo espera jubiloso.  Jesús no quiere que nos dediquemos a hacer investigaciones futurológicas ni mucho menos astrológicas, sino que lo que quiere es abrirnos a lo que viene con esperanza y profundo deseo de estar preparados, aunque no sepamos ni el día ni la hora.
3.-El Trabajo: La ley del trabajo obliga a todos. Hay que trabajar tranquilamente para ganarse el pan. La recomendación viene en nombre del Señor. Así debe ser el cristiano. el que no trabaja, que no comaNo es de cristianos andar ociosos y molestando.
4.-El Fin de los Tiempos: ...que nadie os engañe; Antes de que llegue el fin han de suceder muchas calamidades. El cristiano no tiene por qué temer. Trate solamente de no ser engañado y de resistir la adversidad y la tentación. Superada la prueba, alcanza uno la salvación. Consideraciones Todo tiene un término en este mundo, solemos decir. Y así es en verdad. Tras un día viene otro; un año tras otro año. Las estaciones se suceden unas a otras sin que ninguna de ellas permanezca para siempre. Una generación deja paso a otra y ésta a la siguiente. Nada nos acobarde. Ni un cabello tan sólo ha de caer de nuestra cabeza. Serenidad, tranquilidad. La perseverancia en la prueba nos dará la salvación. Pidámosla. 
REFLEXIÓN

   La liturgia de la misa de este domingo 33 del tiempo ordinario, nos habla de los obstáculos y sufrimientos que acompañan el testimonio del cristiano; pero también de la recompensa final que espera a quienes perseveran en la fe hasta el final. 
   El Profeta Malaquías, en la primera lectura nos presenta el cambio de situación de injustos y justos. Para ambos hay un fuego: para unos el fuego que los devora como paja. Para otros el fuego del sol de justicia que trae la salud con sus rayos. 
   El tema central de la segunda lectura de hoy es el trabajo. En la comunidad cristiana de Tesalónica, por causas distintas, cundía la ociosidad y la falta de responsabilidad en el trabajo hasta el punto de que el Apóstol dice con cierta ironía: algunos viven sin trabajar, muy ocupados en no hacer nada. Ante tal situación, errónea y equivocada, San Pablo reacciona y llega afirmar: el que no trabaje, que no coma. 
   Es deber de todo bautizado trabajar y trabajar bien. Como decía San Juan Pablo II, en el plan de Dios, el trabajo constituye una dimensión fundamental de la persona… de manera que todos los hombres llenan con el trabajo, de un modo u otro, su existencia sobre la tierra. El trabajo entró desde el principio en los planes de Dios y dignifica al hombre, porque lo hace partícipe del poder creador de Dios, dominando y transformando la creación. 
   En el Evangelio de este domingo, Jesús nos recuerda que llegará el día del Juicio sobre su pueblo y sobre todo el mundo y que nadie podrá quedar indiferente. Jesús anuncia algo serio, aunque misterioso. Un fin que nos toca a todos. Vamos hacia un fin del mundo y un juicio universal, pero estos se realizarán primero en la vida personal de cada uno de nosotros. Todos estamos llamados a recibir al Señor, o a rechazarlo. Nuestra decisión a favor o en contra del Reino deberemos hacerla en nuestra vida a lo largo del tiempo. 
PARA LA VIDA
   Un templo atravesaba serias dificultades provocando el total abandono por parte de sus feligreses y quedando tan sólo cinco miembros: el párroco y cuatro personas ancianas, todos mayores de 60 años. En las montañas, cerca del templo, vivía un obispo en retiro. Una vez, el párroco se animó a pedirle al obispo algún consejo que podría ayudar a salvar la iglesia y hacer que los feligreses retornaran a ella. El párroco y el obispo hablaron largamente, pero cuando el párroco le pidió el consejo, el obispo le respondió: "No tengo ningún consejo para ti. 
   Lo único que te puedo decir es que el Mesías es uno de vosotros". De regreso al templo, el pastor le comentó a los cuatro miembros restantes lo que el obispo le había dicho. Durante los siguientes meses que siguieron, los viejos feligreses reflexionaron constantemente sobre las palabras del obispo. "El Mesías es uno de nosotros", se preguntaron unos a otros. Decidieron entonces asumir dicha posibilidad, y empezaron a tratarse con un extraordinario respeto y exquisito cuidado puesto que uno de ellos podría ser el Mesías. 
   Los meses fueron pasando, y las personas empezaron a visitar la pequeña Iglesia atraídos por el aura de respeto y gentileza que envolvía a los cinco feligreses. Duros de creer, más personas empezaron a retornar a la Iglesia, y ellos comenzaron a traer amigos, y sus amigos trajeron más amigos. En pocos años, el templo volvió a ser instancia de fe y de regocijo, gracias a la multitud de fieles que asistían diaria y semanalmente al templo. Y por supuesto, gracias al regalo del Señor Obispo.